– No puedes odiarme. No me conoces lo suficiente.
Bella se echó a reír, pero la carcajada no le iluminó los ojos.
– Creo que te conocí bastante bien hace tres años.
– Sí… Bueno, creo que ya va siendo hora de que nos volvamos a conocer.
– Nunca -le espetó ella. Abrió la puerta.
– Nunca digas nunca jamás, Bella -replicó Jesse antes de que ella cerrara la puerta. Llevaba tres años pensando en acuella mujer. No iba a descansar hasta que consiguiera tenerla donde más deseaba. En su cama.
– Haz que venga Dave Michaels -le dijo Jesse a su asistente personal antes de entrar en su despacho.
Cerró la puerta y se dirigió a la ventana. Se dijo que sólo quería observar el mar unos minutos para pensar y tranquilizarse un poco, pero la verdad era que estaba vigilando la tienda de Bella.
– Maldita sea, ¿por qué tenía que ser ella? -susurró.
Se metió las dos manos en los bolsillos de los pantalones. La mujer misteriosa llevaba tres años turbándole los pensamientos. Después de una única noche maravillosa en la playa con ella se había quedado en la ciudad durante un par de semanas, buscándola en todos los rostros que veía. Sin embargo, ella parecía haber desaparecido. Debía reconocer que, en realidad, había decidido instalarse allí, en Morgan Beach, con la esperanza de volver a verla.
– Esto del karma tiene mala pata -musitó.
El sol entraba a raudales por la ventana. Si el cristal no hubiera estado tintado, Jesse se habría sentido completamente cegado por la brillantez del sol. Incluso estando en la playa, las temperaturas del mes de septiembre en California podían ser bastante altas.
Alguien llamó a la puerta. Dave entró inmediatamente.
– ¿Querías verme?
Jesse se dio la vuelta y asintió.
– Cuéntame todo lo que sepas sobre Bella Cruz.
El rostro de Dave se iluminó,
– ¿En serio? ¿Estás considerando la expansión?
¿Lo estaba? Sí. Como hombre de negocios que era, no iba a hacer su trabajo a medias. Eso significaba que había llegado el momento de dejar de tratar a su empresa como si se tratara de un pasatiempo. Iba a conseguir que fuera la más importante en moda de baño de todo el mundo. Para hacerlo, necesitaba conseguir cuentas, y Bella era la llave para conseguirlo.
– ¿Por dónde quieres que empiece? -le preguntó Dave mientras tomaba aliento.
– Por el terreno personal. Familia, novios, esposos o ex de cualquier tipo. Lo quiero todo.
– Vaya. Yo pensaba que esto tenía que ver con su negocio.
– Así es -le aseguró Jesse tomando también asiento-. Para adelantarme a Pipeline, tengo que moverme con rapidez. Eso significa que debo tener toda la información que pueda conseguir. Para derrotar a tu oponente, tienes que conocerlo bien primero.
– ¿Oponente, dices? -repitió Dave-. Ella no es tu oponente en nada.
Jesse suspiró y luego sonrió.
– ¿Cuánto tiempo lleváis Connie y tú casados, Dave?
– Trece años. ¿Por qué?
– Llevas fuera del juego de la seducción tanto tiempo que se te ha olvidado cómo es. Las mujeres y los hombres son siempre fuerzas opuestas. Después de todo, ésa es la diversión. Si comprendiéramos a las mujeres, ¿dónde estaría el desafío?
– ¿Por qué tiene que ser un desafío?
– No tiene por qué serlo, pero lo es. El truco es conocer a la mujer que te interesa, averiguar cómo funciona su mente, si puedes. Cuando lo hagas, todo lo demás resulta fácil.
– Si tú lo dices -dijo Dave, sin parecer muy convencido.
– Confía en mí en esto. Si quiero ganarme a Bella, evitar que firme con Pipeline, tengo que conocerla.
– Supongo que sí -afirmó Dave. Luego sonrió-. Yo creo que los bañadores de Bella van a ser estupendos para King Beach.
– Así es. Yo me encargaré de ello, pero, hasta que convenza a Bella, nuestros planes son un absoluto secreto. No lo sabe nadie. Ni siquiera Connie.
