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Luther Brachis recorrió lentamente el corredor de acceso. Entró en la oficina de Sheldrake y se sentó sin que le invitaran en la silla prevista para el único visitante.

Lotos Sheldrake revisaba una lista de solicitudes, descartando aproximadamente la mitad de ellas. No levantó la vista hasta que su análisis terminó.

—Tu visita es una sorpresa, comandante —dijo por fin. Alzó las finísimas cejas—. ¿Quieres una audiencia con el embajador? Nos sentimos honrados... creo que es la primera vez.

—Nada de eso, Lotos —Brachis sonrió sombrío—. Cuando me veas entrar aquí y pedir una reunión con el viejo cabezón, sabrás que es el momento de mandarme a reciclar.

—Esa no es forma de referirse a Su Excelencia, el embajador —Sheldrake no parecía molesta en lo más mínimo. Se echó hacia atrás en la silla—. Entonces, ¿qué es lo que quieres?

—¿Sabes lo de las Criaturas fabricadas por Morgan y la decisión tomada por los embajadores del Grupo Estelar?

Hubo un movimiento de cabeza imperceptible, y el inicio de una sonrisa en la cara de muñeca.

—Lo sé. Pobre Luther. Después de todos tus esfuerzos, te ordenaron ponerte a las órdenes de Esro Mondrian. Mi corazón sangró por ti.

—Estoy seguro —respondió secamente Brachis—. Nitrógeno líquido, o no te conozco. Pero vayamos directos al asunto. ¿Sabes qué habría que hacer para revocar esa decisión... para colocarme al menos en un rango de igualdad con Mondrian?

—Supongamos que lo sé. ¿Por qué tendría que decírtelo?

—Siempre la misma encantadora Lotos —Luther Brachis sacó un objeto de unos cinco centímetros de su bolsillo—. Echa un vistazo a esto, y entonces continuemos la conversación.

Lotus Sheldrake, con gesto cansado, señaló la pantalla colocada a lo largo de la pared, y pulsó el control a su lado. Apareció una imagen tridimensional. En su centro se movía un cilindro azul plateado con un trípode de patas hirsutas y unos brillantes paneles de celosía en forma de alas.

Sheldrake silbó, y se apartó de la pantalla.

—Luther Brachis, espero por tu bien que esta holografía sea antigua. Si has localizado una Criatura de Morgan y no nos has revelado el hecho, te habrás ganado la pena de muerte. Recuerda que no compartimos la blandura de corazón de los otros embajadores estelares. ¿Es una holografía antigua o no? ¿O una falsificación?

Brachis sacudió la cabeza.

—Tiene menos de una semana. Y no es una falsificación —se quedó mirando mientras la mano de ella se dirigía a un botón sobre la mesa—. Escucha un poco más antes de llamar a los guardias, Lotos. No querrás quedar en ridículo. Lo que estás mirando no es una Criatura fabricada por Morgan, te lo prometo. Es un Artefacto. Pero examínala todo lo que quieras y estoy seguro de que serás incapaz de detectar la diferencia.

Lotos Sheldrake dudó, y luego retiró la mano del botón.

—Se habló hace poco, en Vesta, de Artefactos creados para parecer una mezcla de sistemas orgánicos e inorgánicos, pero lo descarté como rumores sin fundamento. ¿Cuál es tu juego, Luther? Te daré dos minutos más.

—Estoy aquí para ayudarte, Lotos —Brachis recogió la unidad de imagen y se la metió en el bolsillo—, Mondrian y yo tenemos la responsabilidad de entrenar a los grupos perseguidores. Si lo hacemos mal, y los miembros de los equipos mueren a manos de las Criaturas de Morgan, entonces los otros miembros del Grupo Estelar nos acusarán a los humanos. Tú y yo sabemos que la responsabilidad del entrenamiento no será tuya, ni del embajador Macdougal. No tendréis nada que ver. Pero también sabemos que si las cosas salen mal, será considerado falta suya. El será el primero, y tú la segunda. ¿Quieres eso?

—Eres tan sibilino como Mondrian —había respeto en la voz de Sheldrake—. Sigue hablando, Luther.

