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No debería importarle. Hacía tres años que no lo veía. No lo había querido en su vida. Sin embargo, saber que eso ya no ocurriría le dolía a un nivel que no había esperado. Eso le hizo enfurecerse aún más con él.

– Canalla.

– Por supuesto que la amo. Es una mujer magnífica. Divertida, inteligente…

– Me alegro por ti -le espetó. Trató de marcharse-. No te molestes en mandarme una invitación a la boda.

– La boda ha terminado.

– ;Cómo? ¿Significa eso que ya estás casado?

Jesse se echó a reír, provocando que tanto Kevin como su cliente se volvieran a mirarlos con curiosidad. Después de un instante, los dos volvieron a centrarse en el asunto que los ocupaba mientras Bella trataba de controlarse. Aquello era peor de lo que podría haber imaginado nunca.

– ¿Estás casado? -repitió, con incredulidad.

– Yo no. Ella sí.

Bella se quedó completamente atónita por lo que acababa de escuchar. La situación iba empeorando cada vez más.

– Bueno, eso te convierte en un verdadero héroe, ¿no te parece? Le has comprado joyas a una mujer casada.

– Creo que su esposo lo comprenderá.

– Oh, estoy segura de ello.

– No me crees -dijo él, con una sonrisa-, pero mi primo Travis sabe que estoy loco por su esposa Julie.

– Sí, claro, estoy segura de que…

Bella se interrumpió cuando comprendió las palabras que Jesse acababa de pronunciar. Entonces, notó que él estaba sonriendo y que la alegría por la diversión que le provocaba aquella situación se le reflejaba en los ojos.

– ¿Qué?

Jesse extendió la mano, tomó la de Bella y comenzó a acariciársela de un modo que quería resultar tranquilizador, pero que, en realidad, estaba despertando todos sus instintos más básicos. ¿Por qué tenía que ser Jesse King quien despertara todo su cuerpo con una sola caricia?

Como si supiera exactamente lo que ella estaba pensando, Jesse la miró entonces de un modo más… íntimo.

– El collar y los pendientes son para la esposa de mi primo Travis.

– ¿Para la esposa de tu primo?

– Sí -respondió él, con una sonrisa-. Acaba de tener un bebé. El segundo. Esta vez ha sido un niño. Su hija Kalie casi tiene dos años y Colin nació hace un mes.

– Y le has comprado unas esmeraldas -dijo Bella. Sintió que los últimos retazos de su ira iban desapareciendo y que se veían reemplazados por algo que se parecía mucho a la ternura, un sentimiento mucho más peligroso en lo que se refería a Jesse King.

– Sí. Tiene ojos verdes y Travis siempre le está comprando esmeraldas, por eso, cuando vi el collar aquí, no pude resistirme.

Le había comprado un carísimo collar a la esposa de su primo. ¿Por qué eso despertaba su ternura? Porque indicaba que estaba muy unido a su familia. Ella llevaba viviendo la mayor parte de su vida sola. La familia no había sido nunca más que un sueño. Sintió envidia de Julie King. Tenía un esposo que la adoraba, dos hijos y un primo que la quería lo suficiente como para comprarle algo especial con lo que celebrar el nacimiento de su hijo.

– Bueno, ¿sigo siendo un cerdo?

– Probablemente, pero en esto no, por supuesto.

– Pareces desilusionada.

– No. Sólo me siento confusa.

– Bueno. Creo que tengo que decir que eso me parece un paso en la dirección correcta.

– ¿Cómo es eso?

– La confusión significa que ya no estás tan segura de que yo sea el diablo encarnado y que, tal vez, estás dispuesta a arriesgarte.

El corazón de Bella se aceleró y el estómago le dio un vuelco. Maldita fuera. Su cuerpo se estaba rebelando. Supo que tendría que mantenerse alejada de Jesse King. Ya había salido escaldada en una ocasión, por lo que sería una estupidez meterse otra vez en el agua hirviendo.

Sin embargo… le había comprado esmeraldas a!a mujer de su primo y le parecía lo correcto, lo que debía hacer. Eso decía mucho sobre él, ¿no?

La vida le había resultado mucho más fácil cuando sólo lo odiaba.

