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– Te sentirás mejor después de dormir toda la noche.

– ¿Te parece?

Eve vaciló y luego respondió sin rodeos.

– Calculo que no, pero por lo menos podrás pensar con más claridad.

El sonrió apenas.

– ¿Te he dicho alguna vez cuánto me gusta esa brutal sinceridad tuya?

– No te serviría de nada que te dorara la píldora. Te reirías de mí. Ya has sufrido en otra ocasión y sabes que no hay remedio inmediato. Hay que aguantar, nada más.

– Sí, es la única forma de manejarlo. -Logan calló por unos instantes. -Pero no me reiría de ti, Eve. De ninguna manera. -Despegó una mano del volante y cubrió la mano de Eve que estaba sobre el asiento, entre ambos. -Gracias.

– ¿Por qué me agradeces? -Trató de sonreír con ligereza. -¿Por salvarme de un viaje a la Cochinchina?

– No, eso sigue en mis planes si lo puedo arreglar. -Le apretó la mano y luego se la soltó lentamente. -Creo que envidio a Quinn.

– ¿Por qué?

– Por muchas cosas. -Apretó los labios con gesto sombrío. -Pero es mucho mejor que un hombre sea el protector y el que da consuelo, no al revés. Llorar sobre tu hombro de esta forma demuestra falta de fuerza y entereza.

– No lloraste sobre mi hombro. -Nadie jamás podría decir que Logan no era un hombre fuerte. -Me gritaste y desparramaste mi ropa por todas partes.

– Es lo mismo. Perdóname, perdí el control. No volverá a pasar.

Eso era lo que esperaba Eve. Su reacción ante el dolor de él la había sorprendido sobremanera. Había sido una reacción casi maternal. Lo había tomado en sus brazos y había querido acunarlo hasta que desapareciera la pena. Había querido consolarlo, curarlo, sostenerlo y acariciarlo. El hecho de verlo vulnerable había derribado barreras que su fuerza nunca hubiera podido romper.

– No hay problema. Cuélgame la ropa otra vez y me daré por satisfecha.

Miró por la ventanilla. El momento de necesidad había pasado. Ahora tenía que excluirlo de su vida. Se estaba acercando demasiado.

Sintió la mirada de él sobre ella, pero no se volvió. Mantuvo los ojos sobre el sol poniente detrás de los árboles.

Logan no volvió a hablar hasta que estacionó frente a la habitación de Eve.

– Tengo que hablar con Kessler. ¿Cuándo crees que volverá del laboratorio?

Eve miró su reloj. Eran las ocho menos cuarto.

– Tal vez ya esté en su habitación. Teníamos que encontrarnos allí a las ocho para pedir que nos enviaran la cena. -Hizo una mueca. -Bubba Blue's Barbecue. Gary dijo que se imaginaba un lugar con una víbora cascabel dentro de una caja de vidrio, aserrín en el suelo y un cantante de música country gimiendo… ¡Ay, no! -Se le llenaron los ojos de lágrimas. Había estado tan ocupada consolando a Logan que la muerte de Gil no la había golpeado hasta ese momento. ¿Volvería a escuchar alguna vez música country sin recordar a Gil Price?

– Sí. -Logan también tenía los ojos brillosos. -Le dije que le encantaría esta ciudad. Lo único que pasaban por la radio era música country como… -Abrió la puerta abruptamente. -Tengo que ir a mi habitación a darme una ducha y cambiarme. -Tanteó el asiento trasero y sacó la caja con el cráneo. -Me ocuparé de Ben por un rato. Nos encontraremos en la habitación de Kessler dentro de veinte minutos

Eve asintió, aturdida, mientras se disponía a descender por el otro lado. Gil Price, humor, gentileza y un vibrante amor por la vida. Todo eso se había ido. La muerte acechante se había llevado a Gil. ¿Quién sería el siguiente? Logan podría haber muerto con Gil.

La otra cara de una moneda.

Entró en la habitación y sacudió la cabeza al ver la ropa desparramada sobre la cama. Ordenaría ese lío y trataría de…

Al diablo con todo.

