No se movía.
Chris gritó su nombre. Al instante, Lily levantó la cabeza, se limpió las gafas de ventisca y saludó con la mano.
– Está bien -comentó Chris visiblemente aliviado.
Logan se apresuró a ayudar a los dos compañeros de Lily que tiraban de la cuerda que la sostenía. En otras dos ocasiones el viento arreció y tuvieron que parar el salvamento; en las dos ocasiones Lily volvió a quedar colgada de la cuerda en mitad del abismo.
Pocas veces había estado Logan a aquel lado de una operación de salvamento y no le estaba gustando en absoluto.
Al final, Lily consiguió descender junto a la víctima.
– ¿Qué tal estás? -le preguntó Chris por radio.
– Enfadada -contestó Lily-. Y alucinada de que haya bajado por él.
– Bueno, lo ha pedido, ¿no? -dijo Chris exasperado.
– Sí, pero ahora mismo le estaba diciendo precisamente que es un estúpido y al parecer está cambiando de opinión. Bajad la camilla.
– ¿De quién se trata? -quiso saber Logan mientras el equipo de rescate bajaba la camilla.
– De Pete Wheeler. Supongo que habrás oído hablar de él, ha sido medalla de oro en dos ocasiones en las Olimpiadas extremas.
– ¿Es de aquí?
– Sí, es de por aquí y también es…
– ¿Idiota?
– Bueno, eso también, pero no, lo que iba a decir es que es el amigo de Lily, se lían y lo dejan, se lían y lo dejan.
¡Eso por preguntar!
Bueno, él no iba a estar en la estación más que unos varios días más y, en cualquier caso, Lily le había dejado muy claro desde el principio que lo suyo no era nada serio.
Tras subir a Pete y prepararlo para bajarlo hacia la ambulancia, Logan se fijó en que Lily se había hecho una buena herida en la mejilla y en que llevaba una muñeca apretada contra el abdomen.
– Te has dado contra las rocas, ¿verdad?
– Sí, he visto las estrellas -admitió Lily.
– ¿Y por qué no nos lo has dicho por radio para que bajáramos alguno a ayudarte?
– No pasa nada.
– Claro, a ti nunca te pasa nada.
– Exacto. ¿Se puede saber qué te pasa?
– Has puesto en peligro tu vida de manera innecesaria.
– ¿Innecesaria? Había un herido y alguien tenía que bajar por él. Suponía que, tú mejor que nadie, me iba a entender.
Lily tenía razón, pero Logan no estaba de humor.
– Ve a ponerte hielo -le indicó muy serio.
– Gracias -contestó Lily también muy seria antes de desaparecer.
Capítulo Diez
Tras bajar de la montaña, Lily se limpió las heridas, se vendó la muñeca y se sumergió en el trabajo.
Mientras lidiaba con todos los asuntos propios de la dirección del hotel, no podía dejar de pensar en que aquel ritmo de trabajo la estaba matando.
A media tarde, su hermana Gwyneth fue a verla y le comentó que Logan se había unido a un grupo de policías de Los Ángeles y a Lily le pareció un plan tan apetecible que terminó con el informe de contabilidad todo lo rápido que pudo y corrió a la cafetería, pero, para cuando llegó, el grupo ya se había ido.
– Les he dicho que hicieran la vereda oeste -comentó Matt mientras secaba vasos detrás la barra.
– Ah… sí, es muy bonita -contestó Lily sentándose en un taburete y ayudándolo con los vasos.
– Jamás hubiera dicho que ibas a correr detrás de un hombre.
Lily lo miró sorprendida.
– No es propio de ti.
– No es la primera vez que salgo con un tío.
– Bueno…
– ¿Qué me dices de Pete?
– Que viene por aquí solamente una o dos veces al año y que no requiere ningún compromiso por tu parte salir con él durante unos días.
– Matt, por favor cállate.
Matt sonrió y siguió secando vasos.
Lily decidió ir a visitar a Pete al hospital. Lo encontró, tumbado y dolorido, pero, en cuanto la vio, sonrió encantado.
– Has tenido suerte -lo saludó Lily mirándolo con ternura.
– ¿Por qué lo dices?
– Podrías estar muerto. Lo que has hecho antes ha sido una total estupidez.
– Oye, no habrás venido a verme para ponerte desagradable conmigo, ¿no? Se supone que si estás aquí es para tratarme bien -sonrió el esquiador rubio de apariencia sueca-. Sabes por qué nunca te he pedido que te cases conmigo, ¿verdad?
– ¿Tal vez porque la idea de encontrarte atado a una sola mujer te da escalofríos?
– Sí, bueno por eso en parte -suspiró Pete-. Esta mañana, cuando has bajado por el precipicio para rescatarme, cuando has puesto tu vida en peligro para salvarme, me he dado cuenta de una cosa.
– ¿De que eres un auténtico egoísta?
Pete sonrió.
– Sí, eso también. De lo que me he dado cuenta es de que eres una mujer estupenda y de que debería…
Lily le tapó los labios con un dedo.
– No lo digas.
Aunque llevaban saliendo un par de años, nunca habían sido una pareja de verdad. En parte, debido a que Pete era adicto a las mujeres y ella tenía alergia a los compromisos. Lo cierto era que llevaban ya varios meses sin tener nada y, mirándolo ahora, Lily sintió una tremenda ternura y afecto por él, pero ningún deseo.
– He venido a decirte que siento mucho que te hayas hecho daño. Espero que te mejores pronto, pero, cuando lo hagas, no vuelvas a esquiar en mis pistas.
Pete se quedó mirándola muy serio.
– ¿Me estás diciendo que lo nuestro ha acabado definitivamente?
– Exacto.
Pete sonrió y cerró los ojos.
– Cambiarás de opinión. No sería la primera vez.
– No, esta vez es diferente.
Pete dejó de sonreír y abrió los ojos.
– Es por ese esquiador con el que estabas hoy, ¿verdad?
– No, a ése sólo lo conozco hace unos días.
– Días, años, minutos… qué más da cuando es amor de verdad.
– No creo que tú sepas lo que es el amor de verdad.
Pete sonrió.
– Yo lo único que sé es que he hecho el idiota contigo y que ahora me arrepiento, pero te deseo de todo corazón que seas feliz.
– Lo mismo te digo.
– Lo seré en cuanto me haya curado un poco y pueda convencer a la enfermera de turno para que venga a hacerme una visita.
Lily se rió, lo besó y se despidió de él antes de volver al hotel. Una vez allí, fue a su apartamento y se dio una ducha muy caliente. Le dolía todo el cuerpo y lo único que quería era dormir.
Bueno, eso era lo que ella creía porque, en realidad, al meterse en la cama lo único que pudo hacer fue quedarse mirando al techo.
No, no quería dormir, lo que quería era…
Logan.
«Días, años, minutos… qué más da cuando es amor de verdad».
Las palabras de Pete retumbaban en sus oídos.
Lily se vistió y salió al pasillo.
Amor de verdad.
No, lo que ella sentía por Logan no era amor, ni de verdad ni de ninguna otra clase. Lo que ella sentía era un deseo desmesurado.
Pronto se encontró ante la puerta de la habitación de Logan. Una vez allí, pasó de largo. Al llegar al final del pasillo se dijo que sólo iba a ser sexo. Volvió sobre sus pasos, se colocó de nuevo frente a la puerta, tomó aire y levantó el brazo para llamar.
No fue necesario porque la puerta se abrió y Lily se encontró ante Logan. Detrás de él, la habitación estaba a oscuras y la cama deshecha, como si hubiera estado un buen rato dando vueltas.
¿Pensando en ella?
– ¿Te he despertado? -le preguntó.
– No -contestó Logan.
Lily sonrió y rezó para que Logan la tomara entre sus brazos, la tocara, la acariciara y la besara.
– ¿Ya has arropado a Pete?
Lily sintió que la sonrisa se le borraba del rostro.
– He ido a verlo al hospital, sí -contestó-. ¿Te crees que hay algo entre Pete yo?
– ¿Qué más da lo que yo crea?
Lily se quedó mirando a aquel hombre. Normalmente, le importaba un bledo lo que la gente pensara de ella, pero con él era diferente.