– Antes de marcharnos, necesitamos comprar algunas cosas en la farmacia, como vendas, alcohol y esparadrapo -dijo él, cuando ya llevaban una hora en la tienda.
– Oh… Lo siento. Se me había olvidado por completo tu herida. Vamos.
De camino a la farmacia, pasaron por la sección de ropa interior masculina. Entonces, él recordó que no le vendrían más unos cuantos calzoncillos más. Seguía teniendo la esperanza de que Olivia volviera a verlo en ropa interior y no estaba seguro de cómo serían los que le había llevado Dylan. Rápidamente, agarró unos cuantos y los echó en el carrito.
Cuando llegaron a la caja, Olivia sacó todo lo que habían comprado y lo puso en la cinta. Cuando encontró las braguitas negras, las tomó y miró a Conor. Él sonrió y se encogió de hombros.
– ¿Cómo han llegado esas braguitas al carro?
Durante un momento, pensó que las iba a devolver, pero luego las colocó junto a las otras con una sonrisa en los labios. Conor suspiró, imaginándosela con ellas puestas.
Mientras salían de la tienda, él consideró las posibilidades que contenían aquellas compras. Aunque sabía que debería olvidarse de aquello, Conor no pudo evitar pensar lo que les ofrecería su siguiente noche juntos.
– Es un complejo para jubilados – murmuró Olivia, a la entrada del bloque de apartamentos en el que estaba el de la abuela de Danny-. No creo que vayamos a pasar desapercibidos aquí.
– Tal vez no, pero también es el último lugar en el que nos buscaría Red Keenan. Dudo que los inquilinos de este lugar tengan muchas conexiones con el mundo de la delincuencia. Y es gratuito. Así nadie podrá encontrarnos.
Olivia había aprendido a sospechar de todos. Se suponía que iban a estar seguros en el motel y Conor había resultado herido.
– ¿Estás seguro de que puedes confiar en tu compañero? ¿Y si le dice a alguien dónde estamos?
– No lo hará. Tal vez no tenga mucha experiencia, pero es un buen tipo -comentó Conor, mientras buscaban el edificio en el que se encontraba el apartamento y aparcaban. Antes de salir del coche, se volvió a mirarla-. Necesitamos una historia.
– ¿Con hadas y gnomos?
– No, una tapadera. Algo que contar a los que nos pregunten.
– Podríamos decir que hemos alquilado el apartamento mientras Danny lo vende. Así ayudamos a que su abuela disponga de un poco más de dinero.
– Muy bien. Nos convierte en personas agradables. Y creo que deberíamos decir que estamos casados.
– ¿Cómo?
– Tiene sentido. Seguramente aquí hay muchas personas que no aprueban las relaciones prematrimoniales… bueno, ya sabes qué relaciones. Una pareja que vivan juntos sin estar casados podría levantar muchos chismes.
– De acuerdo. Les diremos que somos recién casados. Que nos fugamos la semana pasada.
– ¿Que nos fugamos?
– No tenemos anillos.
– De acuerdo. Esto se te da muy bien…
– Tengo un buen maestro -replicó ella-. Por cierto, ¿cómo vamos a explicar la falta de equipaje?
– Nos van a mandar nuestras cosas desde… Seattle. Y va a llevar tiempo. Después, podemos decir que el camión que las traía tuvo un accidente y que se destruyeron todas.
Olivia asintió. Se alegraba de que aquella noche fueran a dormir en un lugar decente. Se imaginó un baño y una cómoda cama. Había dormido tan poco durante los últimos días, que lo único que quería era meterse entre las sábanas y descansar durante un par de días. Sin embargo, se le ocurrió alguna otra fantasía que podría incluir a Conor.
Cada vez que pensaba en que iban a estar a solas, se imaginaba haciéndolo en la ducha, en la cama e incluso en la encimera de la cocina. No podía evitar preguntarse qué le depararía la noche. Solo de pensarlo tembló de placer.
Ni Conor ni ella habían vuelto a hablar de lo que había ocurrido la noche anterior. Cada vez que lo miraba, esperaba ver un rastro del Conor que le había hecho el amor, pero parecía haber desaparecido. En su lugar, estaba el Conor cuyo único propósito era salvarla para que pudiera testificar.
