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Con todo mi amor,

Charles

3 de mayo de 1867

– Bueno -dijo Rhyme pensativo-, habla del secreto. Pero, ¿de qué se trata? Debe de ser algo relacionado con esas reuniones en Gallows Heights. «El bien de nuestro pueblo». Derechos civiles o política. También lo mencionó en su primera carta… Gallows Heights: Altos de la Horca. ¿Qué demonios es eso?

Sus ojos buscaron la carta de tarot del hombre colgado, suspendido por los pies de una horca.

– Voy a buscarlo -dijo Cooper, y miró en Internet. Un momento después dijo-: Era un barrio de Manhattan en el siglo XIX, en la parte norte del West Side, situado alrededor de Bloomingdale Road y la calle 18. Bloomingdale se convirtió después en el Boulevard, y luego en Broadway. -Levantó la vista, con una ceja enarcada-. No lejos de aquí.

– ¿Gallows con apóstrofo?

– Sin apóstrofo. Al menos en las páginas que he encontrado.

– ¿Dicen algo más sobre ese lugar?

Cooper revisó una página web de historia social.

– Un par de cosas. Un mapa de 1872. -Giró el monitor en dirección a Rhyme, que examinó la imagen, fijándose en que el barrio abarcaba una amplia zona. Había algunas grandes fincas, propiedad de antiguas familias de magnates y financieros de Nueva York, así como cientos de casas y edificios de apartamentos más pequeños-. Eh, mira, Lincoln -dijo Cooper, tocando una parte del mapa cerca de Central Park-. Aquí está tu casa. En donde estamos ahora. En esa época era una ciénaga.

– Interesante -masculló Rhyme sarcásticamente.

– La otra referencia que hay es una noticia del Times del mes pasado acerca de la reinauguración de un nuevo archivo en la Fundación Sanford, esa vieja mansión de la calle 81.

Rhyme recordó una vieja construcción victoriana que estaba a poca distancia del Hotel Sanford, un edificio gótico de apartamentos, como de película de miedo, que se parecía al cercano Dakota, donde había sido asesinado John Lennon.

– El director de la fundación, William Ashberry -prosiguió Cooper-, pronunció un discurso en la ceremonia. Mencionó cuánto ha cambiado la parte norte del West Side desde que se conocía como Gallows Heights. Nada específico.

Demasiados puntos interconectados, reflexionó Rhyme. Fue entonces cuando el ordenador de Cooper emitió un pitido, indicando que había entrado un mensaje de correo electrónico. El técnico lo leyó y dirigió una mirada a los miembros del equipo.

– Escuchad esto. Es acerca del Coloreds' Weekly Illustrated. El encargado de la biblioteca del Booker T. Washington College de Filadelfia acaba de enviarme esto. La biblioteca tenía la única colección completa de la revista en todo el país. Y…

– ¿Tenía? -espetó Rhyme-. ¿Qué coño es eso de «tenía»?

– La semana pasada, un incendio destruyó la sala en la que se conservaba.

– ¿Qué dice el informe sobre el acto de piromanía? -preguntó Sachs.

– No se consideró un incendio intencionado. Parece ser que se rompió una bombilla y se incendiaron unos papeles. No hubo víctimas.

– Y una mierda que no fue intencionado. Alguien le prendió fuego. ¿Sugiere algo el encargado sobre dónde podríamos encontrar…?

– Yo iba a seguir leyendo.

– Vale, ¡sigue!

– La escuela tiene por norma escanear todo lo que hay en sus depósitos y almacenarlo en archivos Adobe pdf.

– ¿Nos estamos acercando a las buenas noticias, Mel? ¿O sólo estás entreteniéndote?

Cooper presionó más teclas. Gesticuló señalando la pantalla.

– Voilà. 23 de julio de 1868, Coloreds' Weekly Illustrated.

– Vaya, no me digas. Bueno, léenoslo, Mel. Ante todo: ¿se ahogó en el Hudson el señor Singleton, o no?

