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– ¿A mí? ¿Por qué?

– Porque eres la novia de Brendan -le explicó Olivia-. Y queríamos conocerte. Además, queríamos corroborar si era cierto el modo en que os conocisteis.

– ¿Si es cierto el qué?

– ¿Te sacó en brazos de aquel bar?.- Amy asintió.

Entonces las otras dos se miraron significativamente.

– Será mejor que vayamos a comer -dijo Olivia-. Así nos conoceremos mejor.

Pero Amy no estaba ya tan segura de querer ir a comer con ellas. Estaban comportándose de un modo extraño y no sabía a qué venían aquellas preguntas. Aunque lo cierto era que parecían encantadoras y llevaba sin salir con amigas desde que la habían despedido del Longliner.

– Muy bien -respondió Amy.

Después de salir del camarote, Amy cerró la escotilla y se bajaron las tres del barco. Comenzaron a andar por el muelle y, mientras charlaban amigablemente, Amy pensó en lo agradables que eran Olivia y Meggie. Y quizá en el futuro llegaran a ser algo más que amigas. Si ella y Brendan tuvieran un futuro juntos, las otras dos se convertirían en sus cuñadas.

Pero luego trató de pensar en otra cosa. No quería pensar en Brendan de aquel modo. Aunque por mucho que se negara a reconocerlo, lo cierto era que se había enamorado de él.

Brendan echó un vistazo a su reloj por tercera vez en cinco minutos. El taxi giró hacia la calle que salía de la estación de trenes y corría paralela a los muelles. Ya solo le faltaban unos pocos minutos para llegar a casa… y para ver a Amy. Durante todo el trayecto desde Boston había estado cayendo una pequeña nevada, así que la luz de las farolas se reflejaba sobre la fina capa blanca que cubría las calles. Hasta entonces, no se había despertado en él el espíritu navideño, pero aquel año era diferente.

Estaba tratando de convencerse a sí mismo de que era por los planes que había hecho con sus hermanos y con Olivia y Meggie. Pero, en realidad, sabía que era por causa de Amy. Aquellas navidades no estaría solo. Tenía pensando llevarla a Boston en Nochebuena para que conociera a toda su familia. Luego, volverían al barco para pasar ellos solos el día de Navidad.

Brendan se pasó la mano por el pelo mientras miraba a través de la ventanilla del taxi. Sabía que debía tener cuidado, ya que su relación con Amy seria solo temporal. Ella estaba comprometida con otro hombre y él tampoco podía atarse a nadie debido a su trabajo.

El taxi llegó al embarcadero donde estaba atracado El Poderoso Quinn. Brendan pagó la carrera, agarró su equipaje y salió.

Desde lejos, vio el barco iluminado con una serie de bombillas y por un momento dudó si no se había confundido de embarcadero. Pero no era así. En ese momento, Amy salió a recibirle con una sonrisa en los labios.

– ¿Te gusta? -le preguntó.

Brendan se quedó mirando las luces que hacían que El Poderoso Quinn pareciera un árbol de navidad.

– Bueno, es… deslumbrante -dijo-. ¿De dónde has sacado todas estas luces?

– No te gusta -dijo ella, decepcionada. Brendan tenía que admitir que resultaba algo extravagante para un barco de pesca, pero por otra parte le daba un aire festivo.

– Sí que me gusta -aseguró él-. Nunca había pensado que El Poderoso Quinn pudiera resultar tan… bonito.

Amy se tiró a sus brazos dando un grito de alegría. Él le agarró el rostro entre las manos y la besó, tal y como llevaba soñando hacerlo desde que se había separado de ella.

Permanecieron allí abrazados unos segundos, a pesar del frío que hacía.

– Tengo otra sorpresa para ti -dijo ella, apartándose un poco y agarrándolo de la mano.

Una vez dentro del camarote principal, Brendan se fijó en el árbol de navidad que había en uno de los rincones. De pronto, él recordó el árbol enorme que había decorado su casa de la calle Kilgore. Su madre lo había aupado para que pudiera tocar los adornos.

– ¿Te gusta? -le preguntó Amy.

– Es estupendo -respondió él, acercándose y tocando las agujas del abeto.

