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– ¿Eve? -dijo Joe.

Ella asintió y abrió la puerta del lado del pasajero. Habían sorteado el primer obstáculo, las pruebas. Tenía los informes de ADN en el maletín que llevaba en la mano. Gary estaría fuera de peligro, y su madre también, en cuanto llegaran a Lanier dentro de unas pocas horas.

Gracias a Dios.

04:10

Fiske se quitó el dispositivo de escucha de la oreja y llamó a Lisa Chadbourne.

– Se estaban alojando en el Roadside Stop de Baingridge -le informó-. Seguí a Kessler y a Joe Quinn desde el Centro de exámenes de ADN. Logan y Duncan también están aquí. Pero ninguno se va a quedar. Quinn acaba de guardar la maleta de Duncan en su coche. Duncan se despidió de Kessler. El no va con ellos. Kessler está saliendo en este mismo momento del estacionamiento.

– ¿Y Logan? -preguntó Lisa Chadbourne.

– Se está subiendo a otro automóvil. Un Taurus tostado.

– ¿Ella tiene el cráneo?

– ¿Cómo voy a saberlo? No lo va a llevar debajo del brazo como si fuera una cartera. Podría haberlo guardado en la maleta. O tal vez lo tenga Logan.

– O quizá lo hayan escondido en alguna parte. No le estoy pidiendo que adivine. ¿No lo ha visto?

La mujer comenzaba a cansarlo.

– No.

– Entonces no los pierda de vista. Necesito ese cráneo.

– Ya me lo dijo. Logan siguió a Quinn al salir del estacionamiento.

– ¡Entonces vaya tras ellos!

– No hay problema. Sé Adónde se dirigen. Van hacia el norte a buscar a la madre de Duncan en Lanier.

– ¿Está seguro?

– Acabo de oír a Quinn diciéndolo.

Silencio.

– No los pierda de vista.

– No.

– Después quiero que haga otra cosa.

El teléfono digital de Eve sonó cuando estaban a setenta kilómetros de Bainbridge.

– Duncan. No les…

Apenas pudo escuchar las palabras.

– ¿Cómo?

– Duncan…

El corazón le dio un vuelco.

– ¿Gary?

Otra voz.

– Quería despedirse.

– ¿Quién habla? -susurró Eve.

– Fiske. Ella quiere el cráneo, Eve.

– ¿Adónde están?

– En el hotel. Saqué a nuestro amigo el doctor Kessler de la ruta y luego lo convencí de que volviera a su habitación para tener una charla.

– Quiero hablar con Gary.

– Ya no está en condiciones de hablar. Ella me dijo que te avisara que no va a ser el último. Dale el cráneo, Eve. -Cortó.

– ¡Ay, Dios!

– ¿Qué pasa? -preguntó Joe, con los ojos clavados en ella.

Eve sentía un nudo en el estómago que no le permitía respirar.

– Da la vuelta. Tenemos que volver al hotel.

─¿Qué?

– Fiske… y Gary. Sé que era Gary.

– No puedes estar segura. Quizá no sea él. Podría tratarse de una trampa.

– ¡Sé que era Gary, carajo! Me llamó Duncan.

– Es una trampa, Eve.

– ¡No me importa! Tenemos que volver.

– Lo haré no bien pueda. Encenderé las luces de emergencia para hacerle señas a Logan.

– Vamos, date prisa. -Eve trató de pensar. Tenía el maletín con los informes de ADN, pero Logan tenía el cráneo. Si era una trampa, tenía que asegurarse de que… -No, detente. Tengo que darle el maletín a Logan.

Salieron de la autopista y Logan se detuvo junto a ellos.

Joe descendió del coche y empujó el maletín hacia Logan.

– Volvemos al hotel, Kessler llamó a Eve. Está en manos de Fiske.

– Sube aquí conmigo, Quinn -ordenó Logan-. Eve, tú espera aquí.

– Ni loca. Vamos, Joe.

Joe encendió el motor.

– Los sigo -dijo Logan.

– ¡Ni se te ocurra! -exclamó Eve con ferocidad-. Ella quiere el cráneo. Si tengo que negociar con el cráneo para salvar a Gary, lo haré. Pero no voy a tener poder para negociar nada si Fiske te lo saca.

