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– ¿Dónde estás, Eve?

Fiske la encontraría. Fiske la mataría y Lisa estaría a salvo. ¿Por qué no encontraba consuelo en esa idea?

– ¿Lisa? -Kevin estaba afuera de la puerta del baño.

¿Diablos, no podían dejarla estar un minuto sola?

– Voy. -Salió de la ducha y se secó las lágrimas. ¿Qué demonios le pasaba? Fiske debía de haberla asustado más de lo que creía. Se puso la bata, subió el cierre hasta el cuello y se pasó un cepillo por el pelo.

Sonríe. Muéstrate cálida y comprensiva. No dejes que se dé cuenta, no dejes que nadie se dé cuenta. Abrió la puerta del baño y besó a Kevin en la mejilla.

– ¿Qué quieres decirme? ¿Qué es tan importante que no puedes esperar?

– Este hotelito es bastante feo. Creo que hay bichos -dijo Bonnie.

Eve se dio vuelta en la cama.

– Teníamos que encontrar un sitio que no llamara la atención. ¿Qué te importan a ti los bichos? Eres ectoplasma, ¿o no lo recuerdas?

Bonnie sonrió.

– Cualquier cosa que te importa a ti me importa a mí. Siempre detestaste los bichos. -Se sentó en la silla que estaba junto a la cama. -¿Recuerdas cómo te enojase con el fumigador cuando no terminó de matar todas las cucarachas de mi cuarto?

Eso había sido el verano anterior a la desaparición de Bonnie.

Bonnie se puso seria.

– Ay, cielos, no quise hacerte pensar en cosas tristes.

– ¿Se te ocurrió alguna vez que el sólo hecho de que vengas a verme automáticamente me trae recuerdos tristes?

– Sí, pero tengo esperanzas de que algún día te des cuenta de que estoy siempre contigo.

– No estás conmigo.

– ¿Por qué tratas de lastimarte a ti misma? Acéptame de una vez, mamá. -Cambió de tema. -Hiciste un buen trabajo con Ben, como lo esperaba.

– ¿Ah, así que ahora sabías desde un principio de quién se trataba?

– No, ya te dije mil veces que no sé todo. A veces tengo como una sensación.

– ¿Como con los bichos de este hotelito? Eso sí que es algo seguro.

Bonnie rió.

– Sí, ¿no es así?

Eve se descubrió sonriendo.

– Fue en lo primero que pensé cuando entré en la habitación.

– ¿Y crees que estoy usando eso? -Bonnie chasqueó la lengua en señal de reproche.

– Qué suspicaz eres, mamá.

– Entonces dime algo que no sé. Dime dónde estás.

Bonnie flexionó una pierna y se sentó sobre ella.

– El señor Logan me cae bien. Al principio no estaba segura, pero ahora pienso que es un buen hombre.

– ¿Desde cuándo los fantasmas emiten juicios sensatos?

Bonnie sonrió.

– Vamos progresando. Es la primera vez que admites que tal vez yo no sea tu imaginación.

– Los juicios de los fragmentos de imaginación también son cuestionables.

– Bueno, tú tampoco eres demasiado buena en el tema. No deberías ser tan dura con Joe. -No culpo a Joe.

– Sí, lo haces. Y por mi causa. Pero es un buen hombre también y se preocupa por ti, porque le importas. No lo alejes de ti.

– Estoy muy cansada, Bonnie.

– Y quieres que me vaya.

No, irse, nunca.

– Quiero que dejes de sermonearme.

– De acuerdo. Solamente quería que no estuvieras sola. -Su sonrisa se borró. -Es peligroso que estés sola ahora. Me asustan todas las cosas malas que se vienen, mamá.

– ¿Qué cosas malas? -Bonnie sacudió la cabeza. -Me las arreglaré -agregó Eve.

– Crees que puedes con todo, por lo que tuviste que pasar conmigo. Quizá puedas, sí. Pero quizá no.

– Y tal vez no quiera lidiar con nada -dijo Eve con cansancio-. Tal vez lo que quiero es que las cosas simplemente sucedan. ¡Estoy tan cansada de todo!

– Y yo estoy cansada de que sigas de duelo por mí.