– ¿Arriesgarme a qué?

– ¿Qué te parece si me das la oportunidad de llevarle a conocer mi empresa? -le preguntó él con una sonrisa-. Quiero demostrarte que no soy el director de un imperio malvado.

– Hmm. Eso aún hay que verlo. Acepto que me enseñes King Beach.

– Con eso me basta por el momento. ¿Qué te parece dentro de una hora?

– Bien -respondió Bella. El sentimiento de lucha había desaparecido de su interior. Su mente, su cuerpo y su corazón estaban tratando de comprender aquella nueva faceta de la personalidad de Jesse King.

– Muy bien. Hasta luego.

Se marchó de la tienda de Kevin sin mirar atrás, dejando a Bella más confusa que nunca.

Capítulo Cinco

Jesse estaba esperando a Bella en la acera, junto a la puerta de King Beach. Por alguna extraña razón, casi se sentía como un adolescente en su primera cita.

El sol de primeras horas de la tarde lo iluminaba desde un cielo brillante. El tráfico de la calle principal no era muy intenso, pero las aceras estaban repletas de gente que entraba y salía de las tiendas en el distrito que él había rehabilitado. Todos los habitantes de Morgan Beach estaban encantados con lo que él había hecho. Todos, menos la mujer en la que él estaba interesado.

¿Estaba su destino vengándose de él? Durante toda su vida, las mujeres se le habían dado muy bien. Menos Bella, una mujer cuyo recuerdo lo había perseguido durante tres años y que, tras volver a encontrarla, no quería tener nada que ver con él. Peor aún, tenía algo con ese tal Kevin. Se preguntaba de qué se trataría. ¿Estaría enamorada de él?

Frunció el ceño y se dijo que no le importaba. Fuera lo que fuera lo que ella sintiera por otro hombre, podría enfrentarse a ello. Deseaba a Bella y Jesse King no perdía. Nunca.

– Vaya, pareces enojado.

Una voz le sacó de sus pensamientos. Al volverse hacia donde había sonado, se encontró con unos ojos de color chocolate. Bella se le había acercado sin que se diera cuenta, pero el aroma que emanaba de ella debería haberlo alertado. Se trataba de una mezcla de flores y especias que le recordaba a los días de verano. Bueno, al menos, a una noche de verano en particular.

– Lo siento. Sólo estaba pensando.

– No creo que se tratara de pensamientos muy felices.

– Te sorprendería -dijo. Le lomó el brazo y la hizo girarse hacía la puerta de King Beach. Sin embargo, cuando hizo ademán de entrar, ella no se movió-. ¿Cuál es el problema?

– Me siento como si estuviera entrando en territorio enemigo.

– ¿Esperas una emboscada?

– Sinceramente, no sé qué esperar -replicó mirándolo fijamente.

– En ese caso, creo que será mejor que empecemos para que puedas satisfacer tu curiosidad.

Los dos atravesaron el umbral de la puerta y se detuvieron justo al otro lado. Frente a la puerta, estaba la recepción del edificio. La señorita que estaba allí sentada no dejaba de contestar un teléfono que sonaba incesantemente. Jesse le dedicó una sonrisa y condujo a Bella hacia el ascensor. Allí, apretó un botón y esperó. No la había soltado ni un solo instante, como si temiera que saliera corriendo.

Ella no lo hizo, pero tenía una expresión de resignación. Jesse deseó que sonriera. Resultaba sorprendente cómo aquella mujer tan mal vestida podía afectarlo tanto. En aquel momento, no pudo evitar preguntarse por qué vestía de aquella manera.

– Bueno, ¿quieres decirme por qué te pones prendas que no tienen forma alguna?

– ¿Cómo dices?

Ella giró el rostro para mirarlo. Jesse indicó la camisa suelta de color verde pálido y la falda amarilla que le llegaba hasta el suelo. Tal vez no debería haber dicho nada. Después de todo, estaba tratando de seducirla, no de enojarla más. Sin embargo, había visto el cuerpo que se escondía bajo toda aquella tela y no podía comprender por qué se sentía tan decidida a ocultarlo. En especial, porque hace tres años no lo hacía. Recordaba claramente unos vaqueros ceñidos y una camiseta con amplio escote.