Aquello le hizo pensar un poco más en lo que había pasado entre ellos. ¿Le había hecho el amor porque sentía algo por ella o solo porque quería tranquilizarla? Turbada por aquellos pensamientos, saltó de nuevo del coche antes de que él pudiera abrirle la puerta.
Tras subir las escaleras, encontraron la llave donde Danny les había dicho. Olivia entró en el piso enseguida, ansiosa de ver el lugar donde iban a pasar los siguientes nueve días. Era un apartamento muy pequeño, pero estaba muy ordenado. Vio que, sobre la alfombra del salón, había un par de bolsas de basura.
– Son nuestras cosas de la casa de la playa -dijo ella, tras examinarlas.
Aparte del salón había un pequeño comedor y una cocina americana, completamente equipada. Al final del pasillo, había un dormitorio y un pequeño cuarto de baño.
– Es muy bonito -concluyó ella-, mucho mejor que el motel…
– Aquí estaremos a salvo y eso es lo que cuenta.
Cuando volvían a la cocina, alguien llamó a la puerta. Era una anciana.
– Hola -dijo con cierta cautela.
– Hola -replicó Conor.
– Siento interrumpirlos, pero solo quería echar un vistazo al apartamento de Lila. Aquí vive Lila Wright. ¿Son ustedes amigos de Lila? Nos gusta cuidarnos los unos a los otros. Lila se ha mudado a Florida para vivir con su hermana y…
– Soy amigo del nieto de Lila -explicó él-. De Danny Wright. Él nos lo alquila hasta que pueda venderlo, ya sabe. Así ayudamos un poco a Lila. Me llamo Conor, Conor Smith y esta es Olivia Ear… Olivia Smith. Mi esposa.
– Acabamos de casarnos -dijo Olivia alegremente.
– Y estamos muy felizmente casados -apostilló Conor.
– Creo que seremos muy felices aquí – añadió ella.
La mujer los miró dubitativamente.
– Supongo que ya sabéis que esto es un complejo residencial para jubilados. Por aquí no hay mucha emoción, a menos que contemos las discusiones que surgen por los juegos de cartas…
– Bueno, yo siempre he sido muy maduro para mi edad -la interrumpió Conor-. Además, hemos venido aquí buscando tranquilidad. Ni música alta, ni fiestas. Somos personas muy reservadas.
– Yo vivo al otro lado de la escalera. Me llamo Sadie Lewis. Enhorabuena, querida – añadió, extendiendo una mano en dirección a Olivia.
– ¿Por qué?
– Por tu matrimonio. Los dos parecéis muy felices.
– Lo somos. Muy felices -comentó Conor-. Después de todo, somos recién casados.
– En ese caso, os dejaré solos -dijo Sadie, como si hubiera entendido el mensaje-. Si necesitáis algo, no dudéis en pedírmelo.
– Claro que no. Adiós -dijo Conor, antes de cerrar la puerta.
Enseguida, Olivia se acercó a él y le dio un golpe en el hombro.
– ¡Vaya! ¿Por qué andarse por las ramas? ¿Por qué no le has dicho directamente que queríamos hacer el amor ahora mismo y que le agradeceríamos mucho si se marchaba?
– Pensé que era el modo más rápido de librarse de ella. Parece algo cotilla y las personas así siempre se quedan tanto tiempo como uno se lo permita. ¿Qué? ¿Estás avergonzada? Solo estamos fingiendo…
– No, pero no quería que esa mujer pensara que…
– ¿Pensara que estamos locos el uno por el otro?
¿Por qué no mencionaba lo que habían compartido? Olivia se mordió el labio para no hacerle directamente aquella pregunta. Ya sabía que Conor no era el tipo de hombre que revelaba sus sentimientos más íntimos.
– Tengo que cambiarme la venda -dijo él por fin-. ¿Por qué no preparas una lista de la compra y salimos por algo para cenar?
Con eso, tomó lo que habían comprado en el supermercado y se metió en el cuarto de baño.