Выбрать главу

– Se me había olvidado que había escrito esa carta -dijo.

– Si eso es una disculpa, te has lucido -replicó él. Arrojó el periódico contra una silla y tomó un trago de su café.

– No es una disculpa. Cuando lo escribí sentía cada una de las palabras, por lo que no me voy a disculpar por eso.

– Genial -dijo Jesse mirándola-. ¿Decías en serio todo eso? ¿De verdad te parece que no me preocupa lo que le pueda ocurrir a esta ciudad?

– Jesse, cuando me mudé a este lugar, lo hice porque me encantaba. Yo nunca antes había tenido un verdadero hogar Yo… crecí en hogares de acogida.

Bella lo dijo tan tranquilamente que él ni siquiera pudo decirle que lo sentía. Sin embargo, recordó la avidez con la que ella había contemplado sus fotografías familiares, cómo le había gustado el hecho de que fueran muchos miembros de familia. Entonces, pensó en lo que debía haber supuesto para ella crecer sola y no pudo evitar sentir compasión hacia ella. Inmediatamente, se sorprendió por el hecho de sentir tanto hacia ella. Decidió que debía experimentar odio, pero, si la miraba, todo parecía quedar atrás.

– Me encantaban los edificios de la calle Principal, el ritmo lento de una ciudad pequeña, las casas de la playa. La sensación de comunidad. Lo vi y supe que éste era mi hogar porque yo jamás había pertenecido a otro sitio. Me pasé el primer año acostumbrándome a la vida de la ciudad, encajando en este lugar. Cuando tú te mudaste aquí, empezaste a cambiarlo todo inmediatamente.

– Nada permanece siempre inalterable -dijo él.

– Supongo que no…

– Entontes, el cambio es malo, ¿es eso?

– No es malo. Simplemente es un cambio. A mí no me gustan los cambios. Me encanta esta ciudad. Me encantaba cómo era y me enfadó que tú…

– ¿Comprara su alma? -dijo él, citando palabras del texto. Él jamás había tenido la intención de ser un depredador empresarial. Sin embargo, le había ocurrido. Había encontrado la paz en el cambio, incluso había empezado a disfrutar de su vida. Hasta que encontró a Bella. De repente, sentía que el éxito que había conseguido era sólo un fracaso disfrazado hábilmente.

Bella cerró los ojos.

– Lo siento. No tenía intención de hacerte daño. Bueno, supongo que eso era precisamente lo que deseaba, pero era antes,…

– ¿Antes de que te metieras en mi cama? -le espetó él-. Supongo que podría resultar algo vergonzoso atacar en público al mismo hombre con el que te estás acostando en privado.

– No es eso, Jesse. Creo que podría haberme equivocado sobre ti y que…

– ¿Podrías? ¿Dices que podrías haberte equivocado? Demonios, Bella. Qué amable eres.

Con la mano que le quedaba libre, ella lo agarró por el brazo. Lo miró a los ojos y dijo:

– Me había equivocado sobre ti. Lo admito. Quería odiarte porque me resultaba más fácil así. Quería que te marcharas de Morgan Beach porque no quería volver a verte. Yo quería…

– ¿Qué?

– Te quería a ti, Jesse. Te deseaba, pero no podía admitirlo ni siquiera conmigo misma.

– ¿Y ahora sí lo admites? -susurró él mientras le acariciaba suavemente el cabello.

Deliberadamente. Bella soltó el edredón y dejó que éste cayera a sus pies. Se acercó a él y le deslizó las manos sobre el torso para enganchárselas por último alrededor del cuello.

– Lo admito. Incluso estoy dispuesta a enviar una carta al periódico para retractarme si tú quieres.

Jesse sonrió. La irritación que había sentido al leer aquella carta en el periódico desapareció ante la perspectiva de volver a tenerla entre sus brazos.

– Creo que prefiero una disculpa más íntima.

– Oh, yo no me estoy disculpando -lo corrigió ella poniéndose de puntillas una vez más para volver a besarlo-. Simplemente estoy diciendo que estoy revisando mi opinión.

– ¿Lo suficiente para considerar que Bella's Beachwear pase a formar parte de King Beach?

