– No pienso irme -aseguró él-. Te quiero y sé que tú también me quieres a mí -Brendan fue hacia ella y tomó su rostro entre las manos. Luego la besó.
Entonces ella se rindió a él y, agarrándole a su vez el rostro, le devolvió el beso. Se dio cuenta de que no tenía sentido seguir luchando. Amaba a Brendan y quería compartir con él el resto de su vida.
– Está bien, me casaré contigo -dijo finalmente.
Brendan se agachó a recoger el anillo.
– ¿De veras? -preguntó él, incorporándose y poniéndole el anillo-. Te prometo que no te arrepentirás.
Se estaban besando apasionadamente cuando, de repente, entró su abuela.
– ¿Amelia?
Ella se separó y sonrió a la anciana.
– ¿Sí, abuela?
– Creo que ese no es modo de comportarse.
– Es que estamos comprometidos.
– Entonces continuad -dijo la abuela, sonriéndoles antes de salir de nuevo. Amy se giró hacia Brendan.
– Te advierto que no vamos a ser ricos. He decidido emplear mi herencia en obras de caridad, como hizo mi abuela.
– Me parece muy bien. Lo único que me importa es estar a tu lado.
Para cuando llegaron al pub Quinn's, la fiesta estaba en todo su apogeo. El pub abría hasta las cinco en Nochebuena y Brendan y Amy habían prometido ir después de haber cenado en la mansión de la familia de ella.
Una vez dentro, Dylan fue el primero en verlos…
– Ya están aquí -gritó-. Ven aquí, Brendan, te estábamos esperando.
Brendan agarró a Amy de la mano y la llevó hacia donde estaba toda su familia. Estaban sus hermanos, su padre, Olivia, Meggie y también Tommy, el hermano de Meggie.
– Os presento a Amy, mi prometida – dijo.
Todos se quedaron boquiabiertos. La primera en reaccionar fue Olivia, que fue a darle un abrazo.
– Apenas te reconozco con tu nuevo color de pelo.
Meggie también fue a darle un beso,
– Nos alegramos mucho de que hayáis venido.
Todo el clan Quinn pareció aceptarla. El único que permaneció apartado fue Seamus, que se limitó a observar la conmoción que había causado la noticia en los demás mientras seguía bebiéndose su Guinness. Brendan se acercó y le pasó el brazo por detrás de los hombros.
– Bueno, papá, ¿qué opinas? Seamus bebió otro trago de cerveza y luego sacudió la cabeza.
– ¡Cielos, otro no! ¿Es que no os he enseñado nada, chicos? Nuestros antepasados deben de estar revolviéndose en sus tumbas.
– Pues al que le toca ahora es a Sean – comentó Brendan.
– Oh, no -dijo Sean-. Yo no pienso casarme. Además, Brian es mayor que yo. Así que él será el siguiente.
– No es cierto -protestó Brian-. Papá, ¿quién es el mayor?
– La verdad es que no me acuerdo -dijo Seamus-. Aquella noche yo estaba festejándolo con mis amigos.
– ¿Y cuándo pensáis casaros? -preguntó Olivia.
– Vamos a casarnos por lo civil el día de Año Nuevo -respondió Brendan-. Y después nos iremos a Turquía. Cuando volvamos, seguramente organizaremos para el otoño una boda por todo lo grande, que es lo que quiere la madre de Amy.
– Pero volveréis a tiempo para nuestra boda, ¿no? -preguntó Meggie.
– Sí, al final solo vamos a estar tres meses en Turquía -dijo Amy-. Brendan ha convencido a su editor de que no hacía falta estar tanto tiempo.
– Estupendo -dijo Meggie-. Porque quiero que seas mi dama de honor.
– ¿Yo? -preguntó Amy, muy sorprendida-. Pero si apenas me conoces.
– Bueno, eres mi cuñada y no tengo hermanas. Además, Olivia está de acuerdo. Así que solo tienes que responder que sí.
– Muy bien -dijo Amy, sonriendo. Luego comenzó la celebración. Todos bebieron Guinness y tomaron un guiso irlandés. Y en un momento dado, Brendan se llevó aparte a Amy y le dio un beso. Entonces apareció la nueva camarera con una botella de champán.
– Esto es por cortesía de Conor -dijo la muchacha, sonriendo tímidamente-. Felicidades -le dijo a Brendan, dándole la botella después de servirles una copa a todos.
– Gracias -dijo Brendan, a quien aquella chica le seguía resultando familiar.
Cuando la camarera se alejó, Amy se volvió hacia Brendan frunciendo el ceño.
– ¿Es de la familia?
– No -respondió Brendan.
– Pues se parece a vosotros. Pensé que era una prima o algo por el estilo -Amy sacó un paquete de su bolso-. Y ahora, quiero darte un regalo.
– ¿Qué es?
– Ábrelo y lo verás.
Él lo desenvolvió y vio que se trataba de un libro. En la portada podía leerse el título, escrito con unas letras doradas hechas a mano.
– Leyendas de los Poderosos Quinn – leyó en voz alta.
En la primera página, había un dibujo de un muchacho sentado en un árbol y, a su lado, una princesa dentro de una jaula.
– Tadleigh Quinn -dijo, asombrado.
– He cambiado el final del cuento -comentó Amy, sonriendo-. En la nueva versión, la princesa resulta ser una princesa de verdad y termina casándose con Tadleigh.
Brendan hojeó el libro, contemplando las bonitas ilustraciones que adornaban los cuentos.
– ¿Has hecho tú los dibujos? -preguntó, asombrado.
– Sí, tomé lecciones de dibujo cuando era pequeña.
– No sé qué decir -comentó Brendan, emocionado-. Nadie me había hecho antes un regalo así -Brendan la abrazó-. Es precioso. Y será algo que podremos compartir con nuestros hijos.
Luego la besó en la boca mientras pensaba en que, además de esos cuentos, les tendría que contar a sus hijos el del Poderoso Brendan Quinn. En él les relataría cómo había rescatado a la princesa Amelia y la había llevado a su bonito barco para que viviera para siempre con él.
Kate Hoffmann