Bester empezó a chasquear los dedos, excitado.
—Ponme a prueba... sólo ponme a prueba.
Luther Brachis sacudió la cabeza.
—Es demasiado arriesgado. Primero, tendría que estar seguro de que trabajas para mí y no para Esro Mondrian.
—No trabajo para él. Juro que no. No lo conocía de nada.
—Ya veremos. Pero tenemos que trabajar despacio y con mucho cuidado. Puedo decir muchas cosas sobre Esro Mondrian, pero nunca diré de él que no sea inteligente.
—Me asusta —dijo Bester—. No me gusta mirarle a los ojos.
—Mantente así. Es más seguro. ¿Crees que estás dispuesto a hacer un trabajo para mí, entonces?
—Tú pídelo, caballero —Rey Bester estaba ansioso—. Yo lo haré.
—Muy bien. Para empezar, quiero que vigiles el producto que el margrave de Fujitsu creará para mí —Brachis sonrió—. Querías saber qué es lo que ordené. Lo sabrás. Te enviaré las instrucciones para que se las entregues al margrave dentro de unos pocos días. No se lo digas a nadie. Y quiero que vigiles atentamente lo que se fabrica allí abajo.
—¿Crees que puede hacerlo?
—Estoy seguro. Su orgullo no le permitirá renunciar. Verás el resultado y sabrás si lo hace bien incluso antes que yo.
Ya casi habían llegado al nivel donde vivía Tatty Snipes. Ella había dispuesto que ambos se instalaran en sendos apartamentos grandes y lujosos. Rey Bester abrió los ojos cuando los vio, y agradeció de viva voz que no tuviera que pagar por ellos.
—Pero no comprendo todavía por qué no se permite a un Aguja negociar legalmente —continuó Brachis cuando llegaron por fin a la puerta de su apartamento—. Sus productos son maravillosos. Podríais exportarlos a todo el Grupo Estelar.
Rey Bester se agitó dentro de su ropa remendada y sacudió la cabeza.
—Bueno... Tienen un problema. Los laboratorios Aguja hacen todo tipo de Artefactos, pero todos los buenos tienen una cosa en común: su ADN es principalmente humano. No está permitido, pero lo hacen, pues de otro modo no podrían competir con los otros. ¿Recuerdas a Sorudan? Ése era más humano que los monos inteligentes de los sistemas de transporte. Lo mismo pasa con todo lo que viste en el laboratorio de Fujitsu.
Luther Brachis no respondió. Pero, por la expresión de su cara, Bester tuvo la extraña sensación de que no podría haberle dado al gran comandante de Seguridad una noticia mejor.
Esro Mondrian estaba ya completamente despierto una hora antes del amanecer. Había dormido aproximadamente unas tres horas después de la media noche, y luego había despertado temblando y sudando. Tatiana yacía a su lado. El suave zumbido del comunicador no la despertó.
Dormía abrazada a él. Mondrian se movió lentamente y con mucho cuidado para liberarse, y entonces anduvo de puntillas hasta la habitación de al lado. Cerró la puerta, encendió una suave luz y conectó el altavoz.
—¿Comandante Mondrian?
Como esperaba, era Kubo Flammarion. El sucio hombrecito bebía demasiado, pero comía poco y dormía aún menos. Los dos hombres permanecían despiertos veinte horas al día.
—Soy Mondrian. Llama temprano, Kubo. ¿Dónde está?
—En las instalaciones del Enlace —la voz de Flammarion sonaba nerviosa—. Dispuesto a llevarme a Ceres a los dos que encontramos en los Gallimaufries. Pero tenemos un auténtico problema, y pensé que debería llamarle antes de hacer nada más.
—Informe.
—La mujer está bien. Se llama Leah Buckingham Rainbow. Su título es libre y claro, tiene veintidós años y sus condiciones físicas y mentales son de primera. Es buen material para los entrenamientos. Es el hombre... —se detuvo—. Es... mmm...
—¡Informe!
—Se llama Chancellor Vercingetorix Dalton. Es un espécimen físico maravilloso: veintidós años, y su título está también claro —se aclaró la garganta—. El único problema es que... es... retrasado.