– Bueno, lo suficiente para considerarlo -susurró ella.

Jesse soltó una carcajada.

– Con eso me basta por el momento.

Entonces, la lomó entre sus brazos y la llevó a la cama para perderse una vez más en los maravillosos atributos de Bella.

Capítulo Nueve

«Todo es diferente», pensó Bella. Desde la increíble noche que pasó con Jesse hacía unos pocos días, se habían visto a diario. Ella estaba en King Beach o él en su tienda para hablar de negocios. Jesse le había pedido consejo sobre cómo hacer que su ropa de baño fuera más ecológica y había escuchado atentamente sus opiniones. Iba a reunirse con tejedoras y costureras mientras seguía intentando que ella pasara a formar parte de King Beach.

Por primera vez, Bella sentía una cierta tentación. El éxito seguía sin interesarle cuando sólo tenía como objetivo el de ganar más dinero. Sin embargo, él la había engatusado con la posibilidad de llegar a las mujeres de todo el país con sus especiales trajes de baño y eso era algo que no podía descartar tan rápidamente. Con King Beach, ella podría encontrar la manera de que su pequeño negocio fuera viable a un nivel más importante sin perder por ello la calidad en la que Bella tanto insistía.

Más que todo esto, el hecho de estar con Jesse se estaba convirtiendo en la mejor parte de sus días. Y de sus noches. Pasaban juntos todas las noches. En la casa de él o en la de Bella. En la playa, recordando su primer encuentro. Bella se sentía plena. Se sentía… maravillosa.

Pero también estaba aterrorizada.

Estaba enamorada, pero sabía que su relación con Jesse no iba a terminar bien. A pesar de lo atento que él se mostraba con ella, Jesse King no era un hombre de los que sientan la cabeza. Tarde o temprano, se cansaría de lo que tenían y seguiría con su vida. Bella sabía que el dolor que sentiría sería tan fuerte que tal vez no pudiera recuperarse nunca.

Para protegerse, sabía que debía comenzar a apartarse de él. A mantener una distancia segura entre su corazón y Jesse. Sin embargo, tampoco podía privarse de lo que tenía en aquellos momentos para protegerse en un futuro. ¿No era mejor disfrutar de lo que tenía mientras contaba con ello? Ya habría tiempo de sufrir más tarde.

– Vuelves a pensar en él.

Ella parpadeó y miró a Kevin.

– ¿Cómo lo sabes? -le preguntó, con una sonrisa.

– Estás babeando.

Rápidamente, ella levantó una mano y se la llevó a la boca. Entonces, hizo un gesto de recriminación a su amigo.

– Qué gracioso eres.

– Pareces feliz, Bella. Me alegra verte así.

– Soy feliz -admitió ella, pero su voz la delató.

– Pero…

– Pero no va a durar, Kevin. Uno de estos días, Jesse va a decidir que ha llegado el momento de seguir con su vida y no deseo que llegue ese instante.

– ¿Cómo lo sabes? A mí me parece que está pasando mucho tiempo contigo -dijo él extendiendo la mano sobre la mesa en la que estaban almorzando para acariciarle suavemente la mano-. Un hombre no hace eso si no está interesado.

– Lo sé -replicó. Entonces, apartó su plato. Ya no tenía hambre-. Está interesado ahora, pero, ¿cuánto tiempo le va a durar?

– Venga ya, Bella -dijo Kevin sacudiendo la cabeza-. Tal vez deberías darle la oportunidad de que fastidie las cosas antes de castigarle por ello.

– Yo no le estoy castigando.

– Tal vez no, pero ya estás ensayando tu discurso de despedida.

– Simplemente me estoy preparando y cualquiera diría que mi mejor amigo lo aprobaría.

– Tu mejor amigo piensa que estás loca. En serio, cuando no lo tienes, estás triste. Cuando lo tienes, estás loca. Las mujeres están como una cabra.

– Gracias. ¿Le has contado a Traci tu teoría? -le preguntó Bella. Su novia, una modelo que trabajaba para una de las agencias más importantes de California, estaba viajando constantemente y, en esta ocasión, llevaba fuera de Morgan Beach casi cuatro semanas.