El sabor de su boca era como una droga, tan adictiva que Conor habría sido capaz de todo para volver a saborearla una vez más. Nunca antes había sentido la obsesiva atracción que experimentaba por Olivia. Su cerebro se nublaba con el fresco aroma de su cabello y las cálidas sensaciones que le proporcionaba la lengua.
Necesitó de toda su fuerza de voluntad para apartarse de ella. La miró fijamente y observó cómo abría por fin los ojos.
– Quiero que sepas que mentí en todo lo que dije por teléfono. Besarte no me resulta difícil. Es no hacerlo lo que me cuesta.
Esbozó una trémula sonrisa, pero esta desapareció rápidamente cuando alguien llamó a la puerta. Miró a Conor con desesperación y él sonrió.
– Te prometo que todo irá bien. Él se puso de pie y extendió una mano para ayudarla a que hiciera lo mismo. Avanzó hacia la puerta, con la mano de Olivia todavía en la suya. Quería sentirla todo el tiempo que fuera posible. Cuando, aquella noche, estuviera solo en su apartamento, podría recordar la delicadeza de sus dedos y la dulzura de su voz. Podría recordar todos los segundos que había pasado con ella.
Con mucho cuidado, apartó la cortina y vio a Don Cariyie. Entonces, llevó a Olivia a la cama, sobre la que Tommy se había tumbado sobre una de las almohadas.
– Espera aquí. Solo tardaré un minuto Conor salió al exterior y cerró la puerta tras él.
– ¿Cuál es el plan? -le preguntó a Cariyie.
– Tengo un lugar para ella en Framingham. Sampson está esperando en el coche. Bueno, ¿qué es lo que le pasa? ¿Siente debilidad por los policías o es una de esas mujeres que se sienten atraídas por todo lo que lleve pantalones?
La furia que sintió fue tan intensa, que Conor no pudo pensar antes de actuar. Con un rápido movimiento, inmovilizó a Cariyie contra la puerta.
– Si intentas algo con ella, aunque sea mirarla de perfil, te meteré la mano en la boca y te volveré del revés. ¿Me oyes?
– Sí, claro -susurró Cariyie-. Vaya, Quinn, ¿qué diablos te pasa? Tú eres el que pidió que te sustituyera.
– Recuerda lo que te acabo de decir. Es una dama. Trátala en consecuencia -concluyó Conor, soltando a su amigo.
Tras aquel intercambio, volvió a abrir la puerta, entrando acompañado de Cariyie. Olivia seguía tumbada en la cama, triste y vulnerable, abrazando a su gato.
– El detective Cariyie te va a llevar a un lugar seguro. Si necesitas algo… aunque sea ropa interior, pídeselo. ¿De acuerdo?
Entonces, agarró el abrigo de ella, que estaba sobre la cama y lo sujetó para que Olivia pudiera ponérselo. A continuación, ella le dio un beso a Tommy y lo metió en la caja.
– ¿Un gato? -preguntó Cariyie-. No nos podemos llevar un gato.
– Pero yo…
– Yo me lo quedaré. Estará conmigo hasta que tú puedas ir a recogerlo después del juicio -dijo Conor.
Aunque odiaba al animal, sabía que poder devolvérselo a su dueña le daría una nueva oportunidad de ver a Olivia. Cuando todo aquello hubiera terminado y ella ya no fuera una testigo ni él el policía encargado de protegerla. Pasar unas pocas semanas con Tommy El Terrorífico era un precio muy pequeño.
– ¿De verdad?
– Claro. Para cuando vengas a recogerlo, ya seremos los dos buenos amigos.
– Gracias -murmuró ella, dándole un beso en la mejilla. Entonces, agarró su bolso y se marchó.
Conor la siguió, y, tras mirar por última vez a su alrededor, salió detrás de ella y Cariyie con la caja bajo el brazo.
Antes de que se diera cuenta, la madera de la puerta se astilló a la altura de su cabeza. Al mirar al aparcamiento, vio el destello de otro disparo, que destrozó el cartel del hotel. Sin soltar la caja, agarró a Olivia y la tiró al suelo, cayendo delante del Mustang de Dylan.
– Quédate aquí -susurró él, entregándole a Olivia la caja-. Y no levantes la cabeza.
Conor sacó su pistola y miró a su alrededor. Cariyie estaba agachado tras otro coche, disparando. Desde otro lugar del aparcamiento, Sampson había sacado su pistola y estaba apuntando. Conor volvió junto a Olivia y agarró la caja.
– Vamos a meternos en el coche -le dijo-. Saca al gato de la caja y agárralo con fuerza. Es mejor que te lo metas debajo del abrigo. Tenemos que actuar con rapidez.
Olivia hizo lo que él le había pedido y los dos se dirigieron hacia la puerta del copiloto del coche. Conor la abrió e hizo que ella se metiera. Luego, volvió hacia el lado del conductor, que estaba en la línea de fuego y, tras gritarle a Cariyie que lo cubriera, trató de subirse. Casi lo había conseguido cuando sintió un agudo dolor en el costado, como si alguien le hubiera metido un hierro al rojo entre las costillas. El dolor le cortó la respiración.
«No te rindas ahora. Tienes que sacarla de aquí», se dijo.
A pesar del dolor, consiguió cerrar la puerta y arrancar el coche. Metió la marcha atrás y salió hacia la carretera. Afortunadamente, Cariyie y Sampson consiguieron retener a los hombres de Keenan tras reventarles las ruedas del coche negro que había aparcado a la entrada del aparcamiento.
Cuando se hubieron alejado, él la miró. Tenía los ojos cerrados y los labios se movían en silencio, como si estuviera rezando. El gato la miraba con adoración, encantado de estar entre sus brazos.
– Lo hemos conseguido -dijo él.
– ¿Cómo nos han encontrado? -preguntó ella, incorporándose poco a poco en el asiento.
– Es alguien del departamento. Supongo que ahora estamos solos…
Conor empezó a sentir náuseas, pero luchó para guardar la consciencia. No quería sacar el coche de la carretera, por lo que se detuvo en el arcén. A la luz de una farola, vio la sangre que le cubría la mano.
– Creo que es mejor que conduzcas tú – murmuró Conor, agotado por el esfuerzo.
– ¿Yo? ¿Por qué?
– Muévete -dijo él.
Salió del coche, pero necesitó toda su fuerza para poder rodear el coche sin caerse. Sentía las piernas como goma y, de repente, se puso a temblar sin razón alguna. Cuando volvió a meterse en el coche, el dolor era insoportable.
– ¿Dónde vamos?
– Tenemos que volver a Hull -replicó Conor-. Con Brendan y el barco. ¿Te acuerdas de cómo llegar allí?
– Creo que sí. ¿Te encuentras bien? Parece que vayas a vomitar.
– Estoy bien -mintió él-. Solo ve allí. Cuando ella arrancó el motor, Conor cerró los ojos, seguro de que ella podría llevarlo al barco, a la seguridad. Se sentía muy cansado. Por mucho que trataba de abrir los ojos, no podía hacerlo. La oscuridad lo envolvió completamente.
Capítulo 5
Olivia se mordió el labio inferior y arrancó el coche, rezando en silencio para que Dios evitara que se viera implicada en un accidente. Sin embargo, cuando se dio cuenta de cómo eran las marchas, supo que las oraciones no le servirían de nada. El coche tenía un cambio de marchas manual, no automático, y ella solo había conducido coches automáticos.
– No puedo hacerlo -dijo, mirando a Conor.
Tenía los ojos cerrados. Sabía que había estado trabajando mucho, pero aquel no era momento para quedarse dormido. Olivia extendió una mano y le sacudió el brazo. La mano de él cayó entre los asientos. Estaba húmeda y pegajosa. Era sangre.
– ¿Conor? ¿Conor, te encuentras bien? Él abrió los ojos a medias y, al principio, no pareció reconocerla.
– ¿Ya hemos llegado?
Olivia se inclinó sobre él para examinarle el brazo y rápidamente encontró el origen de la sangre. La camisa estaba empapada en todo el costado. Ella se sintió mareada y tuvo que respirar profundamente.
– No, no, no…
Agarró la palanca de cambios y estudió el pequeño diagrama que había dibujado en la parte superior. Entonces, apretó el embrague.
– No, no, no… Aguanta, por favor. No te mueras. No te atrevas a morirte. Voy a llevarte a un hospital.
– No -musitó él-. A un hospital no. Llévame con Brendan. Él sabrá lo que hacer.