—El gran problema es éste: ¿cómo entrenar a un grupo para que busque y destruya una Criatura de Morgan cuando sus miembros nunca han visto una? ¿Construir más y usarlas en los entrenamientos? Eso sería vetado por los embajadores antes de que pudieras sugerirlo. ¿Tal vez usar otra creación, una que sea segura y se parezca a las Criaturas de Morgan? Eso suena mejor... pero no sabemos de nada que sea ni remotamente parecido a las Criaturas.

—¿Tu argumento, Luther? Los dos minutos se acaban.

—Supongamos que tú, Lotos Sheldrake, poseyeras algo que pareciera una Criatura fabricada por Morgan y actuara como una de ellas... pero fuera perfectamente segura. Supongamos que este ser fuera un Artefacto, creado para que no pudiera dañar a un humano ni a ninguna otra forma de vida inteligente.

Lotos Sheldrake sonrió, mostrando una hilera de dientes como perlas.

—Suena familiar. Eso es lo que Livia Morgan dijo de sus Criaturas.

—Y se equivocó. Lo sé. Pero las reglas que gobiernan la fabricación de los Artefactos están bien establecidas. Y esta vez habría toda clase de oportunidades para efectuar controles..., podrías colocar a esas criaturas en todos los entornos que quisieras, durante todo el tiempo que se te antojara, hasta llegar al convencimiento de que son perfectamente seguras. Ahora, imagina que hubiera un número limitado de esos Artefactos y solamente estuvieran disponibles para ti. Podrías ir al embajador MacDougal y decirle que tú, tú sola, tienes la respuesta a todos los problemas que crea la práctica en los entrenamientos. Estas criaturas parecerán las de Morgan y se comportarán como ellas en todo... excepto en la capacidad para dañarnos. Se las diseñó y construyó de esa forma. ¿Te interesa? Hay exactamente veinticinco, disponibles ahora, empaquetadas y almacenadas en animación suspendida.

—¿Dónde?

—No he oído eso último, Lotos. Pero si pudieras conseguir que me pusieran al mismo nivel de Mondrian, mi sordera mejoraría rápidamente.

—¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? Quieres que MacDougal persuada a las otras tres especies del Grupo Estelar para que cambien de opinión. ¿Cómo se supone que van a hacer eso, por el amor de Shannon?

—Será simple. Todo lo que tienes que hacer es decir que mi intervención en el fracaso original fue mayor. Según su insana lógica, compartiré la responsabilidad de aclarar el lío que hemos creado.

Lotos Sheldrake alzó las cejas.

—Eso es tan estúpido que hasta puede funcionar. Pero ¿cómo sé que me llevaré el crédito por todo esto? ¿Y qué pasará con Esro Mondrian?

—¿Le tienes miedo?

—Por supuesto que sí. No soy ninguna idiota, Luther. Tú y Mondrian sois peligrosos —sonrió beatíficamente—. Pero, en comparación, tú eres un alma sencilla. Cuando no te gusta alguien, haces todo lo posible por quitarlo de en medio. Con Esro, la gente que se cruza en su camino suele morir y no darse cuenta de la herida. Siempre tiene cinco o seis planes en marcha, y siento que no puedo adivinar más que cuatro o cinco. Y cuando quiere, consigue lo que se le antoja. Me manipula a mí, a ti, utiliza a todo el mundo —miró llena de admiración el poderoso cuerpo de Brachis—. Eres peligroso como un oso. Él es como una serpiente. Tú eres ambicioso; él está obsesionado. Sí, Luther, tengo miedo de Esro Mondrian, lo mismo que cualquier persona racional. Fin del discurso.

—¿Le tienes tanto miedo como para no aceptar el trato? ¿Qué clase de animal eres tú entonces?

—¿Hace falta preguntarlo, Luther? —Lotos Sheldrake abrió mucho los ojos—. Soy una dulce abejita. Todo lo que deseo es un poco de néctar de cada flor para no dañar a nadie. ¿Y cuándo me has oído decir que no aceptaba el trato? Simplemente, tomo las precauciones de rutina. ¿Qué hacemos para prevenir que Mondrian consiga una partida de esos mismos Artefactos, una vez sepa que existen? Por eso mismo, ¿cómo sé que no me estás haciendo doble juego? Sabes su fuente, y yo no.