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Esperaba que Will le diera su aprobación pero lo que hizo fue pincharle el globo.

– Bueno, agente especial Lipinski, eres un hacha, ¿eh? -Se levantó y le maravilló lo bien que se sentía con la cabeza despejada y un estómago que admitía comida-.Tu síntesis solo tiene un fallo -dijo-. No me creo ni una palabra de lo que has dicho. El único archicriminal que conozco capaz de esa brillantez diabólica se llama Lex Luthor, y la última vez que lo vi fue en un tebeo. Tómate un descanso para almorzar. Ven a buscarme para ir a la rueda de prensa.

Le guiñó un ojo y se quedó mirándola mientras se retiraba. «Desde luego tiene mucho mejor aspecto», pensó.

El caso había entrado en el verano, y las actualizaciones de prensa sobre Juicio Final se hacían ahora semanalmente. Al principio había informes diarios, pero no siempre había noticias de interés. A pesar de eso la historia tenía cuerpo, tenía un cuerpo robusto, y daba pruebas de atraer a más audiencia que los casos O.J. Simpson, Jon Benet y Anna Nicole juntos. Todas las noches, en la televisión, el caso era diseccionado hasta niveles moleculares por charlatanes y una legión de ex agentes del FBI, agentes del orden público, abogados y expertos que soltaban sin descanso sus teorías de turno. En los últimos días había consenso en una cosa: el FBI no estaba haciendo progresos, por tanto los del FBI eran unos ineptos.

La rueda de prensa tenía lugar en el salón de actos del hotel Hilton de Nueva York. Cuando Will y Nancy tomaron posiciones junto a una entrada de servicio, la sala ya estaba casi llena entre periodistas y fotógrafos y los peces gordos empezaban a colocarse en la tarima. Cuando dieron la señal, la luz de la televisión se encendió y empezó la retransmisión en directo.

El alcalde, un tipo peripuesto e imperturbable, se colocó ante el estrado.

– Llevamos seis semanas con esta investigación -comenzó-. Como nota positiva cabe decir que no ha habido nuevas víctimas en los últimos diez días. Aunque por el momento no ha habido ninguna detención, la policía de la ciudad y del estado de Nueva York y el FBI han estado trabajando en diferentes pistas y teorías de manera diligente y, a mi parecer, productiva. No obstante, hemos tenido ocho asesinatos en la ciudad, y nuestros ciudadanos no se sentirán completamente seguros hasta que atrapemos al criminal y lo llevemos ante la justicia. Benjamin Wright, subdirector en funciones del FBI de Nueva York, atenderá sus preguntas.

Wright era un afroamericano alto y delgado de unos cincuenta años, fino bigote, pelo rapado y gafas de montura metálica que le daban un aspecto intelectual. Se levantó y alisó con la mano las arrugas de su chaqueta cruzada. Se sentía cómodo ante las cámaras y hablaba con naturalidad ante aquel montón de micrófonos.

– Tal como ha dicho el alcalde, el FBI está trabajando en cooperación con la policía de la ciudad y del estado para resolver este caso. Esta es, con diferencia, la mayor investigación criminal en torno a un asesinato en serie en la historia del FBI. Dado que no tenemos a ningún sospechoso bajo custodia, trabajamos sin descanso. Quiero dejar clara una cosa: encontraremos al asesino. No estamos escatimando recursos. Estamos invirtiendo todos nuestros medios en este caso. El problema no son los recursos humanos, es el tiempo. Responderé a sus preguntas de inmediato.

Los de la prensa rumorearon como un enjambre de abejas; daban por hecho que Wright no aportaría nada nuevo. Los reporteros de televisión se mostraron corteses y dejaron que los chupatintas de los periódicos, peor pagados, tiraran las primeras piedras.

Pregunta: ¿Se contaba con nueva información en cuanto a las pruebas de toxicología de Lucius Robertson?

Respuesta: No. Las pruebas de tejido no se tendrían hasta dentro de unas cuantas semanas.

Pregunta: ¿Le habían hecho pruebas de ricino y de ántrax?

Respuesta: Sí. Ambas dieron negativo.

Pregunta: Si todo había dado negativo, ¿qué mató a Lucius Robertson?

