Sangre.
Cuchillos.
Clavado.
Oh, Dios, había crucificado a Gary.
Abrió la boca para gritar.
– Despierta. -La estaban sacudiendo. -Despierta, Eve.
Abrió los ojos.
Joe. Joe en el asiento del conductor, junto a ella. A su alrededor, oscuridad.
Un sueño. Había sido un sueño.
– Un sueño…
Joe negó con la cabeza.
– Gary… -Las lágrimas comenzaron a rodarle por las mejillas otra vez. -¿Está muerto?
Joe asintió.
Eve se acurrucó en el asiento, tratando de alejarse de la pesadilla. Pero ésta la envolvía. Sangre. Gary. La mano de Joe sobre su pelo. Oscuridad.
– Me golpeaste -dijo en tono lacónico.
– Tuve que hacerlo -respondió él sin levantar la voz.
– Pensaste que no podría soportarlo.
– Puede ser. Pero de lo que estaba seguro era de que yo no podía soportarlo.
– Ella quiere el cráneo. La otra cara de una moneda… Ni siquiera trató de negociar. Dijo que tenía que seguir adelante. Quería mostrarme que tenía el poder de estirar un brazo y matar a alguien muy cercano a mí.
– Esa parece ser la escena, sí.
– Gary ni siquiera estaba involucrado en el asunto -siguió diciendo Eve, aturdida-. Estaba fuera de esto. Fort Lauderdale… No debimos dejarlo ir solo.
– Creímos que estaría a salvo. No teníamos idea de que Fiske sabía que estábamos en Bainbridge.
Ella quiere el cráneo, Eve.
– ¿Dónde está Logan? -preguntó.
– Unos kilómetros detrás de nosotros.
– ¿Todavía tiene el cráneo?
Joe asintió.
Dale el cráneo.
Me pidió que te diga que no iba a ser el último.
Eve sintió un escalofrío.
– Mi madre.
– Estamos yendo hacia allí.
– Me advirtió que Gary no iba a ser el único. ¿Cuánto falta para llegar?
– Unas tres horas.
– Vamos, apúrate.
– Tranquila.
– No me digas eso. Ella sabe que quiero a mi madre. Es lógico que la elija como otra víctima.
– O que se asegure que vas a pensar eso e irás hacia ella. No es seguro que sepan dónde está tu madre.
– Tampoco nos dimos cuenta de que Fiske sabía que estábamos en Bainbridge. -Apretó los puños y las uñas se le clavaron en las palmas de las manos. -Pero él lo sabía, lo sabía.
– Sí.
– Y ahora podría estar yendo hacia Lanier. Podría ir delante de nosotros.
– Pero no necesariamente para matar a tu madre. Es más probable que quiera ir para allá a tender una trampa. El objetivo es el cráneo, al fin y al cabo.
Eve sacó su teléfono.
– Voy a avisarles.
– Bien. Buena idea. Pero no las asustes hasta el punto de que quieran huir. Tal vez sea mejor que se queden allí hasta que lleguemos. Dile a Pilton que esté alerta.
¿Podía ser mejor que estén allí?
¿Quién podía saber si podían estar a salvo con Fiske dando vueltas por allí?
La mano le temblaba cuando marcó el número.
Fiske volvió al coche que había estacionado en la entrada del chalet desierto. El Sol asomaba en el oeste y la luz se filtraba por las brumosas cimas de los pinos.
Calculó que les llevaba una hora de ventaja. Había estado espiando la casa de Duncan. Era evidente que Duncan había estado ocupada con el teléfono. Había luces en la casa y Pilton había entrado en la casa y cerrado la puerta después de revisar bien el perímetro. Lo estaban esperando.
Pues bien, ¿no era eso lo que él había querido? Un desafío.
Llamó a Lisa Chadbourne.
– Les avisó.
– ¿Pero siguen allí?
– Creo que la están esperando. Pilton llegó hace quince minutos y arrojó algo de equipaje dentro de la camioneta, pero nadie más salió desde entonces.
