– Se ha enamorado de ella -comentó Dylan-, pero está engañándose a sí mismo.
Conor se echó a reír. Dylan era muy rápido en sacar conclusiones, pero en aquello se equivocaba. Lo último que quería era enamorarse de Olivia Farrell. Efectivamente, se sentía muy atraído por ella. ¿Qué hombre no lo estaría? Era una mujer muy hermosa, pero, a pesar de todo, no había nada más.
– Te olvidas de que me criaron con las mismas historias que a ti. Sé lo que ocurre cuando un Quinn se enamora. ¡Diablos! Es mejor que me tire de un acantilado y les ahorre a todo el mundo los problemas.
– Me sorprende que no hayamos salido todos con daños psicológicos -musitó Dylan.
– Tal vez los tengamos -dijo Brendan-. No veo a ninguno de nosotros embarcándose en una relación de verdad. En algo permanente, que dure más de un mes. Somos seis tipos que no estamos mal físicamente, con buenos trabajos… ¿Qué no los impide?
En realidad, Conor se había hecho muchas veces la misma pregunta. No podía negar que la actitud de su padre tenía algo que ver en cómo se relacionaba con las mujeres. Recordaba todas las historias. También recordaba a su madre y el dolor que había sentido cuando ella se había marchado.
Olivia Farrell le haría sentir de nuevo aquel dolor. Sin embargo, no se lo consentiría. No iba a enamorarse de ella porque, tan pronto como llegaran a la costa, iba a llamar a la comisaría e iba a conseguir que lo trasladaran a otro caso. Olivia Farrell no tendría la oportunidad de derrotar a un Quinn.
Olivia no estaba segura de dónde estaba cuando abrió los ojos. Solo sabía que no tenía frío y que había dormido profundamente por primera vez desde hacía días. No sabía dónde estalla, pero se sentía a salvo.
– Buenos días.
Asustada al oír una voz que no le resultaba familiar, Olivia se sentó en la cama de un salto. Sin embargo, la voz poco familiar venía con un rostro muy conocido. Un hombre muy guapo, con el mismo pelo oscuro y el mismo color de ojos que Conor, estaba sentado frente a la pequeña mesa del comedor, leyendo el periódico. Entonces, ella frunció el ceño, como si tratara de recordar su nombre.
– Brendan -dijo él.
– Brendan, ¿dónde estamos? -preguntó, mirando a su alrededor.
– En Hull. Hemos llegado hace cuatro o cinco horas.
– ¿Dónde está Conor? -quiso saber ella, tras darse cuenta de que eran más de las dos de la tarde.
– Ha salido para buscar un lugar seguro en el que puedas alojarte.
– ¿Y tu otro hermano?
– ¿Dylan? Ha salido a comprar algo de comer.
– Entonces, tú fuiste el que sacó la pajita más corta y se vio obligado a cuidar de mí, ¿no?
– Como mi padre solía decir, una cabeza sabia mantiene la boca cerrada. O algo por el estilo.
Aunque parecía indicar lo contrario, Olivia habría jurado que Brendan acababa de echarle un piropo.
– Bueno, al menos alguien quiere pasar el tiempo conmigo. Tu hermano se comporta como si tuviera que llevar a una prima con acné al baile de fin de curso.
– Mi hermano se toma sus responsabilidades muy en serio -replicó él, sacando una taza-. Algunas veces demasiado en serio.
Aquel comentario azuzó la curiosidad de Olivia. Sabía tan poco sobre el hombre que se había hecho con el control de su vida que pensó que tal vez Brendan podría sacarla un poco de su ignorancia. Cuando el joven le dio una taza de café, ella se incorporó sobre la manta.
– Háblame de él. ¿Por qué es siempre tan gruñón?
– ¿Te apetece algo de desayunar? -replicó él, sin contestar su pregunta-. Puedo prepararte unos huevos y creo que tengo un poco de beicon. Dylan va a traer zumo de naranja y, cuando llegue Conor, podremos enviarlo a por…
– Conor está aquí.
Brendan y Olivia miraron hacia la entrada al camarote y se encontraron a Conor observándolos. Rápidamente bajó los escalones y se colocó en medio de la cabina. Comparado con la alegre disposición de Brendan, Conor pareció haber helado los rayos del sol al entrar en el barco. Olivia levantó sus defensas, lista para protegerse del malhumor de Conor,
– Brendan nos iba a preparar algo de desayunar.
