– Desde luego.
– No va ser fácil.
– No.
– No sabemos si lo vamos a conseguir.
– Cierto.
– Pero yo quiero intentarlo -murmuró Lily abrazándolo-. Quiero ir a Ohio contigo y quiero que tú vengas aquí de vez en cuando.
En aquel momento, oyeron la sirena de la ambulancia que llegaba.
– Está amaneciendo -susurró Lily.
– Un nuevo día -contestó Logan besándola.
– Una nueva relación -contestó Lily.
Epílogo
Dentón, Ohio Tres meses después
Logan condujo hasta casa después de un atareado día de trabajo. Una repentina tormenta de granizo había provocado todo tipo de situaciones peligrosas y su equipo había estado trabajando veintidós horas seguidas.
Le quedaban dos días más de trabajo y, luego, tenía cuatro días libres.
Entonces, volvería a Tahoe.
A ver a Lily.
Se habían estado viendo muy a menudo. A Lily le había encantado Ohio y con su preparación no le había costado nada entrar a formar parte de su equipo, lo que les había permitido compartir varias aventuras durante los últimos meses.
Hacía ahora dos semanas que no la veía y a Logan se le estaba haciendo demasiado tiempo separados.
Logan llegó a casa pensando que, aunque le había prometido a Lily que jamás la haría elegir entre sus dos mundos, cada vez sentía más ganas de pasar más tiempo con ella.
Tras ducharse, se cambió de ropa y se quedó mirando la cajita que tenía en el armario. Al abrirla, estudió el diamante que contenía, lo acarició y rezó para que llegara pronto el momento de entregárselo a su amada.
Al oír que llamaban a la puerta, dejó el anillo en su sitio y fue a abrir.
Al hacerlo, se quedó de piedra.
Al otro lado de la puerta, Lily sonrió nerviosa. Logan no sabía cómo había llegado hasta allí, pero tampoco le importaba. De repente, todo era felicidad y, sin dudarlo, la tomó entre sus brazos y la besó.
– Te quiero y no podía estar sin verte -declaró Lily.
– No sabes cuánto me alegro de oírte decir eso.
– Ante todo, quiero que sepas que les he cedido mi parte del hotel a mis hermanas. Ahora, podré ir al hotel siempre que quiera, pero ya no tendré que trabajar allí. Las dos últimas semanas sin verte se me han hecho interminables y, dado que me encanta tu ciudad y trabajar contigo… ¿te he dicho que te quiero?
– Sí, pero puedes repetirlo todas las veces que quieras -rió Logan cerrando la puerta y comenzando a desnudarla-. Por cierto, me encanta esta costumbre tuya de no llevar nunca sujetador. Por favor, no te lo pongas jamás.
– Bueno, supongo que, cuando tenga hijos, no tendré más remedio…
– ¿Te refieres a tener hijos conmigo? -preguntó Logan muy serio.
– Eso espero porque, con lo guapo que tú eres, me saldrían unos hijos fabulosos.
Logan sintió que el aire no le llegaba a los pulmones.
– Entonces, ¿eso quiere decir que te quieres casar conmigo?
– Hombre, si me lo pides…
– Dios mío, Lily… espera un momento -dijo Logan tomándola de la mano y llevándola por el pasillo hasta su habitación-. Toma -añadió entregándole la cajita que tenía guardada en el armario.
Lily se quedó mirándola.
– Logan.
Logan abrió la caja. En su interior había un diamante de forma cuadrada montado sobre una estructura muy sencilla de platino.
– ¿Es para mí?
– Claro.
– Pero… madre mía, es precioso.
– Tan precioso como tú. Por favor, Lily, di que sí.
Lily sintió que una lágrima le resbalaba por la mejilla.
– ¿Qué te parece por supuesto que sí? Logan esperó a que Lily se pusiera el anillo en el dedo para agarrarle la mano y besársela.
– Te quiero -declaró.
– Nunca me canso de escucharlo -contestó Lily.
– No te lo vas a creer, pero, justo cuando has llegado, estaba mirando el anillo preguntándome cómo demonios iba a pedirte que te casaras conmigo, cómo iba a conseguir que fuéramos «nosotros» de manera oficial -dijo tomándola en brazos y dándole vueltas en el aire.
– Eso también me gusta cómo suena.
– A mí también me gusta, Lily. A mí también me gusta.
Jill Shalvis