– Que no se vayan. -Una pausa. -Y no las toque hasta que me consiga ese cráneo.
– La madre sería un buen elemento de persuasión. Mejor que Kessler. -Hizo una pausa y luego agregó su propio elemento de persuasión. -Aunque a Kessler lo manejé de forma excepcional. ¿Quiere que le cuente los detalles?
Silencio.
– Le dije que necesitaba los resultados, no los detalles.
Impresionable.
– Mantuve a Kessler vivo el tiempo suficiente como para que la llamara. No me fue fácil, con los cuchillos en…
– Le dije que no quiero saber cómo fue. Recuerde que a Eve Duncan sólo se la puede presionar hasta un cierto punto. No se pase de la raya y arruine todo, Fiske.
– Ya empieza a parecerse a Timwick.
Otro silencio.
– Perdón. Lo dejo en sus manos. Sé que no me va a fallar. -Cortó la comunicación.
Ese maldito cráneo otra vez, atándole las manos, impidiéndole hacer su trabajo.
Se inclinó hacia delante y abrió la guantera.
Tenía tiempo de sobra para actualizar su lista. Con trazo grueso y satisfecho, tachó el nombre de Gary Kessler.
08:35
Eve bajó del coche de un salto no bien se detuvo adelante del chalet de su madre.
– Espera. -Joe estuvo a su lado de inmediato y la empujó hacia un costado. -Yo entro primero.
Había entrado primero en el hotel y encontrado a Gary.
– No. ¡Mamá!
Nada.
Después oyó la voz de Sandra.
– Estoy bien, Eve. Pilton no me deja salir, pero estamos todos bien.
Eve sintió tanto alivio que casi se descompuso.
– Vamos a entrar.
Logan había estacionado detrás del coche de Joe.
– ¿Todo bien?
– Aparentemente, sí. -Joe estaba observando el bosque circundante con atención. -Puede ser. Entren y asegúrense de que estén listas para irse. Me quedaré aquí afuera.
Logan siguió a Eve hacia la entrada.
– ¡Esperen! -ordenó Joe-. ¿Dónde está el cráneo, Logan?
– En el asiento del pasajero. Vigílalo.
– Sí. -Los ojos de Joe no se apartaron en ningún momento del bosque. -Apúrense y tráiganlas a los coches.
Fiske estaba allí afuera.
Caray, casi podía olerlo, pensó Joe.
Oler la sangre. Oler el hambre.
Tenía los nervios a flor de piel. La presencia de Fiske lo había catapultado a su pasado de blancos y permisos para matar. Fiske entendería ese mundo. Estaba allí afuera en este momento, entrenado, listo… ¿Listo para qué?
¿Para arrojar dinamita a la casa?
¿Lanzar un ataque de francotirador en cuanto saliera al porche?
Si eso era cierto, Joe iba a ser el primer blanco. El centinela era siempre el primero en ser derribado.
Pero Fiske estaba en desventaja. No le habrían dado órdenes de asesinar solamente.
El cráneo.
Joe esbozó una sonrisa irónica. Bien, acabemos con esto. Convirtamos al cazador en presa.
¿Me estás mirando Fiske?
Se quitó el saco, metió la mano dentro del coche de Logan y sacó el maletín de cuero que contenía el cráneo.
La carnada, Fiske.
Levantó deliberadamente el maletín y lo sostuvo sobre su cabeza.
¿Lo ves?
Echó a correr hacia el bosque, zigzagueando entre los arbustos.
Ven a buscarlo, cretino.
Los ojos de Fiske se abrieron como platos.
El hijo de puta lo estaba provocando. Y con ese maletín, donde tenía que estar el cráneo.
Observó a Quinn correr hacia el bosque. Sabía lo que estaba haciendo y era bueno. No iba a ser un blanco fácil.
Sintió de pronto una placentera excitación. La perra Chadbourne le había dicho que consiguiera el cráneo. Prioridad uno. A Fiske no se le había ocurrido que la prioridad pudiera ofrecerle un desafío tan interesante.