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El ascensor llegó, y, cuando las puertas se abrieron, de él salió un hombre alto y desgarbado de cabello ralo y cano y serenos ojos azules.

Edwin Davis.

Le dirigió una breve sonrisa.

– Stephanie, justo la persona a la que quería ver.

Ella se puso en guardia. Uno de los viceconsejeros de Seguridad Nacional del presidente. En Georgia. De improviso. No podía ser nada bueno.

– Y da gusto no verte en la celda de una cárcel -añadió él.

Ella recordó la última vez que Davis había aparecido de sopetón.

– ¿Ibas a alguna parte? -preguntó éste.

– A la cafetería.

– ¿Te importa si te acompaño?

– ¿Acaso tengo elección?

Él sonrió.

– Tampoco es para tanto.

Bajaron a la segunda planta y se sentaron a una mesa. Ella tomaba sorbos de zumo de naranja mientras Davis bebía una botella de agua. A Stephanie se le había quitado el apetito.

– ¿Te importaría decirme por qué hace cinco días accediste al expediente de la investigación sobre el hundimiento del USS Blazek?

Ella disimuló la sorpresa que le había causado que él poseyera esa información.

– No sabía que con ello fuera a involucrar a la Casa Blanca.

– Es un expediente clasificado.

– No he infringido ninguna ley.

– Lo enviaste a Alemania, a Cotton Malone. ¿Tienes idea de lo que has puesto en marcha?

Ella se puso en alerta roja.

– Tu red de información es buena.

– Gracias a ella sobrevivimos todos.

– Cotton tiene autorización.

– Tenía. Ya no trabaja para ti.

Ahora Stephanie estaba nerviosa.

– Eso no te supuso ningún problema cuando lo metiste en todos esos líos en Asia Central. Seguro que también era material clasificado. Tampoco fue un problema cuando el presidente lo enredó en el asunto de la Orden del Vellocino de Oro.

La preocupación surcó de arrugas el terso rostro de Davis.

– No estás al tanto de lo que ha sucedido hace menos de una hora en el Zugspitze, ¿no?

Ella negó con la cabeza, y él se lanzó a contárselo. Le habló de un hombre que había caído del funicular, de otro que había saltado del mismo remonte y se había escabullido bajando por uno de los caballetes de acero y de una mujer a la que habían hallado semiinconsciente cuando el funicular por fin llegó al suelo, con un agujero de bala en una de las ventanas.

– ¿Cuál de esos hombres crees que es Cotton? -preguntó él.

– Espero que el que escapó.

Davis asintió.

– Encontraron el cuerpo: no era Malone.

– ¿Cómo es que sabes todo eso?

– Tenía vigilada la zona.

Ahora ella sentía curiosidad.

– ¿Por qué?

Davis se terminó la botella de agua.

– Siempre me ha extrañado que Malone dejara Billet tan bruscamente. Doce años y se marchó sin más.

– La muerte de esas siete personas en México, D. F., le afectó. Y fue tu jefe, el presidente, quien lo dejó marchar. Le debía un favor, si mal no recuerdo.

Davis parecía reflexionar.

– La moneda de la política. La gente cree que el motor del sistema es el dinero. -Negó con la cabeza-. Son los favores: uno a cambio de otro.

Stephanie percibió algo extraño en su tono.

– Le di el expediente a Malone porque le debía un favor. Quiere saber qué le pasó a su padre…

– No tenías por qué.

La agitación que ella sentía se convirtió en ira.

– Yo creí que sí.

Se terminó el zumo de naranja e intentó ahuyentar los miles de pensamientos alarmantes que pasaban por su cabeza.

– De eso hace ya treinta y ocho años -añadió.

Davis se metió la mano en el bolsillo y dejó un lápiz de memoria sobre la mesa.

– ¿Has leído el expediente?

Ella cabeceó.

– No lo tuve en mis manos. Mandé a uno de mis agentes para que lo recuperara y le enviara una copia.

Él señaló la memoria.

– Pues léelo.

CINCO

Conclusiones de la comisión de investigación SOBRE EL USS BLAZEK

Tras la reunión celebrada en diciembre de 1971, y sin conocer aún el paradero del USS Blazek, la comisión se centró en el «¿Y en lugar de en el «¿Qué pudo ocurrir?». Si bien era consciente de la falta de pruebas materiales, puso todos los medios para impedir que cualquier idea preconcebida influyera en la búsqueda de la causa más probable de la tragedia. A ello hay que añadir la complicación que supone el carácter, eminentemente secreto, del submarino, y se ha hecho todo lo posible por proteger la naturaleza clasificada tanto de éste como de su última misión. La comisión, después de investigar todos los hechos y circunstancias conocidos en relación con la pérdida del Blazek, ha acordado lo siguiente:

Hechos

1. USS Blazek es un nombre falso. El submarino del que se ocupa esta investigación es el NR-1 A, puesto en servicio en mayo de 1969. El sumergible es uno de los dos que se construyeron como parte de un programa clasificado cuya finalidad era mejorar la capacidad de inmersión. Ni el NR-1 ni el NR-1A poseen un nombre oficial, si bien, en vista de la tragedia y de la inevitable atención pública que ésta ha atraído, les fue asignado un nombre ficticio. No obstante, oficialmente la embarcación sigue siendo NR-1 A. A efectos de público debate, el USS Blazek será descrito como un sumergible de última generación que está siendo sometido a prueba en el Atlántico Norte para realizar operaciones de salvamento bajo el agua.

2. Según estimaciones, la cota de inmersión del NR-1A es de mil metros. Su historial registra multitud de problemas mecánicos durante sus dos años de servicio activo, de los cuales ninguno se consideró fallo de ingeniería, sino tan sólo desafíos propios de un diseño radical, un diseño que ponía a prueba los límites de la tecnología de los sumergibles. El NR-1 ha experimentado dificultades de funcionamiento similares, lo que vuelve tanto más acuciante esta investigación, ya que el submarino sigue en servicio activo y es preciso identificar y corregir cualquier fallo.

3. El reactor nuclear en miniatura de a bordo se construyó exclusivamente para las dos embarcaciones de la clase NR. Aunque el reactor es revolucionario y problemático, no existen indicios de radiación tras el hundimiento, lo que indicaría que la causa del percance no fue un fallo irreversible del reactor. Naturalmente dicho hallazgo no excluye la posibilidad de un fallo eléctrico. Ambas embarcaciones de la clase NR informaron repetidamente de problemas con las baterías.

4. Había once hombres a bordo del NR-1 A en el momento del hundimiento: oficial al mando, capitán de fragata Forrest Malone; segundo de a bordo, capitán de corbeta Beck Stvan; oficial de derrota, capitán de corbeta Tim Morris; comunicaciones, técnico especialista en electrónica de primera clase Tom Flanders; control del reactor, técnico especialista en electrónica de primera clase Gordon Jackson; operador del reactor, técnico especialista en electrónica de primera clase George Turner; electricista, auxiliar de electricidad de segunda clase Jeff Johnson; comunicaciones interiores, electricista especialista en comunicaciones interiores de segunda clase Michael Fender; sonar y cocina, auxiliar de máquinas de primera clase Mikey Blount; división mecánica, electricista especialista en comunicaciones interiores de segunda clase Bill Jenkins; reactor, auxiliar de máquinas de segunda clase Dough Vaught, y especialista de campo, Dietz Oberhauser.