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Ella se quedó mirándolo alejarse, luego se volvió hacia el laboratorio. No quería entrar. No quería volver a ver esa violencia y ese horror.

Pero tenía que hacerlo. Tenía que asegurarse de que no faltara nada y luego llamar a la compañía aseguradora. Juntó fuerzas y entró. La sangre la volvió a golpear como un mazazo. Dios, qué miedo había tenido de que esa sangre fuera de su madre.

Gatos muertos, ratas deshechas y sangre. Tanta sangre.

Salió corriendo por la puerta y se dejó caer sobre el escalón de entrada. Qué frío. Se sentía helada. Cruzó los brazos alrededor del cuerpo en un intento vano por alejar el frío.

– Hay un patrullero estacionado afuera. ¿Estás bien?

Levantó la vista y vio a Logan de pie a unos pasos de distancia. No podía lidiar con él ahora.

– Váyase.

El miró por detrás de ella, hacia la puerta.

– ¿Pasó algo?

– Sí.

– Enseguida vuelvo. -Pasó junto a Eve y entró en el laboratorio. Instantes después, volvió a aparecer. -Feo, muy feo.

– Mataron al gato de mi vecina. Destrozaron a Mandy.

– Vi los huesos astillados sobre el escritorio. -Hizo una pausa. -¿Fue allí donde los encontraste?

Eve negó con la cabeza.

– En el suelo, junto al escritorio.

– ¿Pero a ti y a tu madre no les pasó nada?

¿Dios, por qué no podía parar de temblar?

– Váyase, no quiero hablar con usted.

– ¿Dónde está tu madre?

– En lo de la señora Dobbins. Era su gato… Váyase.

– No me voy a ir hasta que venga alguien a encargarse de ti. -La hizo levantarse. -Vamos a la casa.

– No necesito que nadie se encargue… -La estaba arrastrando a medias por el sendero. -¡Suélteme, no me toque!

– Sí, sí, no bien te haga entrar y tomar algo caliente.

Eve apartó su brazo con violencia.

– No tengo tiempo de sentarme a tomar café. Tengo que llamar a la compañía de seguros.

– Lo haré yo. -La empujó suavemente escalones arriba y la hizo entrar en la cocina. -Me encargaré de todo.

– No quiero que se encargue de nada. Quiero que se vaya.

– Entonces cállate un instante mientras te preparo algo para tomar. -La sentó en una silla frente a la mesa. -Es la forma más fácil de deshacerte de mí.

– No me quiero sentar… -Eve se dio por vencida. No estaba con fuerzas para pelear. -Apúrese, entonces.

– Sí, señora. -Logan se volvió hacia los armarios. -¿Dónde está el café?

– En el tarro azul sobre la mesada.

Él puso agua dentro de la jarra de vidrio.

– ¿Cuándo sucedió?

– Anoche. Después de medianoche.

– ¿Cerraste el laboratorio con llave?

– ¡Por supuesto!

– Bueno, tranquila. -Midió el café y lo puso en la cafetera eléctrica. -¿No oíste nada?

– No.

– Qué extraño, con todo lo que rompieron.

– Joe dijo que el que lo hizo sabía muy bien lo que estaba haciendo.

Logan se concentró en la cafetera.

– ¿Tienen idea de quién puede haber sido?

Ella sacudió la cabeza.

– No había huellas. Debe de haber llevado guantes.

Logan tomó un saco de una percha en la puerta del lavadero.

– Guantes. Entonces no eran aficionados.

– Ya le dije que no.

Le colocó el saco sobre los hombros.

– Es cierto.

– Este saco es de mi madre.

– Bueno, pero lo necesitas. No creo que a ella le moleste.

Lo necesitaba, sí. No podía dejar de temblar.

Logan tomó el teléfono.

– ¿Qué hace?

– Voy a llamar a mi asistente personal, Margaret Wilson. ¿Cómo se llama la compañía de seguros?

– Security America, pero no quiero que…

– Hola, Margaret, habla John -dijo él por el teléfono-. Necesito que… Sí, ya sé que es sábado. -Escuchó con paciencia. -Sí, Margaret, sé que es un abuso y te agradezco mucho tu paciencia. ¿Ahora puedes callarte un minuto y dejarme decirte lo que necesito?

