Выбрать главу

– Qué machista.

– Era un gran tipo, pero vivió en un mundo diferente. No hubiera sabido qué hacer con mujeres como tú o Margaret.

– ¿Vive todavía?

– No, murió cuando yo estaba en la universidad.

– ¿Voy a conocer a Margaret, o no?

Él asintió.

– La llamé esta tarde y le pedí que estuviera en casa cuando llegáramos.

– ¿No le parece un poco desconsiderado de su parte? ¿La hizo volar desde California? -La necesitaba.

Las dos palabras lo decían todo, pensó Eve. Podía fingir que la tal Margaret lo vapuleaba, pero era evidente que esperaba que estuviera todo el tiempo a su disposición.

– Se lo pedí de muy buena manera. Nada de látigo.

– A veces no es necesario mostrar el látigo para obtener el efecto.

– Bueno, prometo que no te voy a someter a coerción visible ni invisible.

Ella enfrentó su mirada con serenidad.

– No, no lo haga. Ni si quiera lo intente, Logan.

– Ellos están abordando ahora -anunció Fiske-. ¿Qué quiere que haga? ¿Averiguo el plan de vuelo y lo sigo?

– No, la secretaria le contó a su padre que iba a la casa de Virginia. Y allí hay más seguridad que en el fuerte Knox. Tenemos un equipo de vigilancia afuera de los portones, pero una vez que entre no vamos a poder tocarlo.

– Entonces yo tendría que entrar en acción antes de que llegue.

– Ya te dije que es demasiado visible. No queremos hacerle nada a menos que sea absolutamente necesario.

– Entonces volveré a la casa. La madre está…

– No, no va a ir a ninguna parte. Podrás recoger ese hilo más adelante si decidimos que necesitamos una distracción. Tenemos algo más urgente para que hagas. Regresa aquí.

CAPITULO 05

El avión aterrizó en un pequeño aeropuerto privado cerca de Arlington, en el estado de Virginia. El equipaje de ambos fue transferido inmediatamente a una limusina estacionada junto al hangar.

Cuánta comodidad se compra con dinero, pensó Eve con ironía. Sin duda el conductor desplegaría toda la obsecuente formalidad de un personaje de Wodehouse.

El chofer pelirrojo descendió de la limusina.

– Hola, John. ¿Tuviste un buen viaje?

Era pecoso, apuesto y no tenía más de treinta años. Estaba vestido con jeans y una camisa escocesa que reflejaba el azul de sus ojos.

– Bastante bueno. Gil Price, Eve Duncan.

Gil le estrechó la mano.

– La mujer de los huesos. Vi tu fotografía en 60 minutos. Eres más bonita en persona. Tendrían que haberse concentrado en ti y no en ese cráneo.

– Gracias, pero no tenía ningún deseo de aparecer en la televisión nacional. Ya tuve demasiadas cámaras en mi vida.

– A John tampoco le gustan. El año pasado en París tuve que romper una. -Hizo una mueca. -Y después John tuvo que arreglar en el tribunal con el canalla que alegó que le partí la cabeza y no la cámara. Odio a los paparazzi.

– Bueno, los paparazzi no suelen perseguirme, así que no vas a tener ese problema.

– Lo tendré si vas a andar con John. Sube y te llevaré a Barrett House.

– ¿Barrett House? Suena mucho a Dickens.

– No, solía ser una posada durante la Guerra Civil. John la compró el año pasado y la remodeló por completo.

– ¿Llegó Margaret? -preguntó Logan mientras subía al automóvil detrás de Eve.

– Hace dos horas, y mala como una araña, encima. Te voy a cobrar doble por ir a recogerla. -Gil subió al asiento del conductor. -No lo puedo entender. ¿Por qué no me quiere? Todos me quieren.

– Debe de ser un defecto de su carácter -respondió Logan-. El problema no lo tienes tú, por supuesto.

