Logan suspiró, se levantó de la cama y fue hacia ella.
– Vaya, te he dejado una marca en el cuello -se lamentó Lily-. Anoche te mordí y te he dejado una marca.
– Así me acordaré de ti.
Lily palideció.
– Dijimos que esto era sólo para pasárnoslo bien, ¿recuerdas? -dijo Lily terminando de vestirse.
Logan intentó tomarla entre sus brazos, pero ella no le dejó.
– Bueno, me tengo que ir -anunció.
– Si quieres, puedo ir contigo a ayudar.
– No, ya has hecho suficiente.
– Insisto -repitió Logan intentando abrazarla de nuevo.
– Ya te avisaré cuando se pueda salir -se despidió Lily saliendo de la habitación.
– Qué valiente eres para unas cosas y qué cobarde, para otras -comentó Logan una vez a solas.
Mientras se vestía, miró a su alrededor, se fijó en la cama deshecha donde tantas veces habían hecho el amor y sintió que algo dentro de él le dolía sobremanera, pero salió del dormitorio de Lily sin mirar atrás.
Logan decidió que no podía permanecer de brazos cruzados después de la increíble nevada que había caído aquella noche, así que se dirigió al exterior, donde encontró a Lily organizando a la gente para quitar a golpe de pala la nieve de los caminos y se puso a ayudar sin decir nada.
Cuando Lily lo vio, tampoco comentó nada. Mientras trabajaban, no pudieron hablar, por supuesto. A la hora de comer, tras una mañana de esfuerzo titánico, todo el equipo se reunió en el comedor de empleados para recuperar fuerzas.
Después de comer, Lily llamó por teléfono para informarse sobre el parte meteorológico y compartirlo con sus compañeros.
– Parece ser que dentro de una hora u hora y media, van a abrir la autopista 80 durante un rato porque tienen idea de que la tormenta va a parar un poco, así que será el momento que todos aprovecharemos para que la gente que se tiene que ir al aeropuerto lo haga y entren los nuevos clientes -comentó mirando a Logan de reojo.
A continuación, intentó ponerse en pie para irse, pero Logan se lo impidió agarrándola de la muñeca.
– No has comido nada -le dijo mirando su bandeja, que Lily no había tocado-. Siéntate y come.
– No tengo hambre, tengo muchas cosas que hacer.
– Come -insistió Logan.
Lily probó la comida mientras Logan le apartaba un mechón de pelo de la cara.
– Estás haciendo un esfuerzo demasiado grande.
– ¿Qué más da? -contestó ella encogiéndose de hombros.
– Lily…
Lily cerró los ojos y lo miró y Logan vio una devastadora emoción en sus pupilas.
– Ah, Lily…
– No digas nada, no digas nada -murmuró Lily furiosa-. Te lo digo en serio. Estoy a punto de perder la compostura -añadió metiéndose otro bocado en la boca, masticándolo y tragándoselo con agua-. Bueno, vamos allá, que tenemos mucho trabajo -concluyó apartando la bandeja y poniéndose en pie.
Suponiendo que aquella era la última invitación que le iba a hacer para estar cerca de ella, Logan no dudó en seguirla hasta una maquina quitanieves que Lily operaba con total naturalidad.
– Por mucho que nos empeñemos en quitar la nieve, sigue nevando -comentó Logan intentando arrancarle una sonrisa.
Lily lo miró de reojo y siguió retirando nieve de la entrada como si su vida dependiera de ello. En eso estaba inmersa cuando la radio anunció que habían abierto la carretera durante un rato.
– Es la única oportunidad que vas a tener de irte -comentó Lily mirando por la ventana-. Será mejor que te des prisa -añadió impaciente.
Logan la miró atónito.
– ¿Quieres que me dé prisa en irme?
– Tienes que tomar un avión, ¿no? Será mejor que te vayas. Ahora que hemos limpiado el camino, podrás salir con el coche de alquiler.
