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Laddy. Sintió un apremiante deseo de ver a Laddy. De hablar con él. De decirle que casi tenía razón en lo que le había dicho. No del todo, pero sí más de lo que ella había creído… entonces. Se alejó de aquel lugar. Despacito, con canciones en el alma que un día podría cantar.

Y tras ella había comenzado una gran paz. Inacabada, la sinfonía había expresado al fin toda su fuerza y su dolor.

No importaba que, según los programadores del tiempo, fuera el momento adecuado para la lluvia o la niebla. La noche, las estrellas, las canciones, durarían eternamente.