– ¿Pretendía que siguiera dando vueltas a ciegas?
El se mantuvo en silencio un instante.
– No, creo que no. Pero tenía esperanzas de que lo hicieras. Quería que entraras en esto sin prejuicios.
– Por más sospechas que tuviera, no trabajaría sobre la base de prejuicios. No se puede hacer de esa forma con esta clase de trabajo. Pero no puedo creer que quiera que lo ayude a desenterrar a Kennedy.
– No se requiere ningún trabajo manual de tu parte. Sólo quiero que verifiques…
– Sí, y que me maten de un tiro mientras verifico. ¡Por el amor de Dios, Kennedy está enterrado en el cementerio de Arlington!
– ¿Eso crees?
Eve quedó paralizada.
– ¿Qué diablos está diciendo?
– Siéntate.
– No me quiero sentar. Quiero que me lo cuente todo.
– De acuerdo. -Logan hizo una pausa. -¿Y si no fuera Kennedy el que está enterrado en Arlington?
– Ay, cielos ¿otra teoría de conspiración?
– ¿Conspiración? Sí, podría decirse que sí. Pero con una vuelta, más de tuerca. ¿Y si fuera uno de los dobles de Kennedy el que fue asesinado en Dallas? ¿Y si Kennedy hubiera muerto antes del viaje a Dallas?
Eve lo miró con incredulidad.
– ¿Dobles de Kennedy?
– La mayoría de las figuras públicas tienen dobles para proteger sus vidas y su intimidad. Se dice que Saddam Hussein tiene por lo menos seis.
– Es el dictador de un país del Tercer Mundo. Nadie podría hacer una cosa así aquí.
– Sin ayuda no, por cierto.
– ¿Ayuda de quién? -quiso saber Eve en tono sarcástico-. ¿Del pequeño John-John? ¿Tal vez de su hermano Bobby? -Apretó los puños contra los costados. -Usted está loco. Es lo más vergonzoso que he oído en mi vida. ¿A quién demonios acusa?
– No acuso a nadie. Simplemente tomo en cuenta las posibilidades. No tengo idea de cómo murió realmente. Tenía todo tipo de problemas de salud que no eran de conocimiento público. Podría haber muerto por causas naturales.
– ¿Podría? Santo Cielo, ¿acaso sugiere que la causa puede no haber sido natural?
– No me estás escuchando. ¡Diablos, no lo sé! Lo único que sé es que en un engaño de esa importancia tiene que haber habido más de una persona involucrada.
– Una conspiración de la Casa Blanca. Una pantalla. -Eve sonrió con aire burlón. -¿Y qué conveniente le resulta que Kennedy haya sido demócrata, no es cierto? Puede pintar a la oposición como una manga de tramposos e inescrupulosos que no merecen ganar la elección este año. Qué casualidad que una mancha gigantesca como ésta pueda traducirse en una victoria para su partido.
– Puede ser.
– Qué cretino. No me gustan las campañas de desprestigio. Y tampoco me gusta que me usen, Logan.
– Es comprensible. Ahora bien, si ya has terminado de dar rienda suelta a tu fastidio ¿quieres escucharme un instante? -Se inclinó hacia delante en la silla. -Hace ocho meses recibí un llamado de un hombre llamado Bernard Donnelli, el dueño de una casa funeraria en las afueras de Baltimore. Me pidió que fuera a encontrarme con él. Me dijo poco, pero suficiente como para dejarme intrigado, de manera que volé a Baltimore al día siguiente. Estaba asustado y se encontró conmigo en una playa de estacionamiento cerrada a las cinco de la mañana. -Se encogió de hombros. -Muy poca imaginación. Debe de haber creído que era Garganta Profunda o algo así. En fin, la codicia pudo más que el miedo y quiso venderme la información. -Hizo una pausa. -Más un objeto que pensó que yo podría encontrar valioso. Un cráneo.
– ¿Solamente un cráneo?
