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– Preservativo -dijo Logan con la voz ronca.

Lily lo miró a los ojos, rezando.

«Ya, por favor, ya», imploró mentalmente.

Pero Logan se distrajo acariciándole las pantorrillas, las rodillas y la parte interna de los muslos. Al seguir subiendo, inevitablemente, se encontró con su clítoris y Lily dio un respingo.

Durante un buen rato, Logan se concentró en acariciarla en el centro de su feminidad, haciéndola jadear y suspirar de placer.

Lily sentía que le faltaba el aire, sobre todo cuando Logan se inclinó entre sus piernas y siguió haciendo los mismos movimientos, pero con la lengua.

Lily sintió que perdía el control.

No se trataba del placer al que estaba acostumbrada sino de un placer inagotable, intenso e infinito.

– Hola -saludó Logan cuando Lily recuperó la compostura y volvió a la normalidad.

– Hola, quiero más.

– Tus deseos son órdenes para mí -contestó Logan alargando el brazo y sacando del bolsillo de sus vaqueros un preservativo. A continuación, abrió el paquete y se lo colocó.

– Me hubiera gustado ir más despacio, pero presenciar lo que acabo de presenciar ha podido conmigo -admitió besándola con una urgencia que dejó a Lily confusa, pero pronta a excitarse de nuevo.

Lily intentó colocarse encima de él para tomar el control de la situación, pero lo único que consiguió fue que ambos cayeran al suelo.

– Venga, ahora -le dijo entre risas.

– Voy -contestó Logan adentrándose en su cuerpo.

Al sentir su erección dentro del cuerpo, Lily cerró los ojos, como hacía siempre, para entregarse a las sensaciones.

– Mírame a los ojos -le indicó Logan sin embargo.

Lily los abrió y así lo hizo, sintiéndose inmediatamente atrapada por la intensidad de su mirada.

– No pares de mirarme a los ojos -insistió Logan comenzando a moverse.

Aunque hubiera querido hacerlo, no habría podido apartar la mirada de aquellos ojos marrones que la estaban llevando de nuevo al orgasmo.

– Oh, sí -gritó Logan llegando también.

Capítulo Ocho

Cuando Lily consiguió recuperar el ritmo respiratorio normal, abrió los ojos y se encontró tumbada boca arriba en el suelo de su salón.

Estaba desnuda, húmeda y pegada a otro cuerpo, un cuerpo maravilloso que hacía que se le acelerara el corazón.

Logan la besó en el cuello y sonrió de manera sensual.

Lily sonrió también.

Logan deslizó una mano por su pecho y se puso a juguetear con su pezón, que al instante se endureció.

– ¿Quieres comer algo? -le preguntó Lily.

– No, gracias.

– Pues yo, sí.

Logan observó en silencio cómo Lily se ponía en pie y comenzaba a recoger la ropa.

– ¿Estás bien?

Lily se rió en señal de que estaba estupendamente. Se había puesto en pie porque estaba muerta de hambre, no porque estuviera intentando disimular desesperadamente que no quería mirarse en aquellos increíbles ojos, que quería esconder la verdad.

Tenía miedo.

Tenía miedo porque lo que acababa de compartir con aquel hombre no era lo de siempre y tenía la sensación de que, aunque siguiera acostándose con él las tres noches que le quedaban allí, seguiría sintiendo lo mismo.

– ¿Qué te pasa? -le preguntó Logan poniéndose también en pie.

– Ya te lo he dicho. Tengo hambre -contestó Lily girándose para ir hacia la cocina.

Pero Logan la agarró del brazo y la giró hacia él.

– ¿Qué te pasa? -insistió.

Lily sintió que se le formaba un nudo en la garganta y que las lágrimas amenazaban con salirse de sus ojos, pero ella nunca lloraba y, menos, por un nombre.

Logan le retiró un mechón de pelo de la cara y sonrió con ternura.

– ¿Me he acercado demasiado a tu corazón mientras hacíamos el amor? ¿Es eso?

– No digas tonterías -contestó Lily apartándose-. ¿Palomitas de maíz o tostadas? La verdad es que no tengo mucho para ofrecer porque normalmente, cuando tengo hambre, me voy a la cafetería.

