Brendan le agarró la barbilla y la miró a los ojos.
– Me imagino que debería haberlo hecho.
– No -contestó ella, tratando de aparentar que le daba igual-. No tenías por qué. Y a mí no tenía por qué importarme. Sabía que este trabajo era para poco tiempo. Turquía… suena bien.
– Te lo tenía que haber dicho -repitió él-, pero no estaba seguro de si iba a salir el proyecto.
– Pues ahora lo estás -dijo Amy, sonriendo-. Y como te vas a ir dentro de una semana, tenemos muchas cosas que hacer. Tenemos que terminar el libro del todo y enviarlo para que puedas pasar unos días con tu familia. Y yo necesito que me escribas esa carta de recomendación. Luego me iré para buscar alojamiento y…
– ¿Y nosotros? -dijo Brendan, poniéndole un dedo en los labios.
– ¿Nosotros?
– Tenemos que pensar qué vamos a hacer.
Ella se cambió de posición. Había imaginado que la relación entre ellos se daba por terminada, que Brendan se iría y eso seria el fin. ¿Qué podía responder? ¿Quería él que lo esperara? Antes de enterarse de lo del viaje, pensaba quedarse en el barco hasta saber qué iba a pasar, pero eso ya no podía ser.
– Puedes venir conmigo -le sugirió Brendan, tomándole una mano-. Sería estupendo. Estaríamos juntos y seguro que en Turquía hay muchas cosas que ver.
– ¿Quieres que te acompañe como tu ayudante?
– ¿Por qué no? Trabajamos bien juntos y ahora no sé si podré escribir otro libro sin ti.
– ¿Y quién me va a pagar el sueldo?
– Yo. Lo mismo que hasta ahora. Amy se levantó y se cruzó de brazos.
– ¿Seguiría trabajando para ti y siendo tu amante? ¿Seguiríamos como hasta ahora?
– Sí. A menos que desearas algo más. ¿Lo deseas? -preguntó Brendan, mirándola fijamente a los ojos.
– Bueno, es que según lo que me propones, dependeré totalmente de ti.
– No, seríamos socios, Amy.
– Pero será tu vida, tus sueños… Amy se dio la vuelta. Había luchado tanto por ser independiente y en ese momento estaba a punto de tirarlo todo por la borda. Y todo porque lo amaba.
De repente, sintió miedo. Porque no estaba segura de querer confiar su futuro a otro hombre. No sabía si podría ver cumplidos sus sueños y ser feliz dependiendo de otra persona.
Amy consideró la posibilidad de acompañarlo durante una temporada. Si se lo hubiera ofrecido unas semanas antes, habría saltado de alegría. ¿Qué mejor aventura que ir a Turquía a ver una excavación arqueológica? Pero en ese momento, la decisión no era tan sencilla, ya que había más en juego. Los sentimientos cada vez tenían más peso en su relación.
– No sé qué decir.
– ¿Qué tienes que pensar? -preguntó él-. Te pagaría y estaríamos juntos…
– ¿Y por qué me pagarías? ¿Por mi trabajo como ayudante o por ser tu amante?
– Amy, sabes que eso no es lo que pienso de nuestro… trato.
– Es una buena forma de definirlo. Un trato. Yo pensaba que ahora ya se podía llamar relación.
– Tú eres la que no quería tener una relación -aseguró él-. Y si hubieras cambiado de opinión, tendríamos más cosas de que hablar, aparte del viaje a Turquía.
– No, no he cambiado de opinión. Pero tú tenías que haberme hablado del viaje. Me siento como si me hubieras mentido. Me siento como si hubiera sido solo una diversión para ti mientras esperabas para marcharte.
Brendan soltó una carcajada y se levantó.
– ¿Crees que he sido yo el que te ha mentido? ¿Y las mentiras que tú me has contado? ¿Lo de que tu familia vive en California y lo de que fuiste allí a la universidad?
– ¿De qué hablas? -preguntó Amy, asustada.
– Lo sé todo. Sé que eres Amelia Aldrich Sloane, la hija de Avery Aldrich Sloane y la nieta de Adele Aldrich. Sé que eres la heredera de una gran fortuna. Te escapaste de tu casa hace seis meses y acabaste aquí.
Amy no podía creerse lo que estaba oyendo. ¿Brendan lo sabía?
