Capítulo 6
– ¿Qué diablos estás haciendo?
Cuando Conor salió del camarote, dos de sus hermanos le estaban bloqueando la salida.
– ¿Qué queréis decir?
– Ella está en cubierta y creo que está llorando -dijo Dylan-. ¿Qué le has hecho?
– Nada. Solo estoy haciendo mi trabajo.
Esto es todo.
– La has seducido, ¿verdad? -afirmó Dylan-, te has acostado con una testigo…
– Yo no…
– Venga ya -intervino Brendan-. Solo hay que mirar el rostro de esa mujer para saber lo que pasó en mi camarote anoche. Y en mi cama. Tenía un aspecto pleno, satisfecho.
Y sabiendo tu falta de preparación en lo que se refiere a los asuntos del corazón, estoy seguro de que lo único que tengo que hacer es contar los preservativos que tengo en la mesilla para saber lo verdaderamente especial que fue la noche.
– De acuerdo -admitió Conor-. Tuvimos… cierta intimidad. No me digáis que nunca habéis perdido el control con una mujer.
– Yo no -dijo Dylan.
– Nunca -confesó Brendan.
– Bueno, pues ya os pasará algún día y entonces sabréis lo que es. No pude evitarlo. Me parecía… no era lo que tenía que hacer. Yo… me preocupo por ella -concluyó antes de rodearlos e ir a la cocina a tomar una taza de café-. Papá siempre nos previno contra las mujeres. Anoche no me importó nada de eso. Anoche quería olvidarme de sus palabras…
– Entonces, ¿qué piensas hacer ahora? – preguntó Dylan.
Conor agradeció el cambio de tema. Dado que había admitido su debilidad, no quería hablar más del tema. No estaba seguro de lo que había significado para él lo que había ocurrido la noche anterior, pero sabía que había cambiado algo muy dentro de él, que había abierto una puerta que siempre había mantenido cerrada…
– He llamado a mi compañero.
– Me refería a qué es lo que piensas hacer con Olivia. Si yo fuera tú, me disculparía enseguida y le daría las gracias a los astros por hacer que una mujer como ella entrara en mi vida.
– Bueno, pero yo no soy tú, Dylan. Danny nos ha encontrado un lugar en donde alojarnos.
– ¿ruedes confiar en él? -preguntó Brendan.
– Solo hace tres meses que lo trasladaron.
Ni siquiera el policía más corrupto lo consigue tan rápido. Su abuela acaba de mudarse a Florida y él tiene que venderle el piso. Sigue amueblado y me ha dicho que podemos quedarnos allí todo el tiempo que queramos.
– Es decir, que vas a jugar a las parejitas con Olivia hasta el día del juicio -comentó
Dylan.
– Estoy protegiéndola.
– Es una mujer estupenda, Conor -dijo
Brendan-. No querría verla sufrir más de lo que ya lo ha hecho… Y no estoy hablando de balas.
– Yo tampoco -murmuró Conor, preguntándose que tal vez ya le había hecho daño simplemente haciéndole el amor. Sabía que él no podía ofrecerle todo lo que ella necesitaba.
Sin embargo, muy pronto se verían libres para marcharse por caminos separados. La cuestión era si podrían hacerlo…
– Ahora todo me parece algo irreal -dijo él-. Los sentimientos se magnifican por las circunstancias. Ella no sabe lo que siente realmente. Para ella, soy un héroe. Creedme, si le dais tiempo, se dará cuenta de lo que soy realmente.
– ¿Y si cuando lo haga no se da la vuelta ni sale corriendo? -preguntó Dylan.
– ¿Te has parado a pensar alguna vez que ella podría ser la mujer de tu vida? -le sugirió Brendan.
– Tal vez, pero no quiero pensarlo ahora. En lo sucesivo, tengo que concentrarme en mi trabajo y en nada más.
– Espero que sepas darle una oportunidad -murmuró Brendan mientras subía las escaleras de cubierta.
Conor y Dylan subieron también y se encontraron a Olivia sentada, con las manos en el regazo. Se había recogido el pelo en una coleta y no llevaba maquillaje. Tanto a la luz del sol como a la de una lámpara, a Conor le parecía la mujer más hermosa que había visto jamás.
– Estoy lista -murmuró, poniéndose de pie.