– Estoy seguro de ello -musitó Conor, enviando a su hermano una mirada asesina-. En lo que se refiere a las damas, él sabe muy bien lo que hay que hacer.
– ¡Oye! -exclamó Brendan-. Yo solo estaba siendo…
Conor levantó una mano para interrumpir a su hermano. Entonces, se volvió a Olivia.
– Venga. Tenemos que marcharnos. He encontrado un lugar en el que nos podremos esconder durante un rato. Recoge tus cosas y vayámonos.
– ¿Cosas? ¡Pero si no tengo nada!
– Mejor -replicó él, agarrándola del brazo para ponerla de pie-. Entonces, no tendré que esperar mientras te aplicas el lápiz de labios y te rizas el pelo.
– Eres encantador, ¿verdad, hermano? No me extraña que las mujeres se peleen por ti…
Aquella vez, la mirada que Conor echó a su hermano fue puro veneno. Olivia decidió que, probablemente, era mucho mejor dejarse llevar por el plan antes de que los hermanos llegaran a las manos por un simple desayuno.
Se atusó el cabello y luego se acercó a Brendan, dedicándole una afectuosa sonrisa.
– Gracias por tu hospitalidad y por ayudar a rescatarme.
Brendan le devolvió la sonrisa y, entonces, le tomó la mano y, tras llevársela a los labios, depositó un beso sobre las puntas de los dedos de la joven.
– El placer ha sido todo mío.
Conor gruñó impacientemente y rápidamente apartó la mano de Olivia de la de su hermano.
– Brendan también es muy famoso por sus besitos de despedida. Disfraza sus motivos tan bien, que las mujeres en realidad se sienten bien cuando él las deja.
Con eso, Conor tiró de Olivia y la sacó del barco. Cuando llegaron al muelle, ella se volvió hacia su protector y tiró fuertemente del brazo por el que él la tenía agarrada.
– Ya puedes dejar de ejercer tu poder sobre mí -dijo ella-. Ya no hay necesidad de presumir delante de tu hermano.
– Créeme. Si no hubiera regresado cuando lo hice, un desayuno no habría sido lo único que habríais compartido.
Olivia se quedó boquiabierta ante aquella increíble sugerencia.
– Bueno, en ese caso supongo que tengo suerte de tenerte para que me protejas.
Echó a andar rápidamente por el muelle, decidida a poner algo de distancia entre ellos. Sin embargo, unos segundos después, él volvió a ponerse a su lado, mirando a su alrededor como si estuviera calculando de dónde iba a venir el siguiente ataque y listo para ponerse entre ella y una bala.
Mientras iban saliendo del puerto, Olivia trató de mantener si indignación, pero, en realidad, todo aquello parecía no tener importancia y resultar algo infantil. Aquel hombre estaba dedicado en cuerpo y alma a mantenerla con vida y lo único que ella hacía era quejarse.
Dylan los estaba esperando, apoyado contra el lateral de un Mustang rojo, cuyas llaves le entregó a Conor. Entonces, abrió la puerta para Olivia.
– Si encuentro una sola abolladura, un arañazo, te prometo que me las pagarás.
Cuando Conor y ella estuvieron dentro, Olivia se volvió a él deseosa de arreglar las cosas entre ellos. Sin embargo, encontró que la expresión de él resultaba tan distante, que cambió de opinión. Para cuando llegaron a un motel, en la carretera de Cohasset, Olivia había decidido que era mejor no abrir la boca.
Conor la ayudó a salir del coche y luego se metió la mano en el bolsillo y se sacó una llave del bolsillo. Cuando abrió la puerta, se hizo a un lado. Entonces, Olivia pudo comprobar lo mucho que había bajado su nivel de vida. La habitación parecía sacada de una película de terror. Había una cama de hierro contra la pared y papel pintado, completamente desteñido, en tonos verdes y naranjas. El suelo de linóleo estaba marcado con quemaduras de cigarrillos y la habitación olía a humo y a humedad. Lentamente, se dirigió al cuarto de baño, temerosa de lo que podría encontrar allí. Sin embargo, todo estaba muy limpio. Los viejos sanitarios relucían y olía a un fuerte desinfectante.