ID: [Cara de sorpresa]. Sí. Lo hice. Fue el verano más duro de mi vida. Es como si le dices a alguien que se vaya y vuelva hablando perfectamente japonés en cuatro meses. La lengua de signos americana no consiste simplemente en hablar inglés por signos. Es una lengua diferente, con una sintaxis distinta. Suele hacer referencia al tiempo-tema-comentario, aunque, al igual que sucede con el inglés, hay variaciones. Por ejemplo, se puede decir [empieza a comunicarse mediante signos]: «Día pasado mí comer cerezas» o «Día pasado comer cerezas mí». Aunque eso no quiere decir que la lengua de signos americana no use la estructura sujeto-verbo-objeto, sino que simplemente no usa los verbos de estado.
JT: Me estoy perdiendo.
ID: [Risas]. Lo siento.
JT: Entonces volvió, lo dejó con un palmo de narices y consiguió el trabajo.
ID: Lo del palmo de narices no sé yo…
JT: Hábleme de los primates.
ID: ¿De qué?
JT: El hecho de haberla visto con los simios hoy, de haber hablado yo mismo con ellos y luego habérmelas arreglado para ofender a uno de ellos, me ha abierto la mente.
ID: Al final se le ha pasado.
JT: De eso nada. ¿Es consciente de lo extraño que le puede parecer a una persona normal el hecho de encontrarse en la tesitura de ofender a un animal en una situación social, tener que solucionarlo y no lograrlo? ¡Poder tener una conversación bidireccional con monos, en lenguaje humano, ni más ni menos, y que lo hagan simplemente porque quieren!
ID: Caray, sí que le ha afectado.
JT: Supongo que me lo merecía.
ID: Lo siento. Pero sí, ese es exactamente el quid de nuestro trabajo. Los monos aprenden a hablar escuchando, gracias al deseo de comunicación; exactamente como los niños humanos. Respecto a la edad, aproximadamente hay la misma franja de oportunidad. Aunque me gustaría extenderme e ir un poco más allá.
JT: ¿A qué se refiere?
ID: Los bonobos tienen su propio idioma. Usted lo ha visto hoy: Sam le ha dicho a Bonzi exactamente dónde había escondido la llave, aunque estaban en cuartos separados y no se veían el uno al otro. Ella ha ido directa sin mirar a nadie más. Puede que nunca seamos capaces de usar su idioma para comunicarnos con ellos por las mismas razones que ellos no pueden hablar en inglés (nuestros tractos vocales son demasiado diferentes, creemos que por alguna cuestión relacionada con la secuencia de genes HAR-1), pero creo que ya va siendo hora de que alguien intente de codificarlo.
JT: ¿Y el sexo?
ID: ¿A qué se refiere?
JT: Lo tienen muy presente. Y son unos virtuosos. Está claro que no solo lo practican para procrear.
ID: Tiene toda la razón. Los bonobos, junto con los delfines y los humanos, son los únicos animales que sabemos que practican sexo con fines lúdicos.
JT: ¿Por qué lo hacen?
ID: ¿Por qué lo hace usted?
JT: Vale. Pasemos a la siguiente.
ID: Perdone, la pregunta tiene sentido. Creemos que es un mecanismo para aliviar la tensión, resolver conflictos y reafirmar la amistad, aunque también tiene que ver con el tamaño del clítoris de las hembras y con que están sexualmente receptivas independientemente del celo. Si eso da forma o es un reflejo de la cultura bonobo constituye un debate científico, pero hay muchos factores relacionados: la comida es abundante en su hábitat natural, lo que significa que las hembras no tienen que competir para alimentar a sus crías; forman fuertes lazos de amistad y se agrupan para «corregir» a los machos agresivos, evitando así que sus genes entren en el bombo, y lo cierto es que, a diferencia de los chimpancés, los bonobos macho no practican el infanticidio. Tal vez sea porque ningún macho tiene ni idea de cuáles son sus bebés, o porque a los machos a los que permitieron reproducirse les da igual y esa característica se ha extendido. O puede que sea porque las hembras los harían pedazos. Como he dicho, es una cuestión que genera debate.
JT: ¿Piensa que los primates saben que son primates o creen que son humanos?
ID: Saben que son primates, pero no sé si eso significa lo que usted cree.
JT: Explíquese.
ID: Saben que ellos son bonobos y que nosotros somos humanos, pero eso no implica dominio, superioridad ni nada por el estilo. Colaboramos entre nosotros. De hecho, somos una familia.
John apagó la grabadora y cerró la tapa del portátil. Le habría encantado seguir hablando de los de su familia, pero como había rectificado inmediatamente lo había dejado pasar. También era interesante que, a continuación, hubiera dicho que los bonobos eran su verdadera familia. Tal vez consiguiera sonsacarle algo en la próxima entrevista. Estaba claro que habían conectado. Le preocupaba que en cierto momento esa conexión se hubiera transformado en otra cosa, aunque con cada kilómetro que pasaba se iba sintiendo mejor en relación a eso. Ella era indudablemente atractiva, de caderas estrechas, complexión atlética y con un pelo liso y rubio que le llegaba casi a la cintura, pero su encanto era natural y sobrio: no llevaba maquillaje ni joyas de ningún tipo y John dudaba que fuera consciente de su propio atractivo. Simplemente, habían sido simpáticos el uno con el otro. Puede que acabara confiando en él y le contara lo de su turbia historia familiar. Era el tipo de detalle que los lectores adoraban, aunque aquel artículo ya prometía tener muchos admiradores. Había hecho otro comentario interesante al ponerse la máscara de gorila para hacer una demostración en toda regla de «La caza del monstruo». Después de haber «atrapado» a Mbongo, habían rodado por el suelo haciéndose cosquillas y riendo. Aunque la de Isabel era una risa sincera y sonora y la de él un resuello casi imperceptible, la expresión de su cara no dejaba lugar a dudas de que efectivamente era una risa. John se había quedado de una pieza al ser testigo de tal nivel de enzarzamiento, ya que siempre había creído que trabajar con primates era extremadamente peligroso. Aunque había leído que los bonobos eran diferentes, no se esperaba que ella tuviera tanto contacto físico con ellos. Su sorpresa debió de ser evidente, porque cuando paró dijo: «Con el paso de los años ellos se han vuelto más humanos y yo más bonobo». Entonces por un instante lo vio todo claro, como si le hubieran dejado mirar a hurtadillas por una rendija.