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– En el mismo lugar que encontró una mujer dispuesta a tener como cuñados a un puñado de hermanos tan irlandeses como él -respondió Olivia-. Es decir, si me aceptáis.

Los hermanos los rodearon para darles sus mejores deseos de felicidad y amor. Conor dio entonces un paso atrás para contemplar a la mujer que amaba más que a sí mismo y a los hermanos que habían sido toda su vida hasta que la conoció. Entonces, tomó su vaso de Guinness y lo levantó por encima de sus cabezas.

– Por la leyenda de la familia Quinn.

– Por la leyenda de la familia Quinn -repitieron sus hermanos.

– Ojalá que encontréis una mujer tan maravillosa como Olivia que os dé todo su amor. Un Quinn no es nada sin una mujer a su lado.

Todos bebieron para rubricar aquellas palabras. Entonces, Conor agarró a Olivia por la cintura y volvió a besarla. Liam echó una moneda en la máquina y seleccionó una preciosa canción irlandesa. Conor tomó a Olivia entre sus brazos y empezó a darle vueltas y más vueltas hasta que ella se ruborizó y se quedó sin aliento. Mientras bailaban, él pensó en todos los bailes que compartirían en el futuro: el del día de su boda, el de cada aniversario y el de cada hijo que tendrían.

Sabía que, mientras Olivia estuviera a su lado, entre sus brazos, nunca se lamentaría de un solo momento de su vida. El mayor de los Quinn había encontrado su media naranja y ya no pensaba volver a dejarla escapar.

Kate Hoffmann

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