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– Está bien, está bien -se apresuró a decir Mark-. Sucede que me pareció extraña toda la situación. Yo no me iría caminando de noche hasta un cementerio. Tal vez ella… -De pronto lanzó una carcajada. -Tienes razón. Está cuerda como el mismísimo demonio.

Eve estaba mirando hacia los árboles y tenía el dedo medio de la mano derecha levantado en un gesto obsceno.

– Nos está mandando al cuerno -rió Mark-. Esa chica me gusta, John.

John no pudo menos que sonreír. Caray, a él también le gustaba. Le gustaba porque era fuerte, inteligente y resistente. Hasta cuando se mostraba testaruda y cambiante lo intrigaba. En otras circunstancias le habría gustado tenerla de amiga… O aun de amante.

Amante. Hasta ese momento no se había dado cuenta de que la estaba considerando desde una óptica sexual. Era atractiva, pero a él le habían llamado más la atención la inteligencia y la personalidad que el cuerpo alto y esbelto.

Sí, claro. ¿A quién quería engañar? El sexo era siempre importante y si iba a ser sincero consigo mismo, tenía que admitir que lo atraía su vulnerabilidad.

Lo que lo convertía en una basura.

Así que lo mejor era olvidar el asunto y concentrarse en lo que era importante, la razón por la que la había traído allí.

Y el motivo por el que ella seguía en ese condenado cementerio.

La brisa cálida agitaba las flores sobre las tumbas y llevaba la suave fragancia hasta donde estaba parada Eve, del otro lado de la cerca.

Le había dicho a Margaret que no era un espectro que rondaba los cementerios, de modo que ¿por qué estaba ahí? ¿Por qué no se había ido a dormir como había tenido intención de hacer, en lugar de obedecer ese alocado impulso que la había llevado allí?

Era un impulso. Sí.

Creer que algo la había llamado desde allí era una locura y ella no estaba loca. Había luchado por mantener la cordura después de la ejecución de Fraser y le había costado mucho no lanzarse por el camino de la demencia. Era tan fácil. Soñar con Bonnie por las noches estaba permitido, pero no podía empezar a imaginar, despierta, que Bonnie estaba allí.

Además, Bonnie no podía estar aquí. Nunca había estado en este lugar.

Logan había hablado de muerte y tumbas y la mente de ella había hecho el resto. Nadie la había llamado. Era solamente un impulso.

Una hora más tarde, al entrar en la casa, no se sorprendió al ver a Logan esperándola.

– Estoy cansada. No quiero hablar, Logan. -Pasó junto a él y comenzó a subir las escaleras.

Él sonrió.

– Me di cuenta por tu gesto tan grosero.

– No debería haber estado espiándome. No me gusta que me espíen.

– Un cementerio no es el sitio más agradable para dar una caminata. ¿Por qué fuiste allí?

– ¿Qué importancia tiene?

– Te lo pregunto por curiosidad, nada más.

Los dedos de Eve se cerraron alrededor de la baranda de la escalera.

– Déjese de buscarle el significado a todo lo que hago o digo. Fui allí porque era de noche y conozco el camino. No me quería perder.

– ¿Nada más?

– ¿Qué esperaba? ¿Qué estuviera allí haciendo una sesión de espiritismo?

– No me ladres. Quería saber, nada más. En realidad, esperaba que la caminata te hubiera aclarado las ideas y que hubieras tomado una decisión sobre…

– No me las aclaró. -Eve subió unos escalones más. -Hablaré con usted por la mañana.

– Estaré trabajando casi toda la noche, si llegas a…

– Basta de presionar, Logan.

– Como digas. Puesto que sabes que te estamos vigilando -añadió-, me pareció justo mantenerte informada sobre mi paradero.

– Sí, claro.

Eve cerró la puerta del dormitorio con estrépito y fue directamente al baño. Una ducha caliente le aliviaría la tensión. Después, tal vez iría al laboratorio a trabajar con Mandy. Sabía que no iba a dormir bien esa noche, así que lo mejor era hacer algo productivo.

