Ella sacudió la cabeza.
—Adestis.
Esto sorprendió a Mondrian lo bastante para hacerle abandonar su actitud de indiferencia casual. Miró a Lotos Sheldrake.
—Me sorprendes. ¿Jugaste a Adestis? Tendré que revisar mi opinión sobre ti.
—Corta, Esro. —Lotos se deslizó tras su mesa y relajándose en su sillón, con un suspiro de alivio—. No lo hice por placer, lo sabes. Y no fue un placer. Fue terriblemente desagradable. Lo hice porque buscaba información.
—¿Sobre el juego?
—Sobre el embajador —palmeó un archivo en su mesa—. Me llegó tu informe.
—¿Pero no lo creíste? Entonces te está bien empleado.
—No estaba segura, así que decidí comprobarlo yo misma.
—¿Y?
—Tu informe es acertado. Como dijiste, Dougal Macdougal es un masoquista latente. Deberías haberlo visto cuando terminó Adestis, sonriendo de oreja a oreja, a pesar de que estaba todo lastimado. Pero esto significa que puede ser peligroso cuando trate con el Grupo Estelar. Sol no necesita un masoquista en ese cargo.
—Estoy de acuerdo. Pero no podemos cambiar eso.
—Ahora no. Tiene que tratársele con más cuidado de lo que pensaba.
—Si alguien sabe hacerlo, ésa eres tú —Mondrian estudió su expresión. La experiencia que Lotos Sheldrake acababa de atravesar parecía haberla vuelto inusitadamente abierta e indiscreta... ¿o era una nueva postura que cultivaba con sumo cuidado?—. Puedes hacer que Macdougal haga lo que quieras.
—Tal vez —ella asintió, ausente—. Está bien, Esro. Basta de adulaciones. ¿Qué pasa? De acuerdo con mis informes, se supone que deberías estar en Oberón. ¿Qué haces aquí?
—Quiero darte información.
—¿Dar, Esro? Nunca has dado nada en tu vida.
Lotos sonrió. Lo que acababa de decir era cierto, pero no afectaba a sus sentimientos. Siempre le había gustado Mondrian. Era hija de un minero, criada en los túneles de Japeto, y había tenido que luchar paso a paso para salir de allí. Cuando tenía diez años era dura como una taladradora mecánica. Había evaluado sus oportunidades allí y cuando cumplió trece años —la edad idónea—, entregó juventud, inocencia y virginidad a cambio de una vía de escape de Japeto. Nunca volvería allí. Nunca, nunca. Lotos podía leer los signos del mismo esfuerzo y la misma determinación tras los refinados gustos y las maneras formales de Esro Mondrian.
—No dar —continuó—. Quieres decir negociar información.
—De acuerdo, comerciar —Mondrian hizo una pausa, escogiendo sus palabras con exactitud—. Deja que te explique el contexto. Es algo que sabrás dentro de veinticuatro horas. Está de camino a través del sistema de comunicaciones del Enlace Mattin. Te doy —o te negocio— un día. Pero serás tú sola quien tenga ese día. Nadie más en todo el sistema solar sabe nada todavía.
—¿Y cómo lo sabes tú?
Lotos no esperaba una respuesta y Mondrian no mostró signo alguno de ir a dársela. Después de un momento, se encogió de hombros, pidió dos tazas y té e hizo un gesto de asentimiento a Mondrian.
—De acuerdo, picaré. Cuéntamelo todo.
Hubo una pausa. (¿Para conseguir un efecto? Con Esro Mondrian, nunca estaba segura.)
—Hemos localizado a una Criatura de Morgan — dijo Mondrian por fin—. La primera.
—¡Ahhh! —Lotos dejó escapar el aliento—. Maldición, Mondrian, tienes razón. No tenía ni idea.
—Lo sé. Deberías despedir a tu jefe de información..., no es tan buena como solía ser. ¿Estás grabando?
Ella asintió.
—Sistema personal.