Estaba asustada y preocupada. Sintió un escalofrío al ver caer las sombras. No había hablado con su madre desde la noche anterior y necesitaba establecer contacto. Buscó el teléfono en la cartera.

Nadie respondió.

¿Qué diablos pasaba?

Volvió a marcar.

Nada.

La otra cara de una moneda.

Tu posición no es tan firme como crees.

Mamá.

Con mano temblorosa, marcó el número de la habitación de Logan.

– No puedo hablar con mamá. No atiende el teléfono.

– No te asustes. Tal vez…

– No me digas que no me asuste. ¡No puedo hablar con ella!

– Tal vez no sea nada. Hablaré con Pilton y…

– ¿Qué probabilidades hay de que…?

– Hablaré con Pilton -la interrumpió Logan-. Te volveré a llamar -dijo y cortó.

No pasaba nada.

Fiske no la había encontrado.

No pasaba nada.

Sonó el teléfono.

Eve se lanzó a atenderlo.

– Está perfectamente bien -le anunció Logan-. Hablé con ella. Margaret y ella estaban por sentarse a cenar. Su teléfono tenía poca batería.

Estaba bien. Eve sintió un alivio tan intenso que casi se descompuso.

– ¿Cómo está?

– Preocupada por ti. Le gustaría estrangularme, pero está bien. Por un instante Eve no pudo hablar.

– ¿Recuerdas ese buque con destino a la Cochinchina, Logan? -dijo por fin.

– Sí.

– Quiero a mi madre en él.

– Me ocuparé de eso de inmediato. ¿Irás con ella?

Caray, sí, sácame de aquí.

– No, te veré en la habitación de Kessler dentro de quince minutos.

– Tengo una copia del informe de ADN -anunció Gary en cuanto abrió la puerta-. ¿Cuándo llega Quinn con esas muestras para comparar?

– Tendría que llegar pronto. -Eve miró a Logan, que estaba sentado en el sillón del otro lado de la habitación. -¿Logan te contó lo de Gil Price?

Gary asintió.

– Qué desastre.

– Sí. Hiciste todo lo que pudiste, Gary. Nos conseguiste el informe. ¿Por el amor de Dios, ¿quieres irte ya?

– Cuando termine. Cuando tenga las muestras de Quinn.

– No. Ya no te necesitamos. Joe puede ir al laboratorio y…

– No, Duncan. -La voz de Gary era suave, pero firme. -Cuando empiezo algo, lo termino.

– Eso es un disparate. Terminarás como Gil Price. -Se volvió hacia Logan. -Díselo.

– Lo intenté -repuso Logan-. No quiere escuchar.

– Igual que Gil. Gil tampoco quería escuchar. -Eve respiró hondo. -Pero tienes que escuchar. Ella va a… Las dos caras de una moneda.

─¿Qué?

– Lisa Chadbourne. Me llamó por teléfono esta tarde.

Logan se irguió en la silla.

─¿Qué?

– Quería hacer un trato conmigo por el cráneo.

– ¿Por qué no me dijiste que había llamado? -preguntó Logan con brusquedad.

– Piénsalo. ¿Estabas en estado de ánimo como para escuchar? No te hubieras comportado con sensatez.

– Tampoco ahora siento deseos de comportarme con sensatez. ¿Te amenazó?

– En cierta forma.

– ¿Qué forma?

– Me pareció que estaba… triste. ¿Qué importancia tiene? -preguntó en tono impaciente. -Quiero que mi madre y Gary queden fuera de todo esto ¿de acuerdo?

– ¿Dijo algo que pudiera hacerte creer que está al tanto de Bainbridge o del paradero de tu madre?

– Por supuesto que no. Es demasiado inteligente. No va a revelar nada. -Se volvió hacia Gary. -Pero tienes que…

– Lo único que tengo que hacer es llamar a Bubba Blue's Barbecue -la interrumpió Gary-. ¿Quieres costillas o bistec?

– Quiero que te vayas.

– ¿O tal vez un sándwich de carne de cerdo?

– Gary…

El tomó el teléfono y comenzó a marcar.

– Dime qué quieres o te pediré costillas.

Eve lo miró, sintiéndose totalmente impotente. Mierda.

– Bistec.