– ¿Así que me recetas como terapia?
– Llámalo como quieras.
Logan miró a Joe con los párpados entornados.
– Pero realmente detestas todo esto ¿no es así?
Joe no respondió.
– Es lo mejor que se puede hacer. Tú puedes ayudarla ahora. Yo no. Pero si esta experiencia no resulta tan buena para ella como espero -añadió-, créeme, encontraré algún volcán.
Logan le creyó. Quinn estaba herido en cama y lo lógico era que tuviera aspecto indefenso. Pero se lo veía fuerte, contenido y resistente. Logan recordó cuando él había definido a Quinn como uno de los hombres más intimidadores que había conocido. Ahora descubrió que el lado protector de Quinn era todavía más peligroso.
– Le haré mucho bien, ya verás. -No pudo resistir la tentación de azuzarlo un poco mientras se dirigía a la puerta. -Aunque tal vez no llegues a poder verlo. Es posible que estemos demasiado ocupados como para ponernos en contacto contigo.
– No trates de interponerte entre nosotros. No va a resultar. Tenemos demasiadas experiencias vividas. -Miró a Logan directamente a los ojos. -Y lo único que tengo que hacer es decirle que la necesito porque tengo otro cráneo y vendrá.
– ¡Ni se te ocurra! ¿Qué clase de mal nacido eres? Quieres que sane sus heridas, pero estás dispuesto a meterla de nuevo en ese mundo.
– Nunca lo llegaste a entender -dijo Quinn en tono cansado-. Eve lo necesita. Y mientras lo necesite, yo se lo voy a dar. Le voy a dar todo lo que necesite en este condenado mundo. Aun si lo que necesita eres tú, Logan. -Apartó la vista. -Bueno, vete de una vez. Te está esperando.
Logan quería decirle que se fuera al diablo. Entendía a Eve y sabía que le iba a hacer bien. Lo único que necesitaba era la oportunidad y Quinn se la estaba dando.
¿Quinn? ¿Qué diablos estaba pensando? Se comportaba como si Quinn fuese una figura poderosa que manejaba los hilos desde detrás de la escena.
Qué disparate.
– Eve está esperando. -Abrió la puerta. -Me está esperando a mí, Quinn. Dentro de tres horas vamos a estar en el avión que nos llevará a un mundo de distancia de ti. Que pases un buen día.
Al salir al pasillo y caminar en dirección a Eve, sonrió.
Caray, qué bien lo había hecho sentir ese último azuzón.
– Estuvo aquí. -Diane estaba en la puerta. -Las enfermeras no hacen más que hablar de eso. ¿Para qué vino Eve?
– ¿Por qué no iba a venir? Quería verme. -Joe la miró con atención. -Estaba preocupada porque no se pudo comunicar conmigo por teléfono. No le quisieron pasar las llamadas.
Una emoción apenas discernible cruzó por el rostro de Diane.
– ¿En serio?
Culpa, comprendió Joe con cansancio. Había tenido esperanzas de que no fuera cierto. O tal vez de que Diane lo hubiera hecho. Le daría una excusa para hacer lo que tenía que hacer.
– ¿Te diste cuenta, no? -dijo Diane con amargura-. Rompí las reglas. Me metí entre ustedes. -Apretó los puños con fuerza. -Diablos, tenía derecho a meterme. Soy tu esposa. Pensé que iba a poder seguir viéndolos juntos, pero ella está interfiriendo con nuestra vida y no lo voy a permitir. ¿Sabes lo que dice la gente acerca de la forma en que te metió en este lío? No es justo. Ya es bastante duro para mí saber lo poco que cuento en esto. Le has demostrado al mundo entero que no te importa nada tu…
– Es cierto -admitió Joe con suavidad-. Todo lo que estás diciendo es absolutamente cierto, Diane. No he sido justo y tú te has mostrado muy paciente. Lamento haberte metido en esto. Tenía esperanzas de que funcionara.
Ella permaneció callada un instante.
– Todavía puede funcionar. -Se humedeció los labios. -Sólo tienes que… Puede que haya perdido los estribos y haya dicho cosas de las que me arrepiento. Lo único que tenemos que hacer es hablar de todo esto y llegar a un acuerdo justo.