—Continúa. Sólo voy a decirlo una vez. Cerca del Perímetro hay una estrella llamada Talitha... Iota Ursae Majoris, para cuando verifiques los catálogos. Es un sistema de tres estrellas, a poco más de cincuenta años luz de nosotros. La estrella principal es de tipo A7 V, y es unas diez veces más brillante que el Sol. Las otras son un par de binarias enanas rojas, muy oscuras, tal vez una milésima parte del brillo de la primaria. Sabíamos todo esto desde hace bastante tiempo. Lo que no sabíamos, hasta que las sondas llegaron allí hace setenta años, era el sistema planetario en torno a la primaria. Es substancial... tres gigantes gaseosos y seis más pequeños, ricos en metal. Las sondas registraron evidencia de vida en el planeta más interior. Se le llamó Travancore. Es pequeño, con la mitad de la masa de la Tierra, y tiene formas de vida nativas, vegetación, al menos, y probablemente animales. Pero la primera sonda no detectó ningún signo de vida inteligente, así que no mostramos gran interés en explorarlo. Por consiguiente, no sabemos mucho acerca del lugar. Ahora los Ángeles —no me hagas perder el tiempo preguntándome cómo— han conseguido detectar la presencia de una de las Criaturas fabricadas por Morgan en Travancore. Todavía sigue viva, en la superficie de Travancore, bajo una capa de vegetación.
Se detuvo.
—¿Qué hace allí? —preguntó Lotos.
—Ni idea. Ahora sabes lo que yo sé, excepto una cosa. Los Ángeles enviaron una de nuestras sondas inteligentes al planeta. Dejó de emitir señales cuando alcanzó la superficie y eso fue lo último que supimos de ella. Tenemos que asumir que la Criatura la destruyó. Así que sabe que ha sido descubierta, y estará preparada para lo que venga después.
Lotos Sheldrake se arrellanó en su asiento, sorbiendo té de una taza de porcelana que parecía tan delicada y frágil como ella.
—¿Me pides que actúe en esto?
—No. Necesitarás decidir qué línea deberá tomar Dougal Macdougal cuando lo discuta con los embajadores del Grupo Estelar. Pero debo estar preparado para la acción. Ya tengo formado y esperando el primer grupo perseguidor, allá en Dembricot; una mujer humana, un Remiendo de diez mil componentes, una hembra Tubo-Rilla estéril y su forma favorita de Ángel..., un experimentado Cantante llevado por un Chasselrosa. Todos se están entrenando, usando la seudocriatura que nos proporcionaste.
—¿Cómo os va con eso?
—Es perfecto —Mondrian sonrió—. Si no mencionas que es un Artefacto ilegal, creado en Shannon sabe en qué lugar de la Tierra; tampoco yo lo haré. Es la herramienta de entrenamiento perfecta. Lo hiciste para tus propios fines, lo sé, pero aún te debo un favor.
—Y ahora yo te debo otro. Déjame que te lo pague ahora mismo —tomó un delgado cilindro azul que había sobre la mesa—. Lo sabrás oficialmente dentro de tres días. Y no te gustará. Según una nueva orden de los cuatro embajadores estelares, ya no mandas a Luther Brachis en la Anabasis. De ahora en adelante, tendréis los dos poderes iguales.
—¿Qué? —Mondrian perdió la calma y se puso en pie de un salto—. Eso es una locura... imposible. No hay manera de que pueda funcionar con dos personas dirigiendo las cosas. ¿Por qué pretenden un cambio como éste?
Lotos se encogió de hombros, indiferente.
—¿Entiendes la lógica de los embajadores? Cuando lo hagas, explícamela. Dictan una orden, yo te la paso... antes de que la sepas por vía normal. Tendrás tiempo para trazar tus propios planes.
—Al diablo con los planes —Mondrian se mordió los labios—. ¿Cuándo será efectiva esta nueva orden?
—Dentro de tres días. Es entonces cuando lo sabrás... sin tiempo para maniobrar.
—Tres días —Mondrian tomó aire—. De acuerdo. Quiero que hagas algo más por mí... y, si lo haces, te lo devolveré con creces cuando quieras. Debo seguir manteniendo control absoluto sobre dos cosas: la aproximación a Travancore y el desarrollo de la operación para destruir a la primera Criatura de Morgan. Después de eso, no me importa lo que controle Brachis. ¿Podrás conseguirlo?
—¿Por qué no me pides la galaxia también?
—Déjate de bromas, Lotos. ¿Puedes hacerlo?
—Tal vez —la cara de muñeca continuaba inescrutable, pero en sus ojos brillaba una nueva sugerencia—. Puedo intentarlo. Y lo haré con todo lo que tenga a mi alcance si me haces otro favor.