– Entonces empacaré yo y te meteré en el coche con el resto del equipaje.
– ¡Déjese de maltratar mis cosas y míreme, Logan!
Él se volvió lentamente para mirarla.
Eve se puso rígida al ver su expresión.
– Santo Cielo -susurró-. ¿Qué pasó, Logan?
– Gil murió. -Con movimientos torpes y descoordinados, él siguió sacando ropa de un cajón y arrojándola sobre la cama. -Lo mataron de un disparo. Creo que ni siquiera quisieron matarlo. Solamente estaban disparando a modo de advertencia. Pero ahora está muerto. -Puso ropa dentro de la maleta. -Lo dejé en un cobertizo para lanchas cerca del río. Seguramente no lo aprobarás, sé cómo piensas. Gil no volvió al hogar. Lo dejé y huí a toda velocidad.
– Gil -repitió Eve, aturdida.
– Nació cerca de Mobile. Creo que tiene un hermano. Tal vez más tarde podamos…
– Cállese. -Eve lo tomó de los brazos. -Cállese, Logan.
– Estaba haciendo bromas antes que sucediera. Dijo que no corría peligro porque ya le habían puesto adentro la bala del mes. Se equivocó. Corría peligro y cómo. Ni siquiera se dio cuenta de lo que pasó. Simplemente se…
– Lo siento. Ay, Dios, cuánto lo siento. -Sin pensar en lo que hacía, Eve se acercó a Logan y lo abrazó. Sintió el cuerpo de él tenso y rígido, con los músculos contraídos. -Sé que era tu amigo.
– Pues yo no lo sé. ¿Si era mi amigo, le hubiera permitido correr los riesgos que corrió?
– Trataste de convencerlo de que no fuera a encontrarse con Maren. Los dos lo intentamos. No quiso escucharnos.
– Podría habérselo impedido. Pero sabía que existía la posibilidad de que tuviera razón respecto de Maren. Podría haberle pegado un golpe en la cabeza o haberme ido yo solo. Podría habérselo impedido.
Santo Cielo, estaba sufriendo un gran dolor y ella no podía llegar a él.
– No fue tu culpa. La decisión la tomó Gil. ¿Cómo ibas a saber que…?
– No, no es así. -La apartó de él. -Termina de empacar. Te voy a sacar de aquí.
– ¿Y Adónde se supone que voy a ir?
– A cualquier lugar que no sea éste. Te pondré en un buque a la Cochinchina.
– No. -Eve cruzó los brazos sobre el pecho. -Ahora no. Estás demasiado alterado para ser razonable. Tenemos que hablar de esto.
– Prepara tus cosas. No hay nada de qué hablar.
– Sí que vamos a hablar. Salgamos de aquí. -Eve se dirigió a la puerta. La habitación estaba tan cargada de emociones que sentía que se estaba sofocando. Además, sería mejor alejarlo de la maleta y esa obsesión que mostraba por empacar. -Estuve encerrada aquí todo el día. Llévame a dar un paseo.
– No voy a…
– Sí que vas. -Tomó el maletín que contenía a Ben, abrió la puerta y lo miró por encima del hombro. -¿Cuál coche es?
El no respondió.
– ¿Logan, cuál coche es?
– El Taurus beige.
Eve se dirigió hacia el automóvil que estaba del otro lado del estacionamiento. Logan llegó antes que ella. Eve esperó a que destrabara la puerta.
Los labios de Logan se curvaron en una sonrisa irónica cuando tomó el estuche de Ben.
– Y a todos lados que va Eve, el cráneo la sigue, como la ovejita de la canción de niños -murmuró, mientras colocaba el estuche sobre el asiento trasero-. Pero claro, te pedí que en ningún momento te separaras de él ¿no es así? Aunque te convierta en un blanco automático.
– ¿Crees que te haría caso si no me pareciera que es lo que hay que hacer? Ni lo sueñes, Logan.
En cuanto subieron al automóvil, Eve le ordenó;
– Arranca y vamos.
– ¿Adónde?
– No sé, a cualquier parte. -Se apoyó contra el respaldo del asiento. -Siempre y cuando no sea a ninguna parte donde puedas ponerme en un barco que vaya a la Cochinchina.
