Alzó la cabeza y miró intensamente a los cuatro seres ante él. Le devolvieron la mirada sin expresión. El Remiendo, el Ángel y el Tubo-Rilla eran demasiado alienígenas para que Mondrian pudiera leer sus emociones, y Dougal Macdougal parecía simplemente irritado y ligeramente aburrido.
Esro Mondrian inspiró profundamente. Era improbable que resultara de su agrado lo que fuera a decirse en las próximas horas. Dio un paso atrás para alinearse con Luther Brachis.
—Honorables embajadores —dijo—, esto es el final de mi informe oficial.
Y también el final de la parte fácil, pensó. Ya había un zumbido premonitorio en el circuito del Tubo-Rilla.
La alta figura se alzaba sobre sus piernas tubulares, con los miembros delanteros agarrando el tronco cónico y las largas antenas ondeantes.
—¿Preguntas? —dijo—. Preguntas, si me permite.
—Por supuesto.
—Díganos algo más sobre la capacidad de las Criaturas de Morgan. Diecisiete criaturas fuera de control parece algo realmente molesto, pero no un... asunto cósmico. Diseñaron esas criaturas sin ningún síntoma de agresión. ¿Correcto?
—Me temo que no. —Esro Mondrian se volvió para ofrecer su lugar a Luther Brachis, pero éste parecía más que dispuesto a dejarlo hablar—. Diseñamos esas criaturas para que tuvieran considerables poderes de autodefensa. Recuerde que tenían que operar solas, lejos de ningún apoyo, contra peligros desconocidos. Desafortunadamente, estas mismas capacidades pueden ser utilizadas también de modo ofensivo, ya que su generador de energía puede producir pequeñas armas de fusión; y contienen suficientes láseres y cortadores para destruir cualquier nave. Por su diseño, contienen los últimos equipos de detección que pudimos producir, ya que queríamos que fueran capaces de detectar otras formas de vida desde la mayor distancia posible. Podría proporcionar detalles completos, pero quizás un ejemplo sea más úticlass="underline" cualquier Criatura fabricada por Morgan puede destruir una ciudad o arrasar un planetoide de tamaño medio. En combinación —algo que esperemos que nunca suceda—, podrían poner fuera de combate a toda una flota de seguridad.
Mientras Mondrian respondía, hubo una leve sacudida en el interior del Compuesto Remiendo. Al terminar de hacerlo, emitió un estallido de comunicación, casi demasiado rápido para que pudieran descifrarlo.
—¿Por qué? —farfulló el Remiendo—. ¿Por qué, por qué, por qué? En nombre de la Seguridad, ustedes los humanos han creado un peligro para ustedes y para todas las otras especies del Grupo Estelar. ¿Qué falta hacía una Criatura de Morgan? Mírense. Han estado explorando la región alrededor de su Sol durante más de seiscientos de sus años. Hemos observado esa exploración durante más de tres siglos, desde que los humanos descubrieron nuestro mundo. Ahora, el Perímetro cubre una esfera de más de ciento dieciséis años luz de diámetro, más de dos mil sistemas solares, con ciento cuarenta y tres planetas que pueden albergar vida. Y en ningún lugar en el interior de esa esfera se han encontrado especies que sean peligrosas o agresivas... excepto la suya. Están alzando un espejo ante el Universo y solamente ven sus propias caras. Nosotros, los Remiendos, decimos dos cosas: primero, que hasta que ustedes crearon ese peligro, no existía ningún peligro. Y segundo, dígannos por qué continúan esta loca carrera para ampliar el Perímetro. Ahora se encuentra a cincuenta y ocho años luz de la estrella Sol. ¿Se darán los humanos por satisfechos cuando alcance ochenta años luz? ¿O cien? ¿O mil? ¿Cuándo se detendrán?
Mondrian miró a Macdougal.
