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Eve ya estaba subiendo al asiento trasero cuando la camioneta de Pilton abandonó el estacionamiento.

– Revisaré el equipaje. Conduce tú. -Abrió la bolsa más grande primero. ¿Qué sabía ella de armas? Que no le gustaban, que la asustaban, que representaban violencia y horror.

Pero a Fiske no lo habían asustado. El las había utilizado. Tampoco asustaban a Lisa Chadbourne, porque ella le había ordenado a Fiske que las usara.

Eve puso el dedo sobre el cañón del rifle. El metal estaba tibio y era liso, casi agradable al tacto. Ella había esperado que fuese helado.

– ¿Encontraste algo? -preguntó Logan.

Nada que quisiera encontrar.

– Todavía no.

– Te apuesto que no va a haber forma de relacionar a Lisa Chadbourne con esas armas.

– Ya lo sé. -Lisa no dejaría ningún rastro que condujera hacia ella. La búsqueda de Eve no tenía demasiadas esperanzas.

Pero perder las esperanzas era admitir la derrota. Y eso era lo último que Eve iba a hacer.

Apartó el primer bolso y empezó a revisar el segundo. Papeles del auto alquilado dentro de una carpeta verde, un pasaje en primera clase a Washington por Delta Airlines, un horario de vuelos, unas facturas de restaurantes, dos en Atlanta, uno en Bainbridge.

Bainbridge.

No pienses en Bainbridge. No pienses en la habitación de hotel donde murió Gary.

Un pedazo de papel doblado. ¿Otra factura?

Desdobló el papel.

Y se puso rígida.

Una lista con varios nombres. Algunos impresos, otros escritos a mano.

Su nombre, el de Logan, el de Joe, el de su madre…

Y otros dos hombres que hicieron que sus ojos se agrandaran de horror.

Santo Dios.

Se obligó a seguir leyendo la lista.

Gary Kessler, prolijamente tachado.

Se quedó mirando el nombre de Gary.

Un nombre más en la lista.

Gil había dicho que Fiske estaba obsesionado con la prolijidad y eficiencia. Hasta el punto en que mataba un hombre y lo tachaba de la lista.

– ¿Qué pasa? -Logan la estaba mirando por el espejito retrovisor.

– Una lista, con el nombre de Gary. -Dobló el papel y lo guardó en su cartera. Lo volvería a leer más tarde para pensar bien en eso. Ahora era demasiado doloroso. Revisó los otros papeles. Nada interesante. -Busca un lugar donde parar.

– ¿Un hotel sobre la ruta?

– No, nos van a estar buscando en esta zona. Ella va a empezar a preguntarse por qué no tuvo noticias de Fiske y harán averiguaciones discretas. Se enterarán de lo que le pasó a Joe.

Joe.

Se apresuró a alejar el pensamiento de su mente. Cuando recordaba a Joe en el hospital, ya no podía pensar en otra cosa.

– Oye, deberíamos salir de esta zona.

– No, Joe puede necesitarme.

– No estás pensando con sensatez. Ni siquiera puedes ir a…

– No me importa. -No podía dejar a Joe sin saber si iba a morir o no. -Busca un lugar donde parar por un rato. Necesito pensar.

– Ya estuve pensando. Creo que deberíamos ponernos en contacto con Peter Brown, el periodista de ese periódico de Atlanta.

– Puede ser. -Eve se frotó la sien, que le latía. -Pero es amigo de Joe. Necesitaríamos que él le…

Otra vez Joe. Necesitaban a Joe. La que lo necesitaba era ella.

Los recuerdos le invadieron la mente. Joe en el laboratorio de ella, regañándola por trabajar demasiado. Joe haciendo bromas, hablando con tranquilidad y…

– Relájate -le recomendó Logan-. No tenemos que decidir nada ahora. Daré unas vueltas y veré si encuentro algún sitio discreto donde estacionar.