– Lo que tú quieras.

– Palomitas -decidió Lily girándose hacía la pequeña cocina.

Logan se quedó mirándola, pero ella prefirió ignorar aquellos ojos hambrientos que evidenciaban el deseo de aquel hombre por ella.

Lily metió la bolsa de palomitas en el microondas y se quedó mirándola atentamente mientras se hinchaba. Cuando el aparato le indicó que estaban hechas, sacó la bolsa, la abrió y se puso a comerse el maíz.

– Ven aquí a sentarte conmigo -le indicó Logan desde el sofá.

Lily se sentó a su lado, dejando una distancia prudencial, pero Logan se acercó rápidamente, tomándola entre sus brazos. A Lily no le pareció una sensación desagradable en absoluto.

– ¿Qué haces cuando no trabajas? -le preguntó Logan metiéndose unas cuantas palomitas en la boca.

Lily abrió la boca y la volvió a cerrar. Se rió.

– ¿Qué pasa? -quiso saber Logan acariciándole el hombro y el cuello.

– Quieres hablar y hacerme mimitos.

– Por supuesto.

Lily lo miró y vio que hablaba en serio.

Aquel hombre guapo, apasionado y sensual hablaba en serio. Ya se habían acostado. Entonces, ¿por qué no había salido corriendo?

– Casi siempre estoy trabajando -contestó Lily.

– ¿Y cuando termina la temporada de esquí?

– Viene la de senderismo y bicicleta de montaña.

Logan hizo una mueca de disgusto.

– Entonces, supongo que te pasarás todo el año rescatando gente.

– Sí, pero no siempre he trabajado a este ritmo. Sólo ha sido este último año, desde que murió mi abuela y me tuve que hacer cargo del hotel. Antes, era la directora de la patrulla de esquí y durante las demás temporadas dirigía las actividades.

– No puedes seguir a este ritmo, Lily. No puedes hacerlo todo tú sola.

Lily sonrió con tristeza.

– La verdad es que no me costaría tanto olvidarme de las actividades al aire libre si me gustara el trabajo burocrático.

– ¿Sales de la estación de vez en cuando?

– Bueno, de vez en cuando quedo con amigos en el pueblo y hacemos algo, pero no muy a menudo. ¿Y tú? ¿Tú qué haces cuando no estás trabajando?

– Llevaba años sin tomarme unas vacaciones -contestó Logan acariciándole la nuca, haciendo que Lily sintiera deseos de recostarse contra él y de ronronear como una gatita-. Lo cierto es que hacía años que no hacía lo que estoy haciendo ahora.

– ¿Llevabas años sin acostarte con una mujer?

– No, llevaba años sin tener vacaciones -rió Logan-. Aunque, para ser sincero, es cierto que llevaba años sin compartir con una mujer una sesión de sexo como la que acabo de compartir contigo.

– Lo mismo digo -sonrió Lily sintiéndose especial-. ¿Y por qué llevabas tanto tiempo sin irte de vacaciones? -quiso saber.

Logan se encogió de hombros.

– Me encanta lo que hago y no suelo sentir la necesidad de dejar de trabajar.

Ya.

Otra razón por la que Lily sentía aquella urgencia inexplicable de agarrarse a él y no dejarlo partir jamás. Aquel hombre amaba su vida, su trabajo, todo lo que tenía, sí, todo lo que tenía… a cientos de millas de distancia.

– A mis hermanos les encantaría este sitio.

– ¿Les gusta esquiar?

– Sí, aunque no tienen muchas oportunidades de hacerlo. Los dos son militares y están muy ocupados. Ahora mismo, Tom está en el Atlántico y Paul en el Golfo de México.

– ¿Os veis mucho?

– Si me hubieras preguntado esto hace unos años, cuando todavía vivíamos todos juntos, te habría dicho que demasiado. Mi padre también era militar y trabajaba mucho y, como no teníamos madre, yo tuve que hacer de mamá, de papá, de hermano mayor y de responsable máximo -sonrió Logan-. Me alegro de que esa época haya terminado.

Lily lo miró y se dio cuenta de que algo dentro de ella se había derretido. Acababa de bajar la guardia.