– Fiske no me lo va a…

Joe ya había salido como un rayo a la carretera, en dirección al hotel.

Ella quiere el cráneo, Eve.

Dáselo.

Gary.

La puerta de la habitación de Kessler estaba entreabierta y salía luz a través de la estrecha abertura.

– Quédate aquí. -Joe descendió del coche.

– Voy a…

– No me discutas. Mira, esto es lo que voy a hacer. -Sacó la pistola de la funda que llevaba en el hombro. -Todo saldrá bien. -Se apretó contra la pared a un lado de la puerta y la abrió de un puntapié.

No hubo disparos.

Nadie escapó por la puerta.

Nada.

Joe esperó un momento y luego se agazapó y entró.

Eve no soportaba más. Descendió del coche y corrió hacia la puerta.

De pronto, Joe apareció delante de ella y le bloqueó la entrada.

– No, Eve.

– ¿Qué te…? ¡No! -Lo empujó hacia un costado y entró corriendo en la habitación.

Gary estaba tendido en el suelo, en un charco de sangre. Un cuchillo le asomaba por la garganta.

Eve cayó de rodillas junto a él.

– ¿Gary?

– Vamos. -Joe trató de hacerla levantar, pero ella lo apartó. -Tenemos que salir de aquí.

– No podemos dejarlo. -De pronto vio los otros dos cuchillos que tenían clavadas las manos de Gary contra el piso. -Ay, Joe, mira lo que le hizo.

– Ya está, Eve, no hay nada que hacer. Tengo que sacarte de aquí.

Las lágrimas corrían por las mejillas de Eve.

– Lo lastimó. Lo hizo a propósito. Quería que supiera que lo hizo sufrir. Ella quería que yo lo supiera.

– Ahora ya no sufre más.

Eve se balanceaba hacia delante y hacia atrás, presa de un inmenso dolor.

– No es justo. Quería pelear contra ellos. Quería…

– Eve, mírame.

Levantó la vista hacia Joe, pero no lo vio.

Sus ojos…

Él extendió una mano y le acarició el pelo con infinita ternura.

– Perdóname -dijo con suavidad.

Su puño se estrelló contra el mentón de Eve.

Oscuridad.

– ¿Está lastimada? -Logan estaba bajando del coche cuando salió Joe del hotel con Eve en brazos.

– No, ábreme la puerta, por favor.

Logan abrió la puerta del lado del pasajero del automóvil de Joe.

– ¿Qué le pasó? ¿Fue Fiske?

– No, fui yo. -La colocó sobre al asiento y cerró la puerta.

– No quería dejar a Kessler.

La mirada de Logan se clavó sobre la puerta abierta.

– ¿Pero qué…?

– Está muerto.

– ¿Y Fiske?

– No está. -Joe dio la vuelta al automóvil y subió detrás del volante. -Súbete a tu coche y desaparece de aquí. Eve te dijo que no volvieras.

– Pero parecería que Fiske no quiere negociar, después de todo.

– Lo que quería era asustarla. No fue algo agradable. -Sacó una toalla de papel de la guantera. -Sangre. -Comenzó a limpiar las manchas de las manos de Eve. -Mucha sangre.

– Mierda. -Logan tenía los ojos fijos en la cara pálida de Eve. -¿Qué le hiciste?

– La desmayé. -Joe puso el coche en marcha. -Estar allí arrodillada en la sangre de Kessler le iba a hacer mal. Para ella era lo mismo que estuviera Fiske de pie junto a ella con otro cuchillo de carnicero en la mano.

– ¿Cuchillo?

– Te dije que no era algo agradable.

– No le va a gustar que la hayas maltratado.

– Hice lo que tenía que hacer. ¿Estás armado?

– Sí.

– Pero no se lo dijiste a Eve. -Joe sonrió con ironía. -Sabías cuál iba a ser su reacción. Me mandaste al frente a mí, pero tú te cubriste el trasero. Bueno, ten la pistola a mano y mantente bien cerca detrás de mí. Si te asaltan, tal vez pare y te ayude. -Retrocedió el coche. -Si tienes suerte.