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– En absoluto. Se quedó encantada de que la echaran. Odiaba Los Angeles con todas sus fuerzas, que no son pocas.

– Y a ti ¿cómo te va?

– Voy tirando. Yo también me alegro de haber vuelto a Nueva York, aunque ahora tenemos el apartamento lleno de gatos que Amanda ha acogido de un refugio del barrio y, como ella está embarazada, soy yo el que tiene que limpiar el arenero. Eso cuando Booger no se ocupa de él. -John la vio estremecerse, y no pudo evitar añadir-: Sorpresa de arena de gato. Mmm, es su comida preferida.

– ¡Déjalo ya! -exclamó Isabel, arrugando la cara. Y tras un prolongado escalofrío, dijo-: Y cuando tú no estabas, ¿quién lo hacía?

– Una recua de amigos, respaldados por un vecino que es un santo.

Tras unos instantes de silencio, Isabel miró a Philippe.

– Así que The Atlantic, ¿eh? Estoy impresionada.

– Es de esas cosas que pasan una vez en la vida, pero aun así… Por lo visto, haber estado en la cárcel ha obrado maravillas en mi carrera laboral. -Él miró también a Philippe -. Si lo llego a saber, hace años que habría atracado una licorería. Isabel se rio.

– Dudo que hubiera tenido el mismo efecto.

Los bonobos aparecieron en la zona de observación emitiendo pitidos, chillando y corriendo de aquí para allá delante de la ventana. Philippe empezó a hacerles fotos.

¡DAME REGALO BUENO! ¡BONZI COMER DAME TÚ!, dijo Bonzi emocionada.

– Lo ha traído el invitado -dijo Isabel, señalando a John.

¡BONZI AMAR INVITADO!

Celia apareció en el lado del cristal donde estaban los primates con la tarta. Había puesto una vela en el centro.

– Bonzi, ven aquí. Tengo un mechero en el bolsillo, ¿podrías encender la vela?

Esta metió la mano en el bolsillo de Celia, sacó un mechero y encendió la vela con destreza. En cuanto la hubo encendido, Jelani llegó corriendo y la apagó de un soplido. La quitó de la tarta y lamió la cobertura de la base. Mbongo se quedó sentado, observando a John con recelo, hasta que Celia le tendió un trozo de pastel.

– ¿Te gusta el regalo? Lo ha traído John. Mbongo retiró las perfectas zanahorias de mazapán de la parte superior de su pedazo de tarta y las lamió, evitando en todo momento establecer contacto visual con John. Bonzi se relamió para aprovechar los restos de cobertura que tenía alrededor de los labios y se acercó al cristal.

BONZI AMAR INVITADO. HACER NIDO INVITADO. BESO BESO.

Se puso de pie a su lado y apretó los labios contra el vidrio, que se espachurraron hacia fuera. Parecía un pez comedor de algas en acción, visto desde el exterior de un acuario.

– Mis disculpas a los que limpian el cristal -dijo John tras vacilar un segundo. Mientras se acercaba, vio que Philippe giraba la cámara para captar el momento. Se puso a la altura de la boca de Bonzi y le plantó un enorme beso en los morros.

Sara Gruen

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