—¿Qué?
Mondrian no elevó la voz porque no quería despertar a Tatiana, pero su intensidad se transmitió a lo largo del enlace comunicador.
—Retrasado. ¿Recuerda que cuando los vimos por primera vez la mujer parecía llevar la voz cantante? Bien, cuando los cogimos, ella hablaba siempre. El parecía escuchar y asentía. Pero no decía mucho; solamente su nombre cuando le preguntábamos. Cuando vea los resultados de los tests psicológicos verá por qué. Eso es casi la única cosa que sabe decir y comprende. Ella lo guía en todo.
—Por eso Bozzie parecía tan contento de hacer el trato.
Mondrian se llevó la cabeza a las manos y se encorvó hacia el comunicador—. Maldito sea, ¡lo sabía! ¡El gordo mentiroso! Kubo, ¿en qué condiciones está Dalton? ¿Tiene un informe?
—Bastante desesperanzador. Edad mental de dos años. El y la chica se criaron juntos, y ella siempre ha cuidado de él. Eso no le ha ayudado mucho.
—¿Quién sabe todo esto?
—¿Ahora mismo? Nadie. Pero los informes llegarán a Seguridad. Supongo que eso significa que llegarán... —Flammarion titubeó.
—¿A Luther Brachis? Claro que llegarán. No podemos evitarlo —la furia había desaparecido de la voz de Esro Mondrian. Ahora sonaba como si se abriera paso a través de un muro de hielo—. Pensará que ha ganado la apuesta. Pero no estoy dispuesto a admitirlo. Kubo, mire ese informe cuidadosamente e intente responder a esta pregunta. ¿Podríamos introducir a Dalton en un Estimulador Tolkov?
El otro lado permaneció en silencio.
¿Kubo?
—Sí..., lo siento. Supongo... —hubo un nuevo silenció—. Supongo que sí. El informe parece en regla. Podría haber una oportunidad. Pero, comandante, el Estimulador... es para uso de alta seguridad. No es... quiero decir que se supone que no...
—No me lloriquee. Cuando quiera un mono entre el personal, puedo encontrar uno aquí en la Tierra. Conozco mejor que nadie las restricciones del uso del Estimulador. Pero creo que podremos arreglárnoslas. El entrenamiento de los equipos perseguidores es materia de alta seguridad. La Anabasis tiene poderes especiales.
—Lo sé. Pero comandante, no es cuestión de permisos. Es el Estimulador. Sólo funciona una vez de cada diez.
—Correremos el riesgo. No olvides que cuando el Estimulador Tolkov sale bien, hay un cambio de subnormal a supranormal. El sujeto se vuelve extremadamente inteligente.
—Pero, comandante, si no funciona... entonces el sujeto muere.
—Cierto. Y entonces la apuesta con Brachis habría terminado. Kubo, no pierda el tiempo diciéndome cómo funciona el estimulador. Siga con el trabajo.
—Sí señor. Como ordene. Excepto que... Comandante, necesitamos a alguien que se encierre y trabaje con Chancellor Dalton durante un tiempo. Meses, tal vez un año. Y por lo que he oído, es un absoluto infierno para ambos. Es como torturar a la persona a la que se utiliza. Después de aplicar el estimulador varias veces, la persona que lo hace suele renunciar. Nunca encontrará a nadie que quiera utilizarlo con Dalton. Será una tortura tanto para uno como para el otro. A menos que quiera que yo...
Flammarion advirtió adonde conducía su lógica y se calló, horrorizado.
—Tranquilo, Kubo. No es usted el candidato. Conozco tan bien como usted los problemas que entraña usar un Estimulador Tolkov. Ya encontraré a alguien —se echó hacia atrás, calculando—. De acuerdo. Haga esto, inmediatamente: Lleve al hombre y a la mujer al centro de confinamiento de Horus. Máxima seguridad. Disponga allí lo necesario para educar y entrenar a un grupo perseguidor. Y asegúrese de que haya un Estimulador disponible. ¿Está claro?
—Así lo haré, señor.