– Y espérate -añadió ella, sonriendo-, que ahora viene lo mejor.

Amy apagó las luces, de manera que la única iluminación pasó a ser la del árbol. A continuación se acercó a él y lo abrazó por detrás.

– Así es como más me gusta -murmuró-. Con las luces apagadas.

Brendan se dio la vuelta hacia ella y se quedó mirando su preciosa cara, solo iluminada por las luces del árbol. Se inclinó y la besó en los labios al tiempo que le acariciaba una mejilla.

¿Cómo habían llegado a aquello?, se preguntó. Cuando la llevó a vivir con él, se había prometido mantener la distancia. Pero lo cierto era que se había enamorado perdidamente de Amy.

Ella comenzó a quitarle la chaqueta, que enseguida cayó al suelo. Luego le aflojó la corbata lentamente y le desabrochó la camisa. Cuando Brendan notó sus labios sobre el pecho, la agarró de la cabeza. Aquella mujer le volvía loco solo con tocarlo. Pero seguía sin saber nada de ella.

No conocía nada de su pasado. Había irrumpido en su vida de repente y seguramente desaparecería igual. Pero, eso sí, él trataría de impedirlo.

Amy trazó una línea de besos en dirección a su ombligo, haciéndolo estremecerse de placer. Luego, le desabrochó los pantalones y se los bajó, haciendo a continuación lo mismo con la ropa interior.

Brendan sabía lo que iba a suceder a continuación, pero cuando sintió la boca de ella sobre su miembro erecto, le sacudió una descarga eléctrica tan intensa, que no supo si iba a poder soportarlo.

Lentamente, ella fue excitándolo más y más. Cuando pensaba que no iba a poder controlarse, la obligó a ponerse en pie y la besó apasionadamente.

– Te deseo tanto… -murmuró él.

– Pues soy toda tuya.

Brendan le quitó el jersey y los vaqueros. Ella lo condujo a continuación hacia un sofá y, cuando comenzó a acariciarlo, Brendan se sorprendió de la intensidad de su deseo. Aunque habían hecho el amor a menudo durante los últimos días, no disminuía lo más mínimo, sino al revés. Se deseaban cada vez de un modo más desesperado.

Y no era tanto por el alivio físico que les proporcionaba, sino por la íntima conexión que existía entre ambos, por el modo en que casi podía tocar su alma cuando estaba dentro de ella. Él siempre había pensado que el amor era algo muy complicado, pero con Amy todo era sencillo.

Al quedarse mirándola fijamente y ver su sonrisa, estuvo a punto de confesarle lo mucho que la amaba. Pero su instinto le aconsejó que esperase. Combinada con la fuerza del deseo, aquellas palabras podrían asustarla y hacerla marchar antes de darse cuenta de lo que sentía por él.

Porque no tenía duda de que podía conseguir que ella también se enamorase de él. Hacerla olvidar su pasado y ayudarla a comenzar una nueva vida junto a él. Pero antes de nada, tenía que asegurarse de que ella llegara a necesitarlo tanto como él la necesitaba a ella.

Le quitó la ropa interior de encaje y se quedó contemplando su suave piel, iluminada por las luces del árbol de navidad. Luego agachó la cabeza sobre ella y comenzó a lamerle un pezón hasta ponerlo duro.

Después, fue bajando por todo su cuerpo, besándolo y lamiéndolo, hasta llegar a su sexo. Al sentir su lengua, Amy se arqueó de placer mientras le agarraba la cabeza y repetía su nombre.

Cuando él se dio cuenta de lo excitada que estaba, se puso sobre ella y la penetró. No usó ninguna protección, ya que quería sentirla sin barreras. Sabía que no debería hacerlo, pero no pudo contenerse. Ella era suya, en ese momento y para siempre.

Ambos estaban tan excitados, que no aguantaron mucho más. Amy llegó la primera al climax, gritando de placer, y él no tardó en seguirla.

Luego se quedaron tumbados uno junto al otro en silencio, besándose y acariciándose. Brendan no se había dado cuenta hasta entonces de lo feliz que era con ella a su lado. En ese momento, entendió al fin lo que sus hermanos habían encontrado.