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Conor se dirigió a la puerta y golpeó con fuerza la ventana. El guardia le abrió la puerta. Rápidamente, Conor se digirió a la salida, sin detenerse para hablar con nadie. Cuando salió al exterior, repasó de nuevo su plan.

Hasta aquel momento, cuando miró a los ojos de Ford, no había sido capaz de reconocer lo que sentía por Olivia ni había creído que pudieran tener un futuro juntos, pero ya lo sabía con toda seguridad. Estaba enamorado de Olivia. Solo hacía tres días que la conocía y ya quería pasarse la vida a su lado.

Sin embargo, no todo era tan fácil como parecía. Aunque quisiera que Olivia estuviera a su lado, no sabía si tenía un futuro que ofrecerle. Ni siquiera sabía cómo iba a salir todo aquello. Aun cuando Ford accediera al trato, él seguía enfrentándose a acusaciones muy graves, tanto que podrían costarle su trabajo. Sin empleo, ¿cómo podría planear un futuro para ellos?

– ¡Quinn!

Conor se dio la vuelta. Danny Wright se acercaba por la acera. Conor esperó a su compañero y señaló la calle en la que había aparcado su coche.

– ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Danny.

– He venido a visitar a Kevin Ford.

– ¿Que has hablado con Ford? ¡Dios santo, hombre! Mira, no quiero cuestionar tus métodos, pero todo el mundo está hablando en la comisaría. Primero, desapareces con una testigo, una mujer muy hermosa, y ahora te pones a interrogar a los acusados.

– ¿Cómo sabías que yo estaba aquí?

– Me llamó Mullaney. Me dijo que viniera a recoger mis cosas. Tardé un rato en comprender lo que me decía, pero me di cuenta de que tenías que ser tú.

– Bueno, puedes decirme todo lo que quieras, pero, en estos momentos, no te voy a escuchar. Tengo otras cosas en la cabeza. Mira, Keenan tiene un infiltrado en el departamento. Es así como nos encuentran siempre. Kevin Ford sabe quién es. Le dije que tú irías a visitarlo. Quiero que averigües todo lo que puedas y que luego lo lleves a asuntos internos. Quiero que le ofrezcan a Ford un trato por su declaración. Así Olivia no tendrá que testificar.

– Pero y si…

– Hazlo. Y ten mucho cuidado. Danny asintió. Conor le dio un manotazo en el hombro y sonrió.

– Eres un buen detective, Wright -concluyó, provocando una enorme sonrisa en su compañero.

Entonces, se metió rápidamente en su coche y se marchó. Mientras se alejaba de la cárcel, respiró profundamente.

– Esto tiene que funcionar -murmuró. Era el único medio de asegurarse de que Olivia vivía a salvo el resto de su vida. En aquellos momentos, aquello era lo único que le preocupaba. En cuando a lo de su futuro juntos, tendría que pensarlo en otra ocasión.

– Un paso cada vez -añadió, suavemente.

Capítulo 7

Se había despertado en medio de un maravilloso sueño. Todo era cálido y cómodo, en aquellas pequeña vacaciones en Jamaica. Olivia sonrió y se acurrucó bajo el edredón que había quitado de la cama. La televisión brillaba en la oscuridad.

Durante mucho tiempo, estuvo entrando y saliendo de ese sueño. Se imaginaba a Conor tumbado en la arena, bañándose desnudo en el mar, haciéndole el amor en una hamaca…

Sería maravilloso tener una oportunidad como aquella para conocerse de verdad. Sin embargo, antes de que pudiera seguir imaginándose las vacaciones perfectas con el hombre perfecto, oyó que se abría la puerta. Olivia abrió los ojos y vio cómo Conor entraba en el apartamento.

Había estado ausente la mayor parte del día. Aunque no había estado preocupada, sentía curiosidad por ver en qué había empleado su tiempo.

De hecho, se sentía algo molesta de que él se hubiera despreocupado de ella mientras Olivia se pasaba el día en la casa, como una testigo responsable, aunque había aprovechado el tiempo para darse un baño, ver la televisión y pintarse las uñas de los pies.

– Por fin llegas -murmuró ella.

– ¿Estabas dormida?

– Me he portado como una perezosa todo el día. Me ha gustado poderme relajar por fin. Últimamente hemos estado muy ocupados.