– ¿Así que todo el esfuerzo que has hecho durante estas últimas seis horas ha sido para que me pudiera ir?
– Sí.
Logan la miró anonadado.
– ¿Por qué te extrañas tanto? Te tienes que ir.
– Sí, ya sé que me tengo que ir, pero… sólo se me ocurren dos cosas. O estás hasta las narices de mí o estás mucho más asustada de lo que yo creía.
– No creo que éste sea el mejor momento para hablar de ello.
– Estás asustada -decidió Logan.
– Claro que no -contestó Lily mordiéndose el labio inferior.
Por mucho que ella dijera que nada la asustaba, era obvio que las cuestiones del corazón le daban mucho respeto.
«Bienvenida al club», pensó Logan.
Antes de conocerla, no se sentía solo ni desesperado por estar con una mujer, pero tenía claro que después de pasar una semana con ella algo dentro de él había cambiado para siempre.
– Yo creo que sería un error dejar a medias algo tan bueno como lo que hay entre tú y yo -declaró sinceramente sintiendo que los sentimientos no tenían por qué ser una carga con alguien como Lily.
– ¿Has olvidado que lo nuestro sólo era diversión?
– ¿Por qué tiene que ser así?
– Porque no tenemos otra opción, Logan.
– Siempre hay otras opciones -contestó Logan mirándola a los ojos-. Lo único que hace falta es que lo desees. Yo creo que tú quieres seguir adelante tanto como yo.
Lily cerró los ojos con fuerza y volvió a abrirlos.
– Pero si sólo hemos estado una semana juntos…
– Precisamente por eso. Obviamente, no ha sido suficiente. Tenemos que seguir juntos.
– Pero tú tienes que volver a Ohio.
– Esa no es razón suficiente como para que dejemos lo que hemos empezado.
– Para mí, sí lo es -concluyó Lily bajándose de la máquina quitanieves.
Lily no pudo dar más que dos pasos porque la nieve le llegaba por los muslos, así que, tras maldecir furiosa, volvió a subirse a la máquina.
Así que Logan no quería que lo suyo terminara, ¿eh?
– Esto es de locos. Es una estupidez -declaró.
Lily se había mostrado durante aquella semana ante él tal y como era porque creía que se iba a ir y que no había ningún peligro en hacerlo y ahora, después de haber visto sus defectos y sus cualidades, Logan quería seguir estando con ella.
– ¿Me estás tomando el pelo?
– No, en absoluto. Sé por qué estás preocupada.
– ¿Ah, sí?
– Sí, crees que las relaciones tienen que ser siempre una diversión y que es mejor no mezclar los sentimientos y las emociones porque son restrictivos… En fin, yo no quiero ni soy quién para decirte lo que debes hacer. Eres una mujer adulta, eres una mujer maravillosa, inteligente e increíble y te quiero tal y como eres.
– ¿Por qué?
– ¿Por qué? -repitió Logan perplejo.
– En algún momento, me has dicho que no querías una relación seria. Decías que, después de haber tenido que ocuparte de tus hermanos y debido al trabajo que tienes, tener a una persona a tu lado todos los días era una carga.
– Yo nunca he dicho que el amor fuera una carga.
– Bueno, pero lo has dado a entender.
– Está bien. Puede que en algunas situaciones, cuando el que ama es sólo uno de los dos miembros de la pareja, el amor se puede convertir en una carga. Lo he visto en muchos de mis amigos. Sin embargo, tú eres una mujer fuerte e independiente que tiene muy claro cuáles son sus objetivos y sus sueños en la vida. Es obvio que no me necesitas a mí para hacerlos realidad, pero estar conmigo tampoco te impedirá conseguirlos.
– Nunca he querido tener una relación -admitió Lily.
– Yo, tampoco. Hasta que te conocí a ti.
«Oh, Dios mío».
Aquello era como si alguien le estuviera poniendo una atractiva y apetitosa zanahoria delante y Lily sentía unas enormes ganas de comérsela, pero… ¿y si estaba envenenada?