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Fiske se apartó de la ventana, se ocultó entre los arbustos y desapareció luego por el bosque. Llegó hasta el coche que tenía estacionado delante de una casa sin alquilar. Ahora que había ubicado a Sandra Duncan, podría llamar y tranquilizar a Timwick. Luego se pondría en contacto con Lisa Chadbourne y le relataría los progresos alcanzados. Aunque por lo que había podido ver en las noticias esa mañana, ella había estado demasiado ocupada como para preocuparse por Sandra Duncan.

Una pena el asunto de Scott Maren. El médico había estado en la lista que le había dado Timwick y se sentía decepcionado de que el trabajo hubiera terminado haciéndolo otro.

Abrió la guantera, sacó la lista y tachó el nombre de Maren. No podía adjudicarse esta muerte, pero sí iba a mantener la lista actualizada.

Tenía otro nombre para agregar a la lista. Escribió cuidadosamente el nombre de Joe Quinn. El asistente de Kessler se había mostrado muy colaborador anoche.

Tomó las fotografías de Quinn y Kessler que le había enviado Timwick por fax y las estudió. Kessler era un anciano y no representaría ningún desafío, pero Quinn era joven y estaba en muy buen estado físico. Además, era policía. Podía resultar interesante.

Echó una mirada al mapa de rutas que tenía abierto sobre el asiento del pasajero. El asistente de Kessler no tenía idea de las actividades de Kessler, pero conocía su actitud, sus métodos, sus amigos y su forma de actuar.

Y sabía el trabajo que realizaba el centro de investigaciones de Chris Teller, en Bainbridge.

Así que ahora Lisa Chadbourne podía elegir los blancos.

– ¿Cómo estuve? -preguntó Kevin-. ¿Te pareció que la declaración estuvo bien? ¿Crees que tendría que haberle dicho a Douglas que se mostrara un poco más severo?

– Estuviste fantástico -respondió Lisa en tono paciente-. El anuncio hecho a los medios estuvo perfecto. Quedaste como que lamentabas lo ocurrido e hiciste que Logan pareciera lo suficientemente peligroso como para que se justificara que lo quisiéramos capturar.

– Defensa propia. -Kevin asintió. -Debería funcionar.

– Funcionará, ya lo verás. -Lisa le entregó el papel que acababa de imprimir. -Necesitas aprender esto de memoria. Quiero que lo digas en forma totalmente espontánea.

– ¿Qué es?

– Las palabras de elogio que dirás en el funeral de Scott Maren. El echó un vistazo al texto.

– Conmovedor.

– Unas lagrimitas no estarían de más. Era uno de los mejores amigos de Ben.

– Y tuyo. -Kevin seguía con los ojos fijos en el papel. -¿No es así? -agregó con vacilación.

Lisa se puso tensa. No le agradaba su tono. Se había acostumbrado a dar por sentada la ciega obediencia de Kevin.

– Sí, era un buen amigo. Hizo mucho por mí… Y por ti.

– Sí. -No levantó la vista del papel. -Es extraño. Me refiero al accidente.

– Siempre insistió en manejar ese pequeño Corvette. Todo el mundo le decía que tenía que cambiar a un coche más grande.

– No, quiero decir… justo ahora.

– ¿Qué estás tratando de decir, Kevin? -Le quitó el papel con el discurso. -Mírame. El se sonrojó.

– Me siento confundido. Todo está sucediendo demasiado rápido. Primero este asunto con Logan y ahora la muerte de Scott.

– ¿Crees que tuve algo que ver con la muerte de Scott? -Dejó que los ojos se le llenaran de lágrimas. -¿Cómo puedes pensar una cosa así? Era nuestro amigo, nos estaba ayudando.

– No dije eso -se apresuró a explicar Kevin.

– Bueno, pero fue lo mismo que si lo hubieras dicho.

– No, no quise… -La miró sin saber qué hacer. -No llores. Nunca lloras.

– Nunca antes me acusaste de… ¿Crees que soy un monstruo o algo así? Sabes por qué murió Ben. ¿Crees que volvería a hacer una cosa así?

– Con Logan.

– Para salvarte. Logan nunca debió interferir con lo que estás haciendo.

