Olivia dejó las bolsas en la cama y sacó al gato del camarote. Cuando Conor y ella volvieron a estar solos, abrió cuidadosamente los recipientes de plástico.
– Tenemos hamburguesa y hamburguesa con queso.
– Mi hermano tiene gustos muy básicos en lo que se refiere a la comida.
Olivia sacó una patata frita y la sostuvo delante de la boca de Conor, que la devoró rápidamente. Le pareció que era la mejor patata que había probado nunca. Se preguntó si tenía más que ver con la compañía que con la calidad del cocinero.
Cuando hubieron terminado, Olivia lo recogió todo y sacó la basura a la cocina. Cuando regresó, se quedó en la puerta.
– Bueno, creo que debería dejarte descansar. Voy a ver si encuentro algún sitio para…
– No. Quédate aquí. Dormiré mejor si sé que estás a mi lado.
– Me quedaré hasta que te duermas -dijo ella, sentándose en el borde de la cama.
– De acuerdo. Cuéntame una historia – pidió, tras cerrar los ojos-. Cuando éramos niños, mis hermanos y yo siempre escuchábamos una historia antes de dormir.
– ¿Sobre qué?
– De hadas, gnomos y duendes.
– Bueno yo me sé la historia de Thumbelina.
– ¿Es un hada irlandesa?
– No, creo que se trata solo de un cuento de hadas.
– Supongo que tendrá que servir. Adelante.
Aunque la historia parecía ser una recopilación de diferentes películas de Disney, a Conor no le importó. Solo quería escuchar la voz de Olivia, saber que estaba a salvo. Cuando ella introdujo un grillo en la historia, Conor le agarró la mano y se puso a juguetear distraídamente con sus dedos.
Aquel gesto hizo que ella dudara, como si el contacto le hubiera borrado las palabras de la cabeza. Con la historia, prosiguió la exploración de la suave piel de la muñeca y del brazo. De repente, él tiró de ella, hizo que se tumbara a su lado y la tomó entre sus brazos. Finalmente, pudo cerrar los ojos y dormir.
Conor se despertó muchas veces. Sin embargo, ella durmió profundamente. Como estallan en medio del mar, Conor estaba seguro de que estaba a salvo. Aunque siempre había odiado aquel barco, se sintió agradecido porque la vieja máquina les hubiera puesto a salvo.
Salem era un puerto muy concurrido. El barco podría atracar y volverse a marchar sin que nadie prestara demasiada atención. A pesar de que Conor quería seguir planeando lo que harían a partir de entonces, a su cerebro le costaba concentrarse durante demasiado tiempo. En vez de eso, se acurrucó contra
Olivia y volvió a cerrar los ojos.
No supo el tiempo que había estado durmiendo, pero se despertó cuando el barco estaba atracando. Olivia se movió ligeramente y él la agarró con fuerza para evitar que se cayera de la cama. Cuando se puso rígida, Conor supo que se había despertado.
– Solo estamos atracando -dijo él, sabiendo que aquellos movimientos la habían alarmado.
Ella no respondió, solo levantó la cara y lo miró a los ojos. Conor se inclinó sobre ella y la besó. No había esperado que ella respondiera, pero cuando lo hizo, profundizó el beso y se perdió en el dulce sabor de su boca.
Conor sintió que le resultaba imposible resistirse y supo que no quería luchar más. Llevaba solo mucho tiempo y, por primera vez en su vida, había encontrado a alguien que podría hacerle derribar todas las barreras que se había construido a su alrededor. Olivia había tocado algo dentro de él que no sabía que existía.
Su hermoso cabello se extendía por la almohada. Conor lo acarició, sintiéndolo como si fuera oro líquido entre los dedos. Ella gimió suavemente. Entonces, Conor sintió que la necesidad que Olivia sentía de él era tan fuerte como la suya propia. Aunque hubiera podido pasarse la noche entera solo besándola, la necesidad de explorar aquel cuerpo perfecto era demasiado urgente.
Una voz dentro de él le dijo que pasar la noche en la misma cama que ella era ir contra las reglas. Hacer el amor con ella podría terminar con su carrera.
