– ¿Qué crees que estoy tratando de hacer?
Por fortuna, faltaban solamente unos metros para la autopista.
El Mercedes volvió a golpear contra la limusina y ésta viró hacia la cuneta.
Desesperado, Logan hizo girar el volante y logró evitar que cayeran.
– El golpe los hizo desviarse. ¡Vamos ahora! Es nuestra oportunidad -exclamó Eve.
Logan pisó el acelerador.
– Están demasiado cerca -Logan miró por el espejito retrovisor. -Nos atraparán antes de que lleguemos a la autopista.
– El ataúd -murmuró Gil-. Dáselo…
– ¡No! -exclamó Logan.
Eve miró el cajoncito a sus pies.
– Dales el…
Eve extendió la mano hacia la manija de la puerta.
– ¿Qué haces? -dijo Logan.
– ¡Cállese! -le espetó Eve-. Gil tiene razón. Quieren el maldito ataúd y se lo vamos a dar. Más importantes son nuestras vidas.
– ¿Y si siguen? Lo habrás entregado por nada.
– Me importa un rábano. Ya le dispararon a Gil por culpa de este cráneo. Nadie más va a resultar herido. Reduzca le velocidad y mantenga el coche en este carril, pase lo que pase.
Logan aminoró la marcha, pero Eve tuvo que hacer fuerza para abrir la puerta contra el viento.
– Se están acercando.
– Mantenga el coche en el carril. -Arrastró el ataúd y lo empujó hacia la puerta. -Y quédese lo más adelante que pueda.
– No creo que…
– Trate.
El viento había abierto la puerta. Eve empujó el ataúd. Rebotó dos veces y resbaló hacia el otro carril.
– Ahora veremos. -Eve mantuvo la vista fija en el Mercedes.
– Ojalá que… ¡Sí!
El Mercedes había pasado de largo. Al principio pareció que no fueran a prestar atención al ataúd, pero de pronto redujeron la velocidad, giraron en redondo y comenzaron a desandar camino.
– Estamos llegando a la autopista -anunció Logan-. La limusina voló por la rampa y se mezcló entre el tránsito.
Coches. Camiones. Gente.
Eve sintió una oleada de alivio al verse rodeada de vehículos.
– ¿Estamos a salvo, ahora?
– No. -Logan se desvió y se detuvo a un costado de la autopista. -Cierra la puerta. -Se volvió hacia Gil. -¿Cómo estás?
– Es apenas un rasguño. Ni siquiera me sangra, ya.
– No creo que sea seguro parar. Llamaré a Margaret y haré que te consiga un médico. ¿Estás seguro de que no estás perdiendo sangre? ¿Aguantas hasta que lleguemos a Barrett House?
– Por supuesto -repuso Gil en voz débil-. Si aguanté tu forma de conducir, aguantaré cualquier cosa.
Gracias a Dios, estaba lo suficientemente bien como para bromear, pensó Eve, aliviada.
– No había otra opción -le recordó Logan-. Además, por ese comentario tan desconsiderado, te merecerías que te baje aquí y te haga volver caminando.
– Bueno, me callo, me callo. -Gil cerró los ojos. -Como eso me resulta tan difícil, creo que dormiré un poco.
– No, no es una buena idea -objetó Logan mientras se mezclaba nuevamente con el tránsito. -Mantente despierto. Quiero saber si pierdes el conocimiento.
– De acuerdo, como quieras. Sólo cerraré un poco los ojos.
La mirada de Logan se topó con la de Eve por el espejo retrovisor.
Ella asintió y él pisó el acelerador con más fuerza.
– ¿Qué diablos estás haciendo? -chilló Fiske-. ¡Los vamos a perder!
– ¡Cállate! -le ordenó Kenner-. Sé lo que hago. La caja es más importante.
– Pedazo de idiota. Nada es más importante. Tanto trabajo para que los dejes…
– Timwick dijo que si había que elegir entre recuperar lo que habían ido a buscar o atraparlos a ellos, teníamos que recuperar la caja.
– Podemos buscarla más tarde. La arrojaron solamente a modo de distracción.