Logan se detuvo en un McDonald's, a unos veinte kilómetros al sur de Gainesville y compró hamburguesas y Coca-Cola para llevar. Abandonó la ruta, tomó por un camino de tierra, anduvo unos diez kilómetros y luego se detuvo cerca de una laguna.

– Esto nos dará suficiente privacidad -dijo, y apagó el motor-. Aunque seguro que hay una granja del otro lado de esa colina. No es fácil encontrar un sitio salvaje en esta época.

– ¿A qué distancia estamos del hospital?

– A cuarenta minutos, yendo a buena velocidad. -Descendió del automóvil, tomó el maletín con el cráneo de Ben y dio la vuelta para abrirle la puerta a Eve-. Ven, vamos a caminar junto a la laguna. Necesitamos algo de ejercicio.

Cualquier cosa para liberar un poco de tensión. Eve tomó su cartera y lo siguió.

La laguna era barrosa y la orilla estaba resbalosa. Debía de haber llovido hacía poco. El sol comenzaba a declinar y arrojaba barras brillantes de luz sobre la superficie del agua.

Después de una media hora, Logan preguntó:

– ¿Te sientes mejor?

– No. Sí. -Eve se detuvo junto a un árbol y apoyó la mejilla contra el tronco. -No lo sé, Logan.

– Quiero ayudarte. ¡Diablos, dime cómo ayudarte!

Resucita a Gary. Dime que Joe se va a poner bien.

Eve sacudió la cabeza.

– Quinn no es el único que puede ayudarte. Déjame intentarlo.

Eve se sentó en el suelo.

– Voy a estar bien, Logan. Sólo tengo que pensar. Sé que hay una forma de terminar con todo esto, pero tengo que verla con claridad y en este momento no puedo pensar con lucidez.

– ¿Tienes hambre?

– No.

– Pues deberías estar hambrienta. No has comido en casi veinticuatro horas.

Buba Blue's Barbecue. Gary había pedido que les trajeran…

– Quédate aquí. -Logan dejó el maletín junto a ella. -Te traeré la comida.

Eve lo observó trepar la pendiente. Vamos, contrólate, se dijo. Te estás comportando como una debilucha y él está preocupado. El ver el nombre de Gary tan fríamente escrito en esa lista la había sacudido terriblemente y le estaba costando…

Sonó el teléfono.

¿Su madre?

Buscó desesperadamente en la cartera hasta que lo encontró.

– ¿Eve?

Lisa Chadbourne.

Eve empezó a temblar.

– Maldita seas. Ojalá ardas en el infierno.

– No me diste opción. Traté de darte una salida.

– Y después mataste a Gary.

– Fiske lo mató… Bueno, no lo voy a negar. Le dije que quería que lo hiciera.

– ¿Y le dijiste que matara a Joe, también?

– No, eso no estaba en los planes inmediatos.

Pero no negaba que pudiera estar en los planes mediatos.

– Está muy grave.

– ¿Y supongo que el hombre muerto al que encontraron con él era Fiske?

– Trató de matar a Joe.

– Es evidente que no lo logró. Tengo entendido que tal vez Quinn se recupere.

– Será mejor que así sea.

– ¿Me estás amenazando? Entiendo tu amargura pero, ¿no te diste cuenta todavía de que no puedes ganar? ¿Cuánta gente más tiene que morir, Eve?

– Ya no tienes a Fiske.

– Timwick encontrará un reemplazante. Quinn está en una posición muy vulnerable, ahora. Está conectado a un respirador, ¿no es así?

Un relámpago de furia sacudió a Eve.

– Ni se te ocurra pensarlo.

– No quiero tener que pensarlo -respondió Lisa en tono cansado-. La idea me da náuseas, pero voy a hacerlo si es necesario, Eve. Del mismo modo en que tuve que hacer matar a Kessler. Y en que haré matar a toda la gente que quieres. Tienes que entregarme el cráneo y el informe de ADN.

– Vete al diablo.

– Escúchame, Eve. Piénsalo. ¿Vale la pena?

– ¿Dices que si te doy el cráneo Joe va a vivir?