– ¿Por qué sabes tan bien? Quiero parar, pero no puedo…
– Hay reglas contra esto -le recordó Olivia mientras le lamía un pezón-. Y contra esto -añadió, acariciándole suavemente el vientre.
Conor ya había decidido olvidarse de las reglas. Alguien del departamento había estado a punto de matarlos. Se suponía que la policía debía proteger a los ciudadanos. Si ni ellos mismos podían cumplir una regla básica, él tampoco lo haría.
– De ahora en adelante, haremos nuestras propias reglas. Y la primera de todas es que no habrá más reglas…
– Me gusta…
Conor rió suavemente y volvió a capturar la boca de Olivia con la suya. Trató de acercarla más contra su cuerpo, pero, al moverse, sintió un fuerte dolor en el costado.
– No creo que vayamos a poder. Casi no puedo moverme…
– Entonces, no lo hagas -dijo ella, colocándose a horcajadas encima de él-. Regla número dos. Debes quedarte muy quieto.
Ella lo besó dulcemente, y se apartó cuando él quiso más. Al sentir que Olivia se erguía, deslizó las manos bajo el jersey y gozó con la delicadeza del cuerpo que descubrió.
Parecía que ella estaba hecha para él. Cada curva encajaba perfectamente en sus manos. Aunque nunca la había tocado de aquel modo, era como si el instinto le dijera cómo debía hacerlo.
Con otras mujeres, solo había cubierto sus necesidades, pero con Olivia era diferente. Quería que ella gozara del mismo modo que él. Necesitaba ver cómo el deseo se apoderaba de ella hasta que nada pudiera apartarlos de lo inevitable.
Conor deslizó las manos por el cuerpo de ella hasta sentir bajo las palmas las suaves curvas de sus pechos. Como si hubiera estado esperando aquel gesto, Olivia se despojó del jersey.
Él se había burlado de la obsesión que sentía por la ropa interior, pero en aquel momento lo comprendió todo. El encaje de la camisola que llevaba puesta le ofrecía una su-gerente visión de sus pechos y se pegaba a su cuerpo como una segunda piel, destacando los suaves abultamientos de sus pezones.
Olivia, sin dejar de mirarlo a los ojos, se quitó también la camisola. Al contemplarla, Conor sintió un nudo en la garganta. Era la mujer más hermosa que había visto nunca. Su piel era luminosa. En aquel momento, supo que la deseaba más que a nada del mundo.
Extendió la mano y le acarició un pecho, haciendo que el pezón se irguiera aún más con las caricias del pulgar. ¿Qué golpe de fortuna había hecho que Olivia entrara en su vida? ¿Qué había hecho él para merecerla? Fuera lo que fuera, pensaba disfrutar mientras durara. Nunca podría esperar que Olivia quisiera un futuro con él.
Sentía que se estaba enamorando de ella, de sus hermosos ojos y de su increíble cuerpo. Lentamente, le deslizó la mano por la nuca, haciendo que se inclinara sobre él. Anhelaba besarla, sentir su piel contra él, despertar suavemente su deseo. Quería que aquello durara todo lo que fuera posible, ya que no sabía si volverían a tener la oportunidad. Sin embargo, cuanto más la tocaba, más irresistible le parecía.
Entonces, Olivia se levantó y se quitó los vaqueros. A continuación, él hizo lo mismo con sus calzoncillos. Para cuando ella sacó un preservativo de la mesilla de noche de Brendan, Conor estuvo seguro de que había perdido la batalla.
Olivia volvió a colocarse a horcajadas sobre él y, muy lentamente, lo acogió dentro de ella. Durante un largo momento, no se movió. Solo con verla, Conor estuvo a punto de alcanzar el clímax. Entonces, como si fuera un sueño, ella empezó a cabalgar sobre él, suavemente al principio para luego incrementar el ritmo. Él la agarró de la cintura y la frenó, hasta que Olivia estuvo a punto de unirse a él en el placer. Esperó hasta que escuchó los gemidos de gozo y hasta que sintió la tensión que le atenazaba el cuerpo.
Cuando ella estuvo lista, la tocó justo en el punto por el que estaban unidos. Olivia se quedó inmóvil y entonces, se tensó a su alrededor con un exquisito espasmo. Murmuró su nombre una y otra vez hasta que Conor se derramó dentro de ella.