– ¿Crees que no pensé en eso? No puedo correr riesgos. Está en la mitad del camino. Podrían destrozarla o llevársela.
– ¿A estas horas de la noche?
– Timwick quiere lo que hay ahí adentro.
Fiske se sintió invadido por la ira. Ahora no habría forma de alcanzar a Logan. Y todo por la obsesión de Timwick con esa maldita caja.
Kenner era igual que Timwick, se detenía tanto en los detalles que no veía lo que realmente era importante. Había que dedicarse a un objetivo por vez y no permitirse distracciones.
Mucho menos si se trataba de una maldita caja.
Dos hombres con uniformes blancos salieron de Barrett House no bien Logan detuvo la limusina. Transfirieron a Gil a una camilla y lo llevaron adentro.
Eve descendió del coche. Sentía las rodillas tan flojas que tuvo que apoyarse contra el paragolpes.
– ¿Estás bien? -preguntó Logan.
Ella asintió.
– Le diré a Margaret que te traiga una taza de café -dijo por encima del hombro mientras se dirigía a la casa. Tengo que asegurarme de que Gil no tenga nada grave.
Aturdida, Eve se quedó mirándolo hasta que desapareció. Habían sucedido demasiadas cosas en muy poco tiempo para que pudiera tomar conciencia de que ya había terminado. O de que realmente había sucedido.
Pero el costado abollado de la limusina era testimonio mudo de esa persecución aterradora.
Y la herida de Gil Price no era obra de su imaginación. Podrían haberlo matado. Podrían haberlos matado a todos si ella no hubiera arrojado el ataúd fuera de la limusina.
– Café. -Margaret le puso un jarrito en la mano. -Ven adentro a sentarte un poco.
– Iré en unos minutos. No me funcionan las piernas. -Bebió un sorbo de café. -¿Cómo está Gil?
– Consciente y bromeando como loco. El doctor quiere amordazarlo.
El café estaba fuerte y pronto comenzó a sentir el efecto de la cafeína.
– ¿Cómo lograste que viniera un médico aquí a estas horas de la noche?
– El dinero mueve montañas. -Margaret se apoyó contra la limusina. -¿Estás asustada?
– ¡Caray, cómo no voy a estarlo! Tal vez tú estés acostumbrada a estar metida en un tiroteo, pero yo no.
– Yo también me asusté. Nunca pensé… -Respiró hondo, algo temblorosamente. -Nunca imaginé esto. Pensé… No sé qué pensé.
– ¿Pero sigues confiando en Logan lo suficiente como para continuar trabajando para él.
– Claro que sí. -Margaret se enderezó. -Pero pienso pedirle un aumento y bonificación por trabajo peligroso. ¿Ya estás lista para entrar?
Eve asintió.
Trabajo peligroso. La generosidad de Logan comenzaba a tener sentido ahora. Aquí no estábamos hablando de gatos muertos ni vándalos salvajes. Esto se trataba de un asesinato. Habían tratado de matar a Gil. Hasta podrían haberlos matado a todos si la limusina hubiese terminado en la cuneta.
– ¿Estás mejor? -Logan había descendido la escalera. -Tienes más color en la cara.
– ¿De veras? -Bebió otro sorbo de café. -¿Cómo está Gil?
– Es una herida superficial. Braden dice que se repondrá pronto. -Se volvió hacia Margaret. -No queremos que den el informe a la policía, todavía. Convence a Braden de que lo posponga.
– Sí, claro, y que me acusen de ocultar… -Suspiró y se dirigió a las escaleras. -Me encargaré del asunto.
Margaret había llegado al piso superior cuando Logan se volvió hacia Eve.
Tenemos que hablar.
– Por decirlo de alguna manera, sí. -Eve se dirigió a la cocina. -Pero ahora tengo la taza vacía y necesito más café.
Logan la siguió y se dejó caer sobre una silla, frente a la mesa.
– Lamento que te hayas asustado así.
– ¿Qué, con eso se supone que ahora me empiezo a sentir cuidada y calentita? -Se sirvió café con manos temblorosas. -Pues no es así. Estoy aterrada ahora, pero cuando se me pase, voy a sentir una furia monumental.