El resto del cuerpo fue cremado por el padre de Donnelli. Al parecer, la funeraria Donnelli ha sido utilizada durante décadas por la Mafia y la Cosa Nostra para deshacerse de cadáveres. Los Donnelli tienen fama de ser discretos y confiables. Sin embargo, uno de estos procedimientos puso muy nervioso al viejo Donnelli. Aparecieron dos hombres una noche en su casa con el cadáver de un hombre y aunque le pagaron una suma exorbitante, él no se quedó tranquilo. No eran sus clientes habituales y no jugaban según las reglas de siempre. Trataron de impedir que viera la cara del muerto, pero él tuvo un atisbo que bastó para dejarlo paralizado de miedo. Temía que volvieran y lo degollaran para eliminarlo como testigo. De manera que rescató el cráneo y lo escondió para utilizarlo como arma y póliza de seguro.
– ¿Rescató el cráneo?
– No mucha gente sabe que se necesita una temperatura de dos mil quinientos grados y unas dieciocho horas para destruir por completo un esqueleto. Donnelli logró colocar el cadáver de tal forma que el cráneo evitara parcialmente las llamas. Cuando los dos hombres se fueron, al cabo de cuarenta y cinco minutos, Donnelli recuperó el cráneo y cremó el resto del cuerpo. Utilizó el cráneo como herramienta de extorsión y antes de morir le confesó a su hijo, Bernard, dónde lo había enterrado. Una herencia macabra pero redituable, muy redituable.
– ¿Donnelli murió?
– Sí, pero no lo asesinaron. Era anciano y tenía problemas cardíacos.
– ¿Y a quién estaba extorsionando?
Logan se encogió de hombros.
– No lo sé. Donnelli hijo no me lo quiso decir. El negocio era por el cráneo.
– ¿Y me va a decir que usted no lo presionó?
– ¿Por qué te diría una cosa así? Claro que traté de extraerle la información. Lo único que me dijo fue lo que te conté. No tenía las agallas del padre y no le gustaba vivir al filo del peligro. Me ofreció la ubicación del cráneo y la historia a cambio de suficiente dinero como para mandarlo a Italia con rostro e identidad nuevos.
– ¿Y usted aceptó?
– Acepté. He pagado más por negocios con menos posibilidades.
– Y ahora quiere que yo haga dar frutos a esas posibilidades.
– Si lo que me dijo Donnelli era la verdad.
– No era la verdad. Toda esta historia es demencial.
– ¿Entonces por qué no me sigues la corriente? ¿Qué problema hay? Si no hay nada de cierto te irás con los bolsillos llenos de dinero mío, y yo terminaré con un huevo en la cara. -Sonrió. -Ambas posibilidades deberían darte sumo placer.
– Es una pérdida de tiempo.
– Te estoy pagando bien para perder el tiempo.
– Y si la historia tiene algo de cierto, lo menos inteligente que podría hacer yo es andar desenterrando…
– Pero acabas de decir que no tiene nada de cierto.
– Es demasiado alocado creer que se trata de Kennedy, pero podría ser Jimmy Hoffa o algún pez gordo de la Mafia.
– Siempre y cuando no me hayan vendido gato por liebre.
– Cosa más que segura, pienso.
– Entonces ven conmigo y lo averiguaremos. -Hizo una pausa. -A menos que pienses que no podrías hacer el trabajo con la mente libre de prejuicios. De ningún modo quiero que le pongas la cara de Jimmy Hoffa a ese cráneo.
– Sabe perfectamente que soy demasiado buena para eso. No trate de manejarme, Logan.
– ¿Por qué no? Soy bueno para eso. Todos hacemos lo que nos sale mejor. ¿No sientes ni siquiera un poquito de curiosidad por saber si Donnelli dice la verdad?
– No, es un disparate total.
– No tanto si alcanzó para que trataran de asustarte. ¿O prefieres olvidar y perdonar lo que pasó en tu laboratorio?
Otra vez tratando de manejarla. De golpear donde dolía. Eve apartó el rostro.
– No olvido nada, pero tampoco estoy segura de que…
– Redoblo la contribución a la Fundación Adam.
Ella se volvió lentamente hacia Logan.
– ¡Diablos, está pagando demasiado por muy poco! Aun si fuera verdad, todo pasó hace mucho tiempo. ¿Qué sucedería si a nadie le importara que los demócratas hubieran llevado adelante ese engaño?