– Sí, así ha sido -respondió él, sentándose en el sofá, todo lo lejos que pudo de ella para que no pudiera darle el abrazo que tanto deseaba-. Hace falta mucha energía para ir esquivando balas.

– ¿Cómo estás? ¿Te duele la herida?

– No mucho. La mayoría de las veces no me doy ni cuenta.

– ¿Qué te parece si te traigo algo de cenar? Tú túmbate y descansa. Te llamaré cuando esté lista la cena.

– Lo siento, no he traído nada de comer. Tuve que ocuparme de algunos asuntos policiales y luego me encontré con Danny y estuve hablando con él. Luego, pasé por casa de Dylan. No me di cuenta de la hora que era.

– No necesitamos nada. Tenemos vecinos. Sadie nos trajo un guisado de atún y un pastel de manzana. Louise, del piso de abajo, que está casada con un marino retirado, nos trajo un guisado de estilo mexicano y una macedonia. Y Geraldine nos trajo una cesta de luna de miel, llena de velas, champán y bombones. Luego tenemos galletas de Doris, que es muy divertida, y limonada de Ruth Ann, que se parece un poco a mi casera. Nos han invitado a jugar a la canasta el martes, al baile del sábado y a la cena del domingo.

– Veo que has estado tan ocupada como yo.

– Llevamos aquí un solo día y ya conozco a cinco de mis vecinos. Llevo en mi piso de Boston seis años y conozco a dos personas, a la mujer que alquila el apartamento del piso inferior y a mi casera.

– No te acostumbres demasiado -musitó Conor-. No viviremos aquí toda la vida.

Aquellas palabras tenían un cierto tono que Olivia nunca había oído antes.

No tenía que recordarle que solo estarían allí un periodo limitado de tiempo. Se lo recordaba ella misma todos los días, cada vez que lo miraba a los ojos o que lo tocaba.

Sin embargo, Olivia ya había decidido que no pensaría más en el futuro. Solo quería vivir el momento, disfrutar de Conor mientras lo tuviera con ella.

– ¿Por qué no te relajas? Prepararé la cena y luego podremos pasar una tarde tranquila. Sin balas ni persecuciones.

Aquello le hizo sonreír. Se estiró en el sofá y, a los pocos minutos, se había quedado dormido. Olivia lo cubrió con el edredón y se marchó a la cocina. Sacó el estofado de atún del frigorífico y lo metió en el horno. Sin saber cómo, se encontró imaginándose que él acababa de volver a casa después de un largo día de trabajo, que estaban casados y que vivían felices. Nunca antes se había imaginado una vida tan corriente para sí misma. Cuando había pensado en el matrimonio, siempre había sido de un modo más emocionante y urbano.

Había comprendido que las emociones no venían de tener un precioso apartamento o una emocionante vida social. Venían de momentos como aquel, en los que podía hacer más cómoda la vida de Conor. Sonrió y sacó dos copas de vino del armario. Entonces, se quedó inmóvil.

¿Qué estaba haciendo con todas aquellas fantasías de vacaciones y de veladas juntos?

– Él es un policía y tú una testigo -se recordó.

Tendría que recordarse la verdad más a menudo. Aquello no era un romance de cuento de hadas con un final feliz. Solo eran días robados con un policía que cumplía su misión de protegerla.

Media hora más tarde, el estofado hervía en el horno y ya lo había colocado todo en la mesita de café para una cena informal. Sacó el champán del frigorífico y encendió las velas que Geraldine había metido en la cesta. Todo parecía perfecto… y romántico.

Entonces, Olivia frunció el ceño. ¿No sería demasiado presuntuoso pensar que Conor quería compartir una velada romántica con ella? Tanto si quería reconocerlo como si no, aquella cena era el preludio para la seducción. Esperaba que las velas y el champán produjeran más besos y que aquellos besos llevaran a más.

Todo resultaba demasiado evidente. ¡Tenía que ser más dura! El rápido movimiento hizo que se le derramara cera en la mano. Tuvo que morderse el labio para no gritar. Dejó caer la vela sobre la mesa y esta fue a aterrizar sobre las servilletas de papel que había preparado. En un instante, las servilletas se prendieron. Olivia agarró la botella de champán y, con torpes dedos, trató de retirar el corcho. Antes de que pudiera hacerlo, el humo hizo que saltara la alarma de incendios.