Eve lo miró, azorada. No había sabido muy bien qué esperar, pero por cierto no era ver a Logan sermoneado por una de sus empleadas.

Él le hizo una mueca, mientras seguía escuchando a su interlocutora.

– ¿Ahora? -repitió por el teléfono.

Al parecer, esta vez la respuesta fue afirmativa, pues él dijo:

– Hay que hacer un informe para Security America a nombre de Eve Duncan. -Deletreó el apellido. -Entrada por la fuerza, vandalismo y posible robo. Si necesitas detalles o verificación de algo, llama a Joe Quinn, del Departamento Policial de Atlanta. Quiero que venga un investigador de reclamos ya mismo y contrata también un equipo de limpieza. Quiero que el laboratorio esté como nuevo antes de medianoche. -Suspiró. -No, no quiero que vueles hasta aquí y lo limpies tú, Margaret. No hace falta que te pongas sarcástica. Encárgate de todo, nada más. No quiero que a Eve Duncan la molesten para nada que no sea firmar el informe para la compañía de seguros. También quiero que consigas agentes de seguridad que vigilen la propiedad y protejan a Eve y a Sandra Duncan. Llámame si tienes algún problema. No, no es que dude de tu eficiencia, solamente quería… -Escuchó unos instantes más y luego dijo con tono gentil, pero firme: -Hasta luego, Margaret. -Colgó y buscó una taza dentro del armario. -Margaret se encargará de todo.

– No le hizo demasiada gracia.

– Le gusta hacerse rogar. Si lo hubiera hecho yo, me habría acusado de no confiar en ella lo suficiente como para encargarle las cosas. -Sirvió café caliente en la taza. -¿Leche o azúcar?

– No, negro. ¿Hace mucho que está con usted?

– Nueve años. -Logan dejó la taza delante de ella. -Tenemos que volver al laboratorio y sacar todas las cosas que no quieres que el inspector de seguros revise.

– No hay apuro. -Eve bebió un sorbo de café. -Nunca vi que las compañías de seguros actúen con tanta velocidad.

– Confía en Margaret. Alguien vendrá pronto. -Se sirvió café y se sentó frente a Eve. -Ella se lo toma como un desafío.

– Yo no la conozco a Margaret, así que no puedo confiar en ella. Como tampoco confío en usted. -Lo miró a los ojos. -Y no necesito agentes privados de seguridad aquí. Joe hizo arreglos para que nos vigilara un patrullero.

– Qué bien. Pero unas pocas precauciones adicionales no le hacen mal a nadie. Estos hombres no te causarán molestias. -La miró mientras bebía café. -Ya tienes mejor color. Pensé que te ibas a desmayar.

Realmente, Eve se sentía mejor. Ya no temblaba tanto.

– No sea ridículo, en ningún momento estuve por desmayarme. Trabajo con cosas horrendas todos los días. Estaba alterada, nada más.

– Tenías todo el derecho de estarlo y lo que sucedió, además de ser horrible, te tocó muy de cerca, lo que lo hace diferente.

Sí, su vida privada había sido serena y libre de violencia desde aquella noche en la cárcel. No había estado preparada para este brote de horror.

– Es más que eso. Me hace sentirme una víctima. Juré que nunca iba a… ¡Ay, que odio!

– Me doy cuenta.

Eve terminó el café y se puso de pie.

– Si realmente piensa que alguien de la compañía de seguros va a venir pronto, creo que me conviene ir a terminar de revisar el laboratorio.

– Tómate un poco más de tiempo. Como dijiste, tampoco hay tanta prisa.

– Quiero terminar con eso. -Se dirigió a la puerta. -Mi madre vendrá pronto y no quiero que sienta que tiene que ayudarme.

– Proteges mucho a tu madre. -La siguió escalones abajo. -¿Son muy apegadas?

– Sí. Antes no nos llevábamos tan bien, pero ahora somos buenas amigas.

– ¿Amigas?

– Me lleva solamente quince años, es casi como si hubiéramos crecido juntas. -Lo miró por encima del hombro. -No tiene por qué venir conmigo ¿sabe?