– ¿Desde cuándo lo sabes?
– Desde hace unos días. Uno de los detectives de tu padre se acercó a mí en el muelle y me dio una foto en la que estabas con tu prometido. ¿Cómo se llama? ¿Craig o Greg? Le dije a Conor que averiguara algo y él me lo contó todo hace unos días.
Amy se acercó a él temblando de rabia y con los puños cerrados.
– ¿Cómo te atreviste a pedirle a Conor que investigara sobre mí?
Brendan soltó una carcajada sarcástica.
– Muy bien. Te enfadas por pedir que te investiguen cuando fui yo el que te dejó un lugar donde vivir y un trabajo. Estaba harto de esperar a que tú me dijeras quién demonios eras. No sabía nada de ti y podía estar alojando a una delincuente.
– Pues te habrás puesto muy contento al saber que soy una rica heredera en vez de una delincuente. Dime, ¿cuándo pedirás la recompensa? Porque hay una recompensa, ¿no? Si no la hay, me enfadaré mucho con mi padre.
– Al parecer, tu padre está muy preocupado por ti.
– No me hables de mi padre.
– Deberías alegrarte de que te quiera. Mi padre apenas se acordaba que tenía hijos. Venía todos los meses, nos dejaba un poco de dinero y se marchaba otra vez. No teníamos nada.
– Os teníais a vosotros. Yo no tengo a nadie. Mis padres gobiernan mi vida y yo tengo que hacer todo lo que me digan. Y cuando traté de seguir mi camino, cuando decidí casarme con Craig, ellos lo estropearon todo. ¿Crees que por que mis padres tengan dinero mi vida es más fácil? Pues te equivocas.
– ¿Por qué estamos gritando?
– ¡Porque estoy enfadada!
– Pues yo no. No me importa si eres rica o una camarera. Me da igual.
– Eso cambiará.
– No dejaré que ocurra -aseguró él-. Y no has contestado a mi pregunta.
– No recuerdo que me hayas hecho ninguna pregunta.
– Te escapaste, por eso estás aquí. Pues escápate conmigo. Tu padre nunca nos encontrará en Turquía.
Amy soltó un suspiro profundo. Quería decir que sí. Era una oferta tentadora y excitante. Le gustaría confiar en que Brendan y ella podían tener un futuro juntos. Le encantaría que él llegara a quererla como ella lo quería a él. Quería creer que, si se amaban el uno al otro, él aceptaría que ella quisiera ser independiente. Porque aquella no era su vida, sino la de él.
– No puedo.
Nada más decirlo, se dio la vuelta y corrió hacia su camarote. Cerró la puerta y se apoyó en ella mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas. Se las secó con el dorso de la mano y maldijo entre dientes. Había tomado la decisión adecuada. Aunque en ese momento lo amara, más tarde lo lamentaría, cuando se diera cuenta de que estaba viviendo la vida de él. Además, Brendan nunca había hablado nada de sentimientos. Una vez en Turquía, podía decidir en cualquier momento que ya no quería ninguna ayudante. ¿Y qué pasaría con ella entonces?
Si se quedaba sin Brendan Quinn, le faltaría la alegría de vivir. Entonces, ¿por qué no irse con él? Siempre había querido correr aventuras y aquella, desde luego, sería una increíble. Si no salía bien, podría volver a casa… podría regresar y construirse su propio hogar.
– ¿Qué debo hacer?
Un tenso silencio flotaba en el camarote principal de El Poderoso Quinn mientras Brendan y Amy daban los últimos retoques al libro. Ella había dormido en su camarote la noche anterior y, cuando él había ido a verla de madrugada, la había encontrado hecha un ovillo. Como si tuviera que protegerse a sí misma, incluso dormida.
De repente, la Amy que él conocía había desaparecido y había sido sustituida por una mujer de ojos temerosos y cuyo cuerpo se ponía tenso cada vez que él se acercaba. Brendan no sabía qué hacer. Había intentado hablar con ella, pero nada parecía servir para romper el muro que se había levantado entre ellos. Estaba claro que Amy lo culpaba de algo, pero él no sabía de qué. ¿Estaba enfadada porque había descubierto la verdad sobre ella? ¿O quizá porque le había pedido que fuera a Turquía con él?