No era que tuviera miedo de irse a dormir y soñar con Bonnie. Bonnie no era nunca una amenaza. ¿Cómo podía un sueño de amor representar un peligro?

Y lo que la había llevado al cementerio esa noche había sido solamente un impulso, no un llamado de Bonnie.

Los dos cuerpos estaban dentro de una bolsa de dormir, con los brazos entrelazados en un abrazo final. Estaban desnudos, con los ojos bien abiertos, mirándose mutuamente con terror.

Una larga estaca de carpa atravesaba los dos cuerpos.

– Qué hijo de puta. -Haberlos matado ya era terrible, pero Gil sintió que había algo obsceno en la postura de la pareja de ancianos. No les habían dejado ni siquiera dignidad en la muerte.

Echó un vistazo alrededor del campamento. No había pisadas. Ni pruebas visibles. Fiske se había tomado tiempo para dejar todo limpio.

Gil abrió el teléfono celular y llamó a Logan.

– Demasiado tarde.

– ¿Los dos?

– Sí, feo, muy feo. -Más que feo. Perverso. -¿Qué quieres que haga?

– Vuélvete. No pude ponerme en contacto con Maren. Está en algún punto del desierto. Pero tal vez eso sea bueno. Si no podemos ubicarlo, dudo de que Fiske lo logre. Tal vez tengamos un descanso.

– No cuentes con ello. -Miró los dos cadáveres. -Fiske no se va a quedar papando moscas.

– No cuento con nada, pero de ninguna manera quiero que vayas a Jordania. Puede que te necesite.

Gil quedó inmóvil.

– ¿El cráneo?

– No puedo esperar más. Las cosas se están acelerando demasiado. Vuelve enseguida. -Voy hacia allá.

Muy satisfactorio.

Todo prolijo y hasta había podido sacarse el gusto con algunos detalles.

Fiske canturreó por lo bajo mientras abría la puerta y subía al automóvil. De inmediato marcó el número de Timwick.

– Todo listo con Cadro. Tomo el siguiente avión hacia Jordania. ¿Algo más?

– Olvídate de Maren por el momento. Ve a unirte al equipo de vigilancia de Barrett House.

Fiske frunció el entrecejo.

– No me gusta la vigilancia.

– Pues esta vez tendrás que hacerla igual. Si Logan y la mujer estornudan, quiero enterarme de inmediato y que estés allí.

– No me gusta andar de un lado a otro hasta que termino el trabajo. Todavía falta Maren…

– Seguimos a Gil Price cuando salió de Barrett House ayer a la mañana. Fue directamente al departamento de Dora Bentz.

– ¿Y qué? Lo dejé impecable.

– No entiendes. Price sabía lo de Dora Bentz, lo que significa que Logan también sabe. -Timwick dejó escapar un largo suspiro. -Logan, Price y la mujer tienen que morir.

– Dijiste que era demasiado arriesgado.

– Eso fue antes de estar seguros de que Logan iba por el camino correcto. Ahora no hay forma de que podamos dejarlos con vida.

Por fin Timwick se ponía los pantalones.

– ¿Cuándo?

– Te avisaré.

Fiske cortó. Las cosas estaban mejorando, decididamente. Las oportunidades y el dinero iban en aumento. Comenzó a tararear otra vez mientras abría la guantera y sacaba la lista de Timwick. Trazó una prolija línea sobre el segundo nombre y debajo del nombre de Maren escribió cuidadosamente, en letra de imprenta, John Logan, Gil Price y Eve Duncan.

Lo mejor era mantener todo ordenado.

Encendió el motor y de pronto sonrió al recordar la canción que seguía tarareando:

Haz una lista, revísala dos veces.

Ya sabrás quién fue el que hizo estupideces…

CAPITULO 08

– ¡Despierta! -exclamó Margaret-. ¿Por el amor de Dios, tienes que dormir también con esos huesos, Eve?

Eve levantó la cabeza, adormilada.