– No voy a cambiar de idea.
– Y yo no voy a discutir contigo porque sin duda estuviste planeando todo esto en el viaje desde Washington. Conduce hacia cualquier parte y listo.
Logan obedeció. Durante los siguientes treinta minutos no habló.
– ¿Puedo volver, ahora?
– No. -Eve vio que su cuerpo seguía rígido de tensión. ¿Cómo diablos podía hacer para llegar hasta él? ¿Causándole una fuerte impresión al contarle de la llamada de Lisa Chadbourne? No, de ninguna manera. Eso sólo serviría para reforzar aún más su decisión. Tenía que darle más tiempo.
Lisa se quedó mirando el teléfono.
Levántalo. Haz la llamada. Has esperado demasiado tiempo.
No hay trato, había dicho Eve Duncan.
Muy bien, acéptalo.
Vas a tener que seguir.
Haz lo que tienes que hacer.
Lisa tomó el teléfono.
Había pasado más de una hora y el sol arrojaba largas sombras cuando Logan salió de la ruta y tomó por un camino de tierra.
– Basta, no sigo más -dijo-. Acabemos con esto.
– ¿Me vas a escuchar? -le preguntó Eve.
– Te estoy escuchando.
Pero estás obstinadamente decidido a no oírme. O tal vez no fuera obstinación, pensó, cansada. Tal vez tuviera miedo de oír.
Era extraño pensar en que Logan, tan seguro y resuelto, podía tener miedo.
– ¿Recuerdas lo que me dijiste? ¿Acerca de hacer las cosas lo mejor posible y después seguir adelante? Mucho bla, bla, bla, ¿no, Logan?
– Está bien, no hago lo que predico.
– No eres responsable de la muerte de Gil. Él era un adulto y tomó su propia decisión. Hasta trataste de convencerlo de que no lo hiciera.
– Ya pasamos por esto.
– Y tampoco eres responsable por mí. Para que lo fueras, tendría que cederte ese derecho y no lo voy a hacer. Soy la única que maneja mi vida. Así que no me vengas con esas idioteces acerca de mandarme en un barco a Mongolia.
– Mongolia no, a la Cochinchina.
– Donde sea. No voy a ir a ninguna parte. Ya he pasado por demasiadas cosas. Tengo demasiado invertido en mi vida como para arrojarlo por la borda. ¿Entiendes?
Él no la miró.
– Sí, entiendo.
– Entonces podemos volver al hotel.
Logan puso el coche en marcha.
– Pero la situación no cambia. Te lo advierto, encontraré la forma de ponerte en ese barco.
Eve sacudió la cabeza.
– Me mareo. Cuando volvimos en ferry de la Isla Cumberland, me mareé de la peor forma imaginable.
– Me sorprende que te hayas dado cuenta.
– Yo tampoco lo podía entender. Sentía como si se me hubiera terminado la vida y no me parecía justo que el cuerpo también me castigara.
– Pero Quinn se ocupó de ti.
– Sí, Joe siempre se ocupa de mí.
– ¿Tuviste noticias de él?
– Anoche. Encontró una carta que seguramente contiene saliva de Chadbourne, pero le está costando conseguir una muestra de Millicent Babcock. Iba a seguirla a ella y al marido hasta el club y tratar de robarse un vaso que hubiera usado.
– ¿Tu honesto y fiel policía va a robar?
Hablar le estaba haciendo bien. Los músculos de los brazos de Logan ya no estaban tan rígidos.
– Eso no es robar. -Eve decidió no revelarle el hecho de que Joe había conseguido la carta utilizando métodos dudosos.
– ¿Leíste alguna vez Los miserables?
– Sí, y veo a Joe robando pan para alimentar a un niño hambriento.
Logan esbozó una sonrisita torcida.
– Tu héroe.
– Mi amigo -lo corrigió ella.
La sonrisa de él se borró.
– Perdón. No tengo derecho de criticar a Quinn. He fracasado de la peor forma en la categoría de amigo.
– Deja de castigarte. No estás pensando con claridad. ¿Cuánto hace que no duermes?
El se encogió de hombros.