Dave se encogió de hombros.
– Lo que tú digas, jefe.
– Bien.
Jesse escuchó atentamente mientras Dave comenzaba a darle toda la información que tenía sobre Bella. Mientras Dave hablaba, comenzó a planear el modo en el que le podría demostrar a Bella lo mucho que lo necesitaba a él.
Capítulo Cuatro
Durante los dos días siguientes, Jesse observó cómo los clientes no dejaban de entrar y salir de la tienda de Bella. Desde el mirador privilegiado que le ofrecía la ventana de su despacho o desde una mesa de la terraza del café de la playa, podía observar sin problemas la tienda y a su intrigante dueña. Lo que más le sorprendió fue el volumen de negocios que tenía. Bella le había dicho que su negocio iba algo más lento porque se estaba terminando el verano. Vaya. Si aquello era ir lento, se sentía de lo más impresionado.
Seguía sin gustarle la expansión, pero no podía sacarse la idea de la cabeza. Las averiguaciones de Dave demostraron el éxito que Bella tenía en su porción de mercado. No pensaba consentir que Nick Acona se quedara con aquel próspero negocio delante de sus narices.
Ella era el anuncio perfecto para sus artículos. Una mujer corriente entraba en su tienda frustrada por lo que le ofrecían los grandes almacenes y se marchaba de allí con una sonrisa en el rostro. Llevaba días viéndolo. Admitía que el negocio de Bella funcionaba estupendamente, pero él haría que funcionara aún mejor.
Si se lo compraba o si, simplemente, lo absorbía y la mantenía a ella como diseñadora jefe, los dos podrían hacer millones. Seguramente ella se opondría en todo. Sonrió al pensarlo. Le gustaba mucho eso. La mayoría de las mujeres que conocía estaban tan ocupadas flirteando con él que jamás consideraban discutir. Bella era diferente. Dado que sabía que era su mujer misteriosa, resultaba aún más atractiva.
La deseaba. Desesperadamente. Ansiaba explorar ese cuerpo fabuloso, sentir el calor de su piel y construir nuevos recuerdos. Deseaba mucho más que una sola noche. No sabía cuánto más, pero eso no era lo importante en aquellos momentos. Lo importante era ella.
Demonios. En realidad, Bella le gustaba. Y la comprendía. Mientras la observaba con sus clientes, comprendió que su negocio era mucho más que trabajo para ella. ÉL se había sentido del mismo modo cuando comenzó. Cuando compró su primera empresa, se había interesado por aprender a cómo darle forma a las tablas de surf él mismo. Había disfrutado estando allí, sintiendo un vínculo con su empresa. Sintiendo que era parte de él.
No había ninguna duda de que así era como Bella se sentía con su tienda. La admiraba por ello, pero sabía que sería un punto de fricción entre ellos. Bella jamás querría ceder las riendas de su negocio. Pero él conocía su secreto. Sabía que era una mujer apasionada. Una mujer que había conseguido que su mundo se tambaleara hacía tres años.
Lo que tenía que hacer era seducirla. Encandilarla. Halagarla. Metérsela en la cama y, cuando la tuviera allí, estaría en posición de conseguir que le cediera su negocio. Entonces, cuando por fin todo hubiera acabado, ella sería rica y le estaría dando las gracias. Si había algo que Jesse King conociera muy bien, eran las mujeres.
– Jesse King ha estado con tantas mujeres que ya no nos distingue. El género femenino entero no es para él nada más que una tienda de golosinas bien surtida -comentó Bella mientras golpeaba con las uñas de la mano una de las vitrinas de joyas de la tienda de Kevin.
Habían pasado tres días desde la última vez que vio a Jesse, y él no había hecho esfuerzo alguno por hablar con ella. No es que hubiera estado esperando verlo, pero se sentía algo frustrada.
Había parecido emocionado al averiguar que ella era la mujer con la que había estado tres años atrás. Tanto que llevaba evitándola desde entonces. Bella se sentía furiosa. Por el amor de Dios. Se sentía furiosa cuando él estaba cerca y también cuando no lo estaba.