Pero estaba pidiendo el único acuerdo al que él no podía llegar. Ya la había decepcionado y lastimado bastante. No iba a seguir haciéndolo.
– Cierra la puerta y ven a sentarte -le dijo en voz baja-. Tienes razón, tenemos que hablar.
– ¿Estás bien? -Logan estaba junto a Eve. Ella miraba por la ventanilla del avión. -Te aferras a esos apoyabrazos como si el asiento fuera a despegar sin ti.
Eve aflojó las manos.
– Estoy bien. Es sólo que me resulta raro dejar todo e irme tan lejos. Nunca salí del país.
– ¿De veras? -Logan se sentó junto a ella. -No lo sabía. Pero claro, hay muchas cosas que no sé de ti. Y el vuelo es largo. Quizá podríamos hablar.
– ¿Quieres que te cuente todos mis sueños de la infancia, Logan?
– ¿Por qué no?
– Porque no recuerdo haber tenido ninguno. Siempre pensé que eran cuentos de hadas tontos inventados por las agencias de publicidad de Madison Avenue.
– ¿Y tus sueños de adulta?
– No te los pienso contar.
– Dios, qué mujer difícil eres. -Su mirada se posó en el maletín de metal que estaba en el suelo junto a ella. -¿Eso es lo que creo que es?
– Mandy.
– Por suerte tenemos un avión privado. Se hubiera armado un lío terrible con la seguridad del aeropuerto si hubieras pasado eso por los rayos X. -Sus ojos seguían fijos en el maletín. -Me había olvidado de ella. Pero tú no ibas a olvidarte, por supuesto.
– No, yo no me olvido.
– Eso es algo prometedor y aterrador al mismo tiempo. No pensarás trabajar durante el vuelo ¿no?
Eve sacudió la cabeza.
– No sería seguro. Por la turbulencia.
– Qué alivio. Imaginaba los huesos volando por todas partes como esquirlas. Me alegro de que esperes hasta llegar a la isla. Bueno, ya que no vas a trabajar y tampoco quieres contarme tus secretos íntimos ¿qué te parece si jugamos a las cartas?
Sonreía y trataba de hacerla sentir cómoda. Eve sintió que algo de la tensión y la soledad que sentía se disipaban y la invadía una oleada de tibieza. Logan tenía razón. El vuelo iba a ser largo. Y el tiempo que iban a pasar juntos antes de que ella tuviera que volver al mundo real también iba a ser largo. Así que tenía que hacérselo tan fácil como él estaba tratando de hacérselo a ella.
– Podríamos.
– Se rajó la armadura -murmuró Logan-. Si tengo suerte, hasta me habrás sonreído para cuando lleguemos a Tahití.
– Solamente si tienes mucha suerte, Logan -replicó Eve.
Y le sonrió.
EPILOGO
Esta playa no es como la que está cerca de Pensacola -dijo Bonnie-. Es linda, pero creo que me gusta más el agua de allá. Aquí no hay nada de olas.
Eve se volvió, Bonnie estaba construyendo un castillo de arena a unos metros de distancia.
– Hace mucho que no sueño contigo. Pensé que ya no te iba a ver.
– Decidí mantenerme alejada por un tiempo para que pudieras dejarme ir. -Bonnie puso un dedo en el costado del castillo y comenzó a dar forma a una ventana. -Era lo mínimo que podía hacer, puesto que Joe se estaba esforzando tanto.
─¿Joe?
– Y Logan también. Ambos quieren lo mejor para ti. -Hizo otra ventana. -¿Lo has estado pasando bien aquí, verdad? Estás mucho más relajada que cuando llegaste.
Eve contempló cómo la luz resplandecía sobre el océano azul.
– Me gusta el sol.
– Y Logan ha sido muy bueno contigo.
– Sí. -Había sido mucho más que eso. Durante esos meses, Eve había tratado de mantener a Logan a distancia, pero él no lo permitió. Se había acercado cada vez más tanto mental como físicamente hasta que se había atrincherado firmemente en su vida. Eso le daba consuelo, pero a la vez la inquietaba.
– Estás preocupada por él. No tienes por qué estarlo. Todo cambia con el tiempo. A veces las cosas empiezan de una forma y en el camino se convierten en otra.