Respuesta: Todavía no se sabía.

Pregunta: ¿No era posible que esta falta de claridad confundiera a la gente a la larga?

Respuesta: Cuando sepamos las causas de su muerte las haremos públicas.

Pregunta: ¿La policía de Las Vegas estaba cooperando?

Respuesta: Sí.

Pregunta: ¿Se habían identificado todas las huellas que había en las postales?

Respuesta: La mayoría. Aún estaban trazando la pista de algunos trabajadores de correos.

Pregunta: ¿Había alguna pista sobre el hombre encapuchado del escenario del crimen de Swisher?

Respuesta: Ninguna.

Pregunta: ¿Coincidían las balas de las dos víctimas tiroteadas con algún otro crimen de los archivos? Respuesta: No.

Pregunta: ¿Cómo podían estar seguros de que no se trataba de una trama de Al Qaeda?

Respuesta: No había indicio alguno de terrorismo.

Pregunta: Una vidente de San Francisco se quejaba de que el FBI se negaba a hablar con ella a pesar de que insistía en que un hombre de pelo largo llamado Jackson estaba implicado en los crímenes.

Respuesta: El FBI estaba interesado en toda pista que fuera creíble.

Pregunta: ¿Eran conscientes de que la gente estaba decepcionada por su falta de progresos?

Respuesta: Compartían esa frustración, pero seguían confiando en el éxito de la investigación.

Pregunta: ¿Pensaba él que habría más asesinatos?

Respuesta: Esperaba que no, pero no había manera de saberlo.

Pregunta: ¿Tenía el FBI un perfil del asesino del caso Juicio Final?

Respuesta: Todavía no. Estaban trabajando en ello. Pregunta: ¿Por qué les estaba costando tanto tiempo? Respuesta: Por la complejidad del caso. Will se inclinó hacia delante y susurró al oído de Nancy: «Menuda pérdida de tiempo».

Pregunta: ¿Tenían a sus mejores hombres asignados al caso?

Respuesta: Sí.

Pregunta: ¿Podrían los medios hablar con el agente especial que estaba a cargo de la investigación?

Respuesta: Yo puedo responder a todas sus preguntas.

«Esto se pone interesante», añadió Will.

Pregunta: ¿Por qué no podían hablar con el agente?

Respuesta: Intentarían que estuviera disponible en la siguiente rueda de prensa.

Pregunta: ¿Se encuentra en la sala en estos momentos?

Respuesta:…

Wright miró hacia Sue Sánchez, que estaba sentada en la primera fila, y le imploró con los ojos que controlara a su chico. Ella miró alrededor y vio que Will se levantaba. Lo único que podía hacer era inmovilizarlo fulminándolo con una mirada,

«Se piensa que soy un bala perdida -se dijo Will-. Bueno, pues es hora de empezar a cargar los cañones. Yo soy el agente especial a cargo. No quería el caso pero ahora es mío. Si me quieren, aquí estoy.»

– ¡Aquí!

Will alzó la mano. Se había enfrentado a la prensa en múltiples ocasiones a lo largo de su carrera, así que para él aquello era pan comido. Era cualquier cosa menos tímido ante las cámaras.

Nancy vio la cara de horror de Sánchez y a punto estuvo de agarrarle de la manga. Casi. Will se levantó de un bote y se dirigió hacia la tarima con un andar extraño mientras las cámaras giraban hacia la izquierda.

Benjamin Wright no tuvo más remedio que desistir.

– De acuerdo, el agente especial Will Piper responderá a un número limitado de sus preguntas. Adelante, Will.

Cuando ambos hombres se cruzaron, Wright le susurró: «Abrevia y ándate con ojo».

Will se pasó una mano por el pelo y subió al estrado. El alcohol y sus efectos secundarios ya habían sido expulsados de su cuerpo, así que se sentía bien, incluso animado. «Y ahora a crear un poco de confusión», se dijo. Era un tipo fotogénico, un hombre alto, de pelo rojizo y espalda ancha, hoyuelo en la barbilla y ojos de un azul soberbio. En una sala de control, un realizador de televisión gritó: «¡Quiero un primer plano de ese tío!».

La primera pregunta fue: ¿cómo se escribe su nombre?