Cooper tecleó un poco más y un momento después se empujó las gafas contra el puente de la nariz, se inclinó hacia adelante y dijo:

– Allá vamos. El titular es: «Vergonzoso, informe sobre el crimen de un liberto. Charles Singleton, un veterano de la guerra entre los Estados, traiciona la causa de nuestro pueblo en un sonado incidente».

Prosiguiendo con el texto, leyó:

– «El martes 14 de julio el Juzgado de lo Penal de Nueva York emitió una orden de arresto contra un tal Charles Singleton, un liberto y veterano de la guerra de secesión, acusado de haber robado vilmente una gran cantidad de oro y otras sumas de dinero del Fondo Nacional de Educación para la Asistencia de los Libertos, en la calle 23 de Manhattan, Nueva York.

»El señor Singleton eludió un cerco policial desplegado por la ciudad, y se suponía que había escapado a Pensilvania, donde vive la hermana de su esposa y la familia de aquélla.

»Sin embargo, la madrugada del jueves, día 16, fue avistado por un agente de policía mientras se dirigía hacia los muelles del río Hudson.

»El agente dio la voz de alarma y el señor Singleton se dio a la fuga. El agente de policía fue tras él para intentar atraparle.

»Pronto se sumaron a la persecución otros agentes de la ley, así como traperos y trabajadores irlandeses, ejerciendo su obligación cívica de aprehender al delincuente (y alentados por la promesa de cinco dólares en oro al que detuviera al villano). El camino elegido para procurar la huida fue la maraña de casuchas de dudosa reputación cercanas al río.

»En los murales pictóricos de la calle 33, el señor Singleton trastabilló. Un oficial a caballo se acercó y parecía que iba a atraparle. Sin embargo, el antiguo esclavo logró ponerse de pie nuevamente y, en lugar de admitir sus fechorías, prosiguió su cobarde huida.

»Durante un rato, logró eludir a sus perseguidores. Pero su evasión fue meramente transitoria. Un tendero negro que estaba en un porche vio al liberto y le rogó que se detuviera, en nombre de la justicia, afirmando que había oído hablar del crimen del señor Singleton y reprochándole que llevara el deshonor a toda la gente de color a lo largo y ancho de la nación. Acto seguido, el ciudadano, un tal Walker Loakes, le arrojó un ladrillo al señor Singleton, con el propósito de derribarle.

»El liberto tenía un cuerpo robusto, por el trabajo físico que realizaba en un huerto de manzanos, y corría rápido como una centella. Pero el señor Loakes informó a la policía de la presencia del liberto y, en los embarcaderos cercanos a la calle 28, cerca de la oficina de los remolcadores, su paso fue interceptado por otro contingente de diligentes policías. Allí se detuvo, exhausto, agarrándose al cartel de la Swiftsure Express Company. El hombre que había comandado su persecución durante los últimos dos días, detective capitán William P. Simms, le instó a rendirse, apuntando al ladrón con su pistola.

»Aun así, o bien buscando desesperadamente una forma de escapar, o bien -convencido de que las consecuencias de sus malas acciones se habían vuelto contra él- deseando acabar con su vida, el señor Singleton, según la mayoría de los testimonios, dudó sólo un momento y luego saltó al río, vociferando palabras que nadie pudo oír».

Rhyme interrumpió:

– Hasta ahí llegó Geneva antes de ser atacada. Olvídate de la guerra civil, Sachs. Aquí sí que hay suspense. Continúa.

– «Desapareció de la vista bajo las olas, y los testigos aseguraron que había muerto. Tres agentes requisaron un esquife de un muelle cercano y remaron a lo largo de los embarcaderos para cerciorarse del destino del negro.

»Finalmente le encontraron, semiinconsciente a consecuencia de la caída, aferrado a un leño que sostenía contra el pecho, e invocando a su esposa e hijo con una emoción que para muchos era simulada».

– Al menos sobrevivió -dijo Sachs-. A Geneva le alegrará saberlo.

– «Un médico se ocupó de él, y luego se lo llevaron y quedó bajo custodia en espera del juicio, que tuvo lugar el martes pasado. En el juicio se probó que había robado la inimaginable suma, en billetes y monedas de oro, de treinta mil dólares».