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El trono de Carlomagno tiene grabado en un lateral un tablero del juego del molino (capítulo 38). Cómo y por qué está allí es algo que se desconoce. El juego se jugaba ya en las épocas romana y carolingia, y se sigue jugando en la actualidad.

La búsqueda de Carlomagno, junto con las distintas pistas, incluido el testamento de Eginardo, es aportación mía. Ossau, Francia (capítulo 51), y la abadía (capítulo 54) son de mi invención, pero el personaje de Bertrand toma como modelo a un abad que vivió en la zona.

Aunque Fort Lee (capítulo 45) sí es real, no lo son el almacén y el compartimento refrigerado. Recientemente me compré un iPhone, de modo que Malone también había de tener uno. Con respecto a las singulares investigaciones realizadas por el gobierno estadounidense durante la guerra fría sobre fenómenos paranormales y extraterrestres (capítulo 26), existieron, yo sólo me limité a añadir una.

Biltmore Estate (capítulos 58, 59 y 66) es uno de mis lugares preferidos, sobre todo en Navidad. La mansión, el pueblo, el hotel y la propiedad son como aquí se describen. Claro está que la conferencia «Antiguos misterios desvelados» no se ha celebrado, pero sí se compone de distintas reuniones reales.

El mapa de Piri Reis y otros portulanos (capítulo 41) no sólo son reales, sino que suscitan infinidad de preguntas desconcertantes.

Sobre este tema cabe destacar el libro Mapas de los antiguos reyes del mar, de Charles Hapgood. El debate del meridiano cero sucedió tal y como se refiere en el capítulo 41, y la elección de Greenwich fue arbitraria. Sin embargo, si se utiliza la pirámide de Giza como longitud cero (capítulo 71) se obtienen fascinantes relaciones con lugares sagrados de todo el mundo. La yarda megalítica (capítulo 71) es otro interesante concepto que explica de manera racional unas semejanzas que los ingenieros señalaron hace tiempo en antiguas construcciones.

Sin embargo, todavía no se ha podido demostrar su existencia.

Esta historia plantea algunas posibilidades de interés, no de una Atlántida mítica de ingeniería surrealista y tecnología fantástica, sino centradas en la sencilla idea de que tal vez no fuésemos los primeros seres inteligentes. Quizá hubo otros, cuya existencia sencillamente se desconoce, cuya historia y destino se han perdido entre ese 90 por ciento de conocimientos antiguos que tal vez nunca podamos recuperar.

¿Descabellado? ¿Imposible?

¿Cuántas veces se han equivocado los supuestos expertos?

Es posible que Lao Tse, el gran filósofo chino que vivió hace dos mil setecientos años y sigue siendo uno de los pensadores más brillantes de la humanidad, estuviera en lo cierto cuando escribió:

Los antiguos maestros eran sagaces, misteriosos, profundos, receptivos. Sus conocimientos son insondables. Dado que son insondables, lo único que podemos hacer es describir su aspecto: observadores, como quienes vadean un río en invierno; vigilantes, como quienes son conscientes del peligro; corteses, como los invitados; dúctiles, como el hielo a punto de fundirse; sencillos, como la madera sin tallar.

AGRADECIMIENTOS

Con cada uno de mis libros me he dado cuenta de lo estupenda que es la gente de Ramdom House, y esta vez no ha sido una excepción. De manera que mis más sinceras gracias a Gina Centrello, Libby McGuire, Cindy Murray, Kim Hovey, Christine Cabello, Beck Stvan, Carole Lowenstein y a todos los de Promociones y Ventas. También me quito el sombrero ante Laura Jorstad, responsable de la edición de todas mis novelas. Ningún escritor podría pedir un grupo de profesionales mejor con el que trabajar. Sois, sin lugar a dudas, los mejores.

Asimismo me gustaría expresar mi más sincero agradecimiento a las amables gentes de Aquisgrán, que respondieron a mis insistentes preguntas con gran paciencia. Hay alguien más a quien debo una mención especial desde hace tiempo: Ron Chamblin, propietario de la librería Chamblin Bookmine, en Jacksonville, Florida, donde llevo años realizando la mayor parte de mis investigaciones. Es un lugar increíble. Gracias, Ron, por ser su creador. Y un saludo a nuestra mamá australiana, Kate Taperell, que puso a nuestra disposición sus valiosos conocimientos sobre la forma de hablar en las antípodas.

Por último, este libro está dedicado a mi agente, Pam Ahearn, y a mi editor, Mark Tavani. En 1995, Pam me incorporó a su cartera de clientes y soportó siete años y ochenta y cinco negativas antes de encontrarnos un hogar. ¡Qué paciencia! Y Mark, los riesgos que corrió con un abogado loco que quería escribir libros…

Sin embargo, sobrevivimos todos.

Con todo lo que les debo a Pam y a Mark, no podría corresponderlos en toda una vida.

Gracias.

Por todo.

Steve Berry

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