Si tuviera opción, a Conor le habría gustado poder tomarla de la mano y llevársela al camarote para besarla y aliviar la tensión que se había creado entre ellos. Incluso tal vez pudieran quedarse en el barco… Al darse cuenta de lo que había pensado, Conor se maldijo. Ella ya estaba haciéndole que cuestionara sus decisiones.
– Le dije a Olivia que yo cuidaría de
Tommy -explicó Brendan-. Parece gustarle el barco y a mí me podría venir bien la compañía. Cuando todo haya vuelto a su cauce, podrá venir a recogerlo.
– Gracias -dijo Olivia, dándole un beso en la mejilla.
Fue solo un beso de gratitud, pero a Conor no le gustó. Conocía a Brendan demasiado bien y sabía que podría muy bien seducir a cualquier dama con su encanto, una habilidad de la que carecía.
– Sí, gracias -dijo él, agarrándola. Olivia se despidió luego de Dylan. Conor vio cómo su hermano le rodeaba la cintura con las manos para ayudarla a saltar al muelle. Luego, bajó tras ella para ayudar a Conor. Este prefirió apretar los dientes y bajar al muelle él solo, a pesar del fuerte dolor que sintió en el costado.
Los dos hermanos los acompañaron hasta el coche. Cuando llegaron al vehículo, Dylan le dio las llaves a su hermano y luego, galantemente, abrió la puerta para Olivia. Antes de cerrarla, se inclinó sobre ella y le susurró algo al oído. La joven se echó a reír y se despidió de él. Conor arrancó el coche y se alejó rápidamente del puerto. Mientras atravesaban la ciudad, ninguno de los dos dijo ni una sola palabra. Cuando se dirigían hacia la autopista, Conor se giró un poco para mirarla. Deseaba saber lo que Dylan le había dicho, pero era demasiado orgulloso como para preguntárselo. Olivia iba mirando al frente, con las manos en el regazo, como si estar sentada a su lado la incomodara mucho.
De repente, Conor vio un cartel que indicaba que había un supermercado. Sin pensarlo, se metió en el aparcamiento.
– ¿Dónde vamos?
– Ya lo verás -respondió él, con una sonrisa.
Tras aparcar cerca de la entrada, saltó del coche para abrirle la puerta, pero ella ya se había bajado. Conor la tomó de la mano y la llevó hacia la tienda. Tras tomar un carrito, la acompañó hasta el departamento de lencería. Entonces, se sacó la cartera y, tras extraer una tarjeta de crédito, se la dio a Olivia.
– ¿Para qué es eso?
– Para que te compres ropa interior. A cuenta del departamento de policía de Boston. Compra lo que quieras.
– ¿Ropa interior?
– Sé que estás acostumbrada a marcas de diseño, pero esto es lo único que puedo ofrecerte por ahora. Y compra cualquier otra cosa que necesites.
Tras lanzar un grito de alegría, Olivia lo abrazó con fuerza. Su enfado había desaparecido. Entonces, lo miró a los ojos durante un largo momento. Conor tuvo que contenerse para no besarla. Dejó a un lado los vivos recuerdos de los besos que habían compartido, pero al final no pudo resistirse y le robó uno más.
Inclinó la cabeza y la besó dulcemente, lo suficiente para satisfacer su anhelo. Entonces, Olivia se dio la vuelta y empezó a elegir entre los diferentes modelos. Al principio, Conor se limitó a observar, pero, cuando ella se fue al probador, se acercó a una sección de prendas negras. Tomó un par de braguitas, poco más que un poco de encaje y dos tiras de raso y las estudió durante un momento.
– ¿Puedo ayudarlo? -le preguntó una vendedora.
– No… Solo estaba esperando a alguien.
– No estará pensando robar esas braguitas, ¿verdad?
– Soy policía -replicó él, sacando su placa. Justo en aquel momento, Olivia salió del probador.
– Bueno, ya está -dijo ella, echando lo que había elegido al carrito-. ¿Podemos mirar unas camisetas y unos jerseys?
– Claro -respondió Conor, echando las braguitas negras disimuladamente al carrito. Entonces, sonrió a la vendedora-. Venga, vayámonos.
Recorrieron toda la tienda. Olivia se detuvo a mirar en casi todos los departamentos. Cuando llegaron a la sección de caballeros, ella eligió un par de camisas de franela y tres camisetas. Aunque no comentó nada, a Conor le agradaba que ella le hubiera elegido su ropa. Era un gesto familiar, íntimo.