– Entonces vete y olvídame.

– Esa no es una opción, mamá. Los recuerdos duran para siempre, igual que el amor. Solamente quiero que vuelvas a ser feliz.

– Podríamos decir que estoy… satisfecha.

Bonnie suspiró.

– Vete a dormir. Creo que no tiene sentido hablar contigo hasta que no estés lista.

Eve cerró los ojos.

– ¿Dónde estás, tesoro? -susurró-. Quiero traerte a casa.

– Estoy en casa, mamá. Cuando estoy contigo, estoy en casa.

– No, necesito que…

– Shh, vete a dormir. Eso es lo que necesitas ahora.

– No me digas lo que necesito. Lo que necesito es averiguar dónde estás para poder traerte a casa. Tal vez entonces deje de tener estos sueños alocados contigo.

– No son alocados y tampoco quieren decir que estés perdiendo la razón. Simplemente eres obstinada.

– ¿Y tuno?

– Por supuesto que sí, soy tu hija, tengo derecho a serlo. Vete a dormir, me quedaré aquí y te haré compañía por un rato.

– ¿Para que no esté sola?

– Sí, para que no estés sola.

CAPITULO 17

CENTRO MÉDICO NAVAL

BETHESDA, ESTADO DE MARYLAND

07:45

– Me estoy apurando todo lo posible, Lisa. -La mano de Scott Maren se cerró con fuerza sobre el teléfono. -Por Dios, tengo que andar con muchísimo cuidado. Este lugar está asediado por periodistas y cámaras de televisión. Cambié las radiografías dentales, pero no me va a ser fácil cambiar las muestras de ADN.

– ¿Pero podrás hacerlo, no es cierto? -preguntó Lisa-. Tienes que hacerlo, Scott.

– Sí, lo haré -respondió él con cansancio-. Te dije que cuidaría de ti.

– ¿Crees que estoy preocupada solamente por mí misma? Es por ti. Me siento tan culpable por haberte dejado ayudarme. Nadie tiene que enterarse.

– No es tu culpa. Yo apoyé la idea. -Todo había comenzado hacía más de veinte años, cuando Lisa fue a su departamento y se convirtieron en amantes. Ella no estaba casada con Ben en aquel entonces y el romance había durado solamente un año, pero eso carecía de importancia. Se enamoró de Lisa en cuanto la conoció aquel primer año en Stanford. Y a pesar de la pesadilla que había traído a su vida, seguía amándola. Las cosas eran así y no había forma de modificarlas. -Todo saldrá bien.

– Ya lo sé. Nunca me fallaste.

– Ni lo voy a hacer.

– Avísame cuando hayas terminado. -Hizo una pausa. -Te estoy tan agradecida, Scott. No sé cómo devolverte todo esto.

– No pedí que me devolvieras nada.

Pero Lisa se había encargado de que él se beneficiara después de la muerte de Ben. Honor, fama, dinero. Pero con eso no alcanzaba. Cuando ella abandonara la Casa Blanca él se encargaría de que se quedara con él, como debió hacerlo hacía años. Lisa no se daba cuenta de que estaban más unidos ahora que antes.

– No sé qué hubiera hecho sin ti, Scott.

Lisa en la cama. Lisa riendo de sus bromas. Lisa con lágrimas en los ojos anunciándole que se iba a casar con Ben.

– Te avisaré cuando tenga novedades.

– Adiós, Scott. -Cortó.

– ¿Doctor Maren?

Se volvió y vio a un joven pelirrojo vestido con uniforme de ordenanza, de pie en la puerta.

– ¿Sí? ¿Me necesitan?

– No que yo sepa. -El joven entró y cerró la puerta. Me llamo Gil Price. Me gustaría hablar con usted.

BAINBRIDGE

08:40

El laboratorio de Chris Teller estaba ubicado en un pequeño edificio en las afueras de Bainbridge. Las paredes de listones de madera estaban cubiertas por enredaderas, parecía más bien la casa de una fraternidad de Yale que un laboratorio científico. Hasta el letrero del laboratorio era tan pequeño que Eve hubiera pasado de largo junto al edificio sin verlo si no hubiera estado siguiendo cuidadosamente a Gary: