– ¿Qué? Sacudió la cabeza para despabilarse. ¿Qué hora es?
Margaret estaba de pie adelante del escritorio.
– Son casi las nueve de la mañana. Anoche John me dijo que no ibas a trabajar más.
– Cambié de idea. -Miró a Mandy, que estaba sobre el escritorio, delante de ella.-Pude colocar algunas piezas más en el rompecabezas.
– Y te quedaste dormida trabajando.
– Iba a cerrar los ojos por un minuto. -Sentía feo gusto en la boca. -Creo que estaba cansada, después de todo. -Corrió la silla hacia atrás. -Iré a lavarme los dientes y a ducharme.
– No te moverás de aquí hasta que me digas qué buen trabajo hice con el laboratorio.
Eve sonrió.
– Oh, disculpa. Quedó fantástico.
– Tu entusiasmo me conmueve. -Margaret suspiró. -Tendría que haberles dicho que lo decoraran con cenizas y arpillera.
– Te dije que no tenía importancia. -Eve se levantó y fue hacia la puerta. -Pero de todos modos valoro tu esfuerzo.
– John quiere verte. Me envió a buscarte.
– Lo veré una vez que me duche y me cambie.
– ¿Puedes darte prisa? Ha estado bastante nervioso desde que volvió Gil.
Eve giró.
– ¿Volvió?
Margaret asintió.
– Hace alrededor de una hora y media. Te están esperando en el despacho.
Lo que estaban esperando era su decisión. Querían saber si saldría de cacería con Logan. Kennedy.
Santo cielo, a la luz del día la idea sonaba todavía más demencial que la noche anterior.
– Y John me autorizó a transferir ese otro pago que pactaron a la Fundación Adam -le anunció Margaret-. Llamé al Banco y en una hora ya podrás verificar la transferencia.
No había pactado nada por otro pago. Logan estaba aplicando presión, sobornándola sin insistir en que le devolviera el favor. Pues que donara el dinero, entonces. Eso no afectaría su decisión y se beneficiarían los niños.
– Confío plenamente en ti.
– No, verifícalo -dijo Margaret-. John quiere que lo hagas.
Le importaba un rábano lo que quería Logan. Haría lo que ella tenía deseos de hacer. Trabajar con Mandy durante la noche le había hecho bien. Se sentía mucho más en control de la situación, ahora.
– Te veré más tarde, Margaret.
– Te tomaste tu tiempo -masculló Logan, y miró a Eve con expresión ceñuda cuando entró en el despacho-. Estuvimos esperando.
– Tenía que lavarme y secarme el pelo.
– ¡Y qué bien te quedó! -dijo Gil desde un rincón de la habitación-. Valió la pena el retraso.
Eve le sonrió.
– Creo que Logan no opina lo mismo.
– Es cierto -dijo Logan-. Es mala educación hacer esperar a la gente.
– Depende de si uno tiene una cita o lo mandan llamar.
Gil rió por lo bajo.
– No debiste mandar a Margaret, Logan.
– Diablos, no quería que pareciera que la estaba presionando.
Eve arqueó una ceja.
– ¿Ah, no?
– Bueno, no de manera tan obvia. -Hizo un ademán hacia la silla. -Siéntate, Eve.
Ella negó con la cabeza.
– Esto va a ser breve.
Logan se puso tenso.
– Mira, no quiero que…
– Cállese, Logan. De acuerdo: lo haré. Iré a su maldito campo de maíz para buscar ese cráneo. Lo traeremos aquí y haremos el trabajo que quiere que haga. -Lo miró directamente a los ojos. -Pero lo hacemos enseguida. Quiero que esto termine de una vez.
– Esta misma noche.
– Perfecto. -Se dispuso a irse.
– ¿Por qué? -preguntó Logan de pronto-. ¿Por qué aceptaste?
– Porque usted se equivoca y la única forma que tengo para demostrarlo es hacer el trabajo. Quiero terminar y volver a lo que es importante para mí. -Hizo una pausa y luego prosiguió con tranquilidad. -Y sí, me gustaría verlo con un huevo roto en la cara. Es tanto lo que me gusta la idea que hasta me ofrecería de voluntaria para trabajar en la campaña de reelección de Chadbourne.