Él estiró un brazo y le acarició el hombro con torpeza.

– Olvídalo. No fue mi intención…

– No puedo olvidarlo. -Dio un paso atrás y le entregó el discurso. -Ve a tu despacho y apréndetelo de memoria. Y mientras lo estás haciendo, ponte a pensar si yo podría haber escrito esas palabras sobre Scott si hubiera querido hacerle daño.

– Sé que tú no… Sólo me preguntaba por qué sucedió.

Lisa le dio la espalda y fue hasta la ventana.

Sentía los ojos de él sobre ella. Instantes más tarde, la puerta se cerró detrás de Kevin.

Gracias a Dios. No creía poder haber aguantado un minuto más. Tanto la noche como la mañana habían sido una pesadilla.

Maldito canalla. Maldito canalla.

Las lágrimas seguían rodándole por las mejillas cuando sacó su teléfono y llamó a Timwick.

– ¿Por qué? -preguntó con voz ronca-. ¿Por qué, maldito seas?

– Maren era una amenaza. Lo fue desde un principio. Te dije que había que eliminarlo cuando Logan empezó a hacer averiguaciones.

– Y yo te dije que no lo hicieras. Scott nunca iba a ser una amenaza. Nos ayudaba.

– Era un cabo suelto, Lisa. Y Logan estaba demasiado cerca como para empezar a desenrollarlo. Como tú eres demasiado blanda para hacerlo, lo hice yo.

Ella cerró los ojos.

– Scott jamás me hubiera traicionado.

– No eres la única que está en esto. -Oyó el pánico en la voz de Timwick. -No podía correr riesgos. -Cambió de tema. -La conferencia de prensa salió bien. Nos da el poder de fuego que necesitamos. Encontramos la lancha, pero todavía no sabemos dónde están Price y Logan. Te mantendré informada. -Cortó.

Había descartado el asesinato de Scott como si no tuviera importancia.

Era solamente una muerte más.

¿Cuántas más faltaban? Se preguntó. ¿Cuánta sangre…?

Se dejó caer sobre la silla frente al escritorio y se cubrió los ojos.

¡Ay, Dios!, Scott, perdóname. Nunca pensé… Ahora ya no lo puedo parar. Todo esto gira por sí solo y yo tengo que girar también.

Piensa. ¿Existía acaso una salida? Tenía que conseguir el cráneo. La historia que había pergeñado le permitía a Timwick poder hacer que mataran a Logan en el acto.

Más muertes. Y después de él, entraría en funcionamiento la lista de Fiske y seguirían las muertes.

No lo soportaba más.

¿Un trato?

No, Logan era un hombre obstinado y no se daría por vencido ni aunque se lo pidiera el sentido común. Los hombres eran siempre demasiado…

Pero Eve Duncan sabía dónde estaba el cráneo y no tenía vanidad masculina que le impidiera pensar con claridad. Duncan era una mujer inteligente que reconocería que poco a poco se estaban quedando sin opciones.

Lisa se enderezó y se secó los ojos. Se volvió y encendió la computadora.

Eve Duncan.

CAPITULO 19

Sonó el teléfono.

¿Logan?

Eve tomó el teléfono que había dejado en la mesa para tenerlo cerca.

– Hola.

– Hola, Eve. Espero que no te importe que te tutee y te llame por tu nombre de pila. Por favor, haz lo mismo tú también. Pienso que los acontecimientos han establecido una cierta intimidad entre nosotras.

Eve se sentó bien erguida, sin poder creer lo que oía.

– ¿Sabes quién te habla?

– Lisa Chadbourne.

– Reconociste mi voz. Qué bien.

– ¿Cómo conseguiste mi número?

– Lo tengo desde que me dieron el primer expediente tuyo. No me parecía prudente ponerme en contacto contigo en las circunstancias.

– ¿Puesto que estabas tratando de matarme?

– Por favor, tienes que creer que nunca tuve intenciones de hacerte nada hasta que interferiste. No deberías haber aceptado la oferta de Logan. -Hizo una pausa. -Y no tendrías que haber permitido que Logan tratara de convencer a Scott de que me traicionara.