Lily se concentró en el trabajo porque había quedado con Logan para verse aquella noche para dar un paseo.
Cuando llegó la hora, se cambió de ropa y fue a su encuentro. Cuando lo vio esperándola apoyado en un árbol con aquel cuerpo maravilloso, sintió que el cansancio se desvanecía y era reemplazado por una excitación sensual sin medida y un calorcito muy agradable en el corazón.
Sí, al final Gwyneth iba a tener razón.
Se estaba enamorando de aquel hombre.
Capítulo Doce
Lily y Logan dieron un paseo al filo de la medianoche bajo la luz de la luna llena. Logan se sintió de nuevo como si fueran los únicos habitantes del mundo.
– ¿Te apetece que subamos allí? -le preguntó Lily indicando un montículo situado en la zona este del hotel-. Desde lo alto hay una vista espectacular.
Logan miró hacia arriba y comprobó que para subir había que trepar por rocas cubiertas de hielo.
– No, parece un poco peligroso. Si nos resbalamos, nos caeríamos por el precipicio -contestó.
– No es tan peligroso como parece. Si lo fuera, no te lo propondría -sonrió Lily-. ¿Ahora va a resultar que eres un gallina?
Logan jamás se había echado atrás ante ningún desafío, pero con aquella mujer le pasaba algo. Quería protegerla, lo que era una locura porque era obvio que Lily no necesitaba que nadie la protegiera.
¿Sería que se estaba enamorando de ella?
Sí, definitivamente, era eso.
Tras aceptar el desafío y subir por la escarpada pendiente, Logan y Lily llegaron con la respiración entrecortada arriba, pero, al girarse, Logan comprobó que, efectivamente, Lily tenía razón.
Desde allí había una vista maravillosa.
– Qué preciosidad -suspiró sinceramente.
– ¿A que sí? -contestó Lily.
– Me refería a ti -comentó Logan mirándola intensamente.
– ¿Quieres que me derrita? -sonrió Lily acariciándole la mejilla.
Logan la tomó entre sus brazos con la intención de darle un solo beso, pero pronto comprobó que era imposible dar un solo beso a Lily. En breves instantes estaban abrazándose y tocándose, jadeando los dos, presas del deseo.
Lily lo tomó de la mano y juntos se deslizaron ladera abajo corriendo hacia su habitación a dar rienda suelta a su excitación.
Tras hacerlo y llegar ambos al orgasmo de manera explosiva, se quedaron tumbados en la cama charlando.
– Tienes un cuerpo tan espectacular que no puedo parar de pensar en ti -comentó Lily.
– Si me estás proponiendo un segundo asalto, necesito un par de minutos para reponerme -contestó Logan.
– En realidad… me estaba preguntando…
– ¿Sí? -la animó Logan al verla dudar, algo muy raro en ella.
– Me estaba preguntando por qué tengo la sensación de que siempre estás pendiente de mí, de que quieres cuidarme, de que te preocupas por mí.
– ¿Sí fuera así te molestaría?
– No es que me moleste, en absoluto, pero me pregunto por qué te tomas tantas molestias si te vas a ir en un par de días. Admito que contigo estoy teniendo algo especial y me pregunto por qué pones tanto empeño en encandilarme.
Logan se dio cuenta de que Lily estaba angustiada y comprendió que no era él el único que estaba intentando que aquello no fuera a mayores. Lily se estaba enamorando de él y estaba asustada.
Logan la tomó entre sus brazos y la abrazó con ternura.
Lily lo miró a los ojos, esperando su respuesta, pero Logan no sabía qué contestar. Llevaba toda la vida cuidando de los demás, era algo natural en él y ahora estaba con Lily, una mujer más que capaz de cuidarse ella sola, lo que era algo completamente nuevo para él.
Aun así, aunque sabía que Lily se cuidaba sola, quería protegerla, quería que fuera una persona feliz. Para siempre. Aquello empezaba a preocuparlo porque su vida no estaba hecha para tener relaciones serias y duraderas.
– ¿Te parece que es demasiado que me preocupe por ti?
– Lo que me parece es que no debes olvidar que te vas en dos días -contestó Lily sentándose a horcajadas sobre él.
Logan alargó el brazo y comenzó a juguetear con uno de sus pezones, encantado de las sensaciones que producía en Lily, encantado de ver cómo le cambiaba el ritmo respiratorio y cómo reaccionaba ante sus caricias.
– No lo olvidaré -le prometió excitándola todavía más con sus manos.
– ¿Me quieres hacer callar?
– No, puedes seguir hablando todo lo que tú quieras.
– Muy bien, porque… oh, oh, sí… -murmuró Lily al sentir su erección dentro del cuerpo-. Se me ha olvidado lo que te iba a decir -añadió cerrando los ojos, echando la cabeza hacia atrás y comenzando a mover las caderas.
– Estupendo -dijo Logan dejando que lo montara.
Durante el penúltimo día de estancia de Logan en la estación, se produjo una gran tormenta de nieve.
Chris no tenía mucha gente y le pidió ayuda a Lily, que acudió presta y encantada por la mañana.
Logan fue con ella.
Después de comer, Lily tenía que trabajar en el despacho, así que Logan la acompañó y la despidió con un beso; un beso que la acompañó durante toda la tarde a pesar de que tenía dos reuniones soporíferas con sus hermanas.
Aquellas reuniones eran la excusa perfecta para criticar el trabajo de Lily y sus esfuerzos y, ahora que las fotografías habían desaparecido, sus hermanas dejaron muy claro que, para empezar, no creían ni que las hubiera hecho.
Tal y como estaba la situación, Lily decidió que no era el mejor momento para comentarles de sus sospechas de que había alguien boicoteando su trabajo.
En cualquier caso, no tenía ni idea de quién podía ser. Por supuesto, no sospechaba de ninguna de ellas porque, aunque criticaban sus esfuerzos y no confiaban en ella como directora del hotel, Sara y Gwyneth eran incapaces de hacer algo así.
¿Algún empleado disgustado? No, Lily conocía a todas las personas contratadas y sabía que nunca harían algo así.
¿Algún cliente que no había quedado satisfecho? ¿Aquellos gemelos a los que había amonestado por pelearse? No, ningún cliente tenía acceso a su despacho.
Aquella noche había quedado con Logan en el bar y llegó tarde porque hubo problemas con los ordenadores y, al llegar a la cafetería, Cari le pidió ayuda porque tenía una cita, así que Lily no dudó en ofrecerse a sacar la basura por él.
Con una bolsa negra en cada mano, Lily salió a la parte trasera del hotel y, admirando la belleza de la noche, se dirigió a los grandes contenedores.
Iba feliz, sonriendo encantada, recordando el breve encuentro que había tenido aquella tarde con Logan en el cuarto de baño de su despacho, sabiendo que tenía marcada la forma del grifo en la espalda y que él se había llevado sus uñas en los hombros.
De repente, Lily dejó de sonreír.
Una gran sombra se había interpuesto entre ella y los contenedores.
La gran sombra resultó ser un oso del tamaño de un coche que la estaba mirando y se había puesto de pie sobre las patas traseras.
Maldición.
A Lily se le cayó la linterna al suelo y, mientras la luz se apagaba, intentó recordar todas las normas de conducta en caso de encontrarse con uno de aquellos animales.
No salir corriendo, no gritar, no hacer gestos bruscos. Sí, una cosa era recordarlas y otra conseguir cumplirlas con calma.
No veía bien al oso, pero suponía que la estaba mirando de arriba abajo. Lily ni parpadeó. No podía ni siquiera respirar.
Por lo visto, había sorprendido al animal mientras rebuscaba en la basura en busca de comida.
– ¿Quieres la basura, bonito? -murmuró Lily-. Toma, toda para ti -añadió dejando las bolsas en el suelo y acercándoselas con la punta del pie.
El animal no se movió.
– Bueno, yo me voy a ir -comentó Lily intentando mantener la calma.
Al intentar girarse, oyó gruñir al animal y se quedó de piedra. Lily oía el latido de su corazón en los oídos. El oso había dado un paso hacia ella y le estaba enseñando los dientes.