– ¿Nada más?
Eve se cuidó de mantener el rostro inexpresivo. Que no viera nada. Que no viera el pánico al que había tenido que sobreponerse la noche anterior. Que no tuviera ninguna arma para utilizar contra ella.
– No, nada más. ¿Cuándo partimos?
– Después de medianoche. -Esbozó una sonrisa torcida. -Como corresponde para una empresa tan macabra. Llevaremos la limusina. Es sólo a una hora de aquí.
Eve miró a Gil.
– ¿Tú también vienes?
– No me lo perdería por nada del mundo. No recuerdo la última vez que desenterré un cráneo. Y ni hablar de uno que promete ser tan interesante. -Guiñó un ojo. -"Oh, pobre Yorick, yo lo conocía, Horacio".
Eve se dirigió a la puerta.
– En realidad, esa cita se acerca más a la verdad que todo lo que me ha dicho Logan. Ese cráneo tiene muchas más posibilidades de pertenecer al Yorick de Shakespeare que a Kennedy.
– Se han puesto en marcha, Timwick -anunció Fiske por el teléfono-. Price, Logan y la Duncan. Acaban de salir por el portón.
– Ten cuidado. Arruinarás todo si se dan cuanta de que los estás siguiendo.
– No hay problema. No tenemos que acercarnos hasta que sea necesario. Kenner puso un dispositivo de rastreo en la limusina cuando Price estaba en el departamento de Bentz. Esperaremos hasta que estén en una ruta desierta, ahí los paso y…
– No, deja que lleguen al lugar donde están yendo antes de actuar.
– Esa tal vez no sea la situación ideal. Debería…
– Al diablo con la situación ideal. Dejarás que lleguen a donde están yendo. ¿Me entendiste, Fiske? Deja que se encargue Kenner. Le di instrucciones precisas y tienes que hacer lo que él dice.
Fiske cortó. Hijo de puta. Ya bastante duro era obedecer a Timwick y ahora encima tenía que cederle la delantera a Kenner. En las últimas veinticuatro horas ya se había saturado de ese idiota.
– Te dije que yo iba a estar a cargo -dijo Kenner desde el asiento del conductor-. No harás nada hasta que yo dé la orden. -Movió la cabeza en dirección a los dos hombres que estaban en el asiento trasero. -Igual que ellos.
Fiske miró hacia delante y vio las luces de cola de la limusina en la distancia. Respiró hondo y trató de relajarse. Todo iba a estar bien. Lograría hacer su trabajo a pesar de la interferencia de Kenner. Mataría a los tres de la limusina unos kilómetros más adelante y los tacharía de la lista.
Y después se armaría su propia lista, con el nombre de Kenner en primer lugar.
El campo de maíz debería haberle traído a la mente algo tan estadounidense como una feria estatal, pero Eve no podía pensar en otra cosa que no fuera una película de horror donde unos niños macabros vivían en un campo de maíz.
No había niños aquí.
Solamente muerte.
Y un cráneo enterrado bajo la rica tierra negra.
Esperando.
Eve descendió lentamente del coche.
– ¿Es allí?
– Logan asintió.
Parece bien cuidado.
– ¿Dónde está la casa?
– Unos diez kilómetros más al norte.
– Es un campo grande. Espero que Donnelli le haya dado bien las instrucciones.
– Sí. Las tengo memorizadas. -Descendió del automóvil. -Sé exactamente dónde está ubicado.
– Esperemos que las indicaciones sean buenas. -Gil había abierto el baúl y estaba sacando dos palas y una linterna. -Cavar no es de las cosas que más me gustan. Pasé un verano trabajando en caminos cuando estaba en la universidad y juré que no lo volvería a hacer nunca.
– Te lo tienes merecido. -Logan tomó la linterna y una de las palas. -Nunca digas nunca. -Se adentró en el campo de maíz.
– ¿Vienes? -preguntó Gil a Eve, mientras se disponía a seguir a Logan.