– ¡Lo mismo que pienso yo! -Gil encendió el motor y el reproductor de CD. La limusina se inundó con los sonidos tristes de Feed Jake

– La ventanilla, Gil -le recordó Logan.

– Oh, cierto. -Gil sonrió a Eve por encima del hombro. -Antes, John tenía un Jeep, pero no soporta la música country, así que se compró este coche fúnebre nada más que para poder tener una ventanilla de separación.

– Me gusta la música country -objetó Logan-. Lo que no tolero son las canciones lúgubres que amas. Vestidos de novia manchados de sangre, perros junto a las tumbas.

– Eso es porque te emocionas y no quieres demostrarlo. ¿Crees que no vi cómo se te humedecen los ojos? Consideremos a Feed Jake, por ejemplo. Es…

– Considéralo tú. La ventanilla.

– Está bien, está bien. -La ventanilla subió en silencio y la música se apagó.

– Espero que no te moleste -le dijo Logan a Eve.

– No, no me gustan las canciones tristes. Pero me cuesta imaginarlo a usted llorando sobre su cerveza al escucharlas.

Él se encogió de hombros.

– Soy humano. Esos compositores de música country saben dónde pegarte.

La mirada de Eve se posó en la nuca de Gil.

– Es agradable. No precisamente lo que me esperaba de uno de sus empleados.

– Gil no es lo que nadie espera, pero es buen conductor.

– ¿Y guardaespaldas?

– Sí, eso también. Estuvo en la Policía Militar de la Fuerza Aérea, pero no responde bien a la disciplina.

– ¿Y usted?

– No, tampoco, pero por lo general trato de encontrarle la vuelta en lugar de derribar gente a puñetazos. -Señaló por la ventana lateral. -Estaremos en mi propiedad dentro de unos minutos. Es una zona muy bonita, con muchos bosques y praderas.

– Sí, supongo que sí. -Estaba demasiado oscuro como para ver algo que no fueran los árboles en sombras. Eve seguía compenetrada en la comparación que había hecho Logan entre Price y él mismo.

– ¿Y qué hace cuando no puede encontrarle la vuelta al que trata de disciplinarlo?

– Ah, entonces lo derribo a puñetazos, por supuesto. -Sonrió. -Por eso Gil y yo nos llevamos bien. Somos almas gemelas. -Tomaron una curva en el camino y un portón de hierro forjado apareció ante ellos.

Eve vio que Gil apretaba un control sobre el tablero y los portones se abrían lentamente.

– ¿La cerca también está electrificada? -preguntó.

Logan asintió.

– Y tengo un empleado de seguridad monitorizando la propiedad con cámara de vídeo desde la cochera.

Eve sintió un escalofrío repentino.

– Mucha tecnología. Quiero un control remoto para abrir el portón. -Logan se quedó mirándola. -Los portones a veces no sólo sirven para que no entre alguien, sino para que nadie salga. No me gusta la idea de estar en una jaula.

– No trato de mantenerte prisionera, Eve.

– No, siempre y cuando obtenga lo que quiere de algún otro modo. ¿Pero y si no puede?

– No te puedo obligar a trabajar.

– ¿Ah, no? Usted es un hombre inteligente, Logan. Quiero un control remoto para poder abrir el portón.

– Mañana. Habrá que programarlo. -Esbozó una sonrisa socarrona. -Creo que podemos dar por sentado que no voy a tratar de forzarte a nada en las próximas veinticuatro horas.

– De acuerdo, mañana. -Eve se inclinó hacia adelante cuando apareció la casa. La Luna había salido desde detrás de las nubes y la iluminaba de lleno. Barrett House era una gran casa de dos pisos que mantenía su aspecto de posada del siglo XIX. No había nada pretencioso en ella y la hiedra que cubría las paredes suavizaba las piedras. Cuando Gil detuvo el coche delante de la puerta, Eve preguntó:

– ¿Por qué compró una posada que había que restaurar? ¿Por qué, directamente, no construyó una casa nueva?