—Embajador, si quiere puedo intentar dar una respuesta a esa pregunta. Pero debo señalar que vengo sugiriendo hace tiempo que el Perímetro se congele, o que se frene la expansión. El avance humano debería suspenderse hasta que sepamos lo que hay a lo largo del Perímetro, ya que la región fuera de nuestra área conocida puede contener innumerables peligros. Para nosotros y para todo el Grupo Estelar. Así que, con todo respeto, estoy completamente de acuerdo con el embajador Remiendo, en este punto. También sé que una decisión como ésta se toma a niveles muy superiores al mío. Pero mientras la expansión siga adelante, algo como las Criaturas es esencial. Debemos tomar medidas para protegernos contra lo que podamos encontrar...
—¡Ya basta! —Dougal Macdougal había alzado las manos en signo de protesta—. Comandante, ha sobrepasado su área de autoridad y competencia. Ha venido aquí para presentar un informe de situación, no para ofrecer su propia visión sobre la evolución humana. —Se volvió para mirar a los otros tres embajadores—. Estoy de acuerdo con ustedes: estos dos hombres —señaló hacia Mondrian y Brachis— han cometido una falta al permitir que se creara este problema. Han creado un peligro para el Grupo Estelar. Y cuando esta reunión termine, les privaré inmediatamente de su empleo y les despojaré de todos sus poderes. No se les permitirá...
—Nooo —La palabra surgió del Ángel, lentamente, a través de su enlace computerizado—. No permitiremos eso.
Macdougal se sintió desorientado.
—¿Quiere usted decir... que no despedirán a Mondrian y Brachis?
—Exactamente —la parte superior del Ángel empezó a oscilar muy despacio—. No puede ser. El castigo debe estar en consonancia con el crimen. Nosotros, los Ángeles de Sellora, pedimos ahora una Audiencia Cerrada..., cerrada completamente para todo el mundo, excepto los cuatro embajadores presentes.
—Pero tiene que haber un registro...
—Sin registro. Es necesario discutir un tema tan serio y de tanta importancia en una Audiencia Cerrada. Invocamos para esto el privilegio de los embajadores.
Mientras el Ángel hablaba, una campana opaca se colocó en posición alrededor del atrio. Las zonas iluminadas en torno a los cuatro embajadores se vieron durante un momento, y después sólo quedó, en el centro de la Cámara Estelar, una bola de oscuridad centelleante.
Luther Brachis miró a Esro Mondrian y sacudió la cabeza. Los dos hombres se habían quedado solos fuera de la esfera oscura. Era el primer encuentro audiovisual de los cuatro embajadores del Grupo Estelar en veintidós años. Y la primera Audiencia Cerrada en más de un siglo.
2
LA FORMACIÓN DE LA ANABASIS
—¿Qué crees que estarán haciendo ahí dentro? —preguntó Brachis. Su cara estaba cenicienta, y había empezado a comerse las uñas. Los dos hombres seguían de pie fuera del atrio oscuro. Los embajadores llevaban más de dos horas en la sesión cerrada.
Mondrian sacudió la cabeza.
—¿Quién sabe? Tranquilízate, Luther. No te estás comportando como sueles. ¿No viniste aquí dispuesto a hacerme trizas?
—Naturalmente —Brachis se acarició la hilera de condecoraciones—. No soy distinto de ti. Te gustaría que mi grupo trabajara para tu departamento. No lo niegues. Sabes que te gustaría. Y a mí me gustaría controlar tu zona. Pero, qué diablo, eso no tiene nada que ver con esto. Tú y yo tenemos más cosas en común que con esos tres tipos. Me di cuenta de ello cuando les hablaba. Son menos humanos que una medusa.
Mondrian sonrió, una pequeña mueca de satisfacción interna.
—Menos mal que tu responsabilidad se detiene a un año luz de distancia. Resulta que esos de los que hablas son nuestros amigos. ¿Y por qué excluyes a Macdougal? Me gustan los Tubo-Rillas; al menos son divertidos, lo que no puedo decir de él. Preferiría estar con un Tubo-Rilla, o incluso con un Remiendo, antes que con nuestro amigo el embajador.
—Ni menciones a ese hijo de puta. ¿Oíste lo que dijo? Pretendía privarnos de nuestro rango. —Brachis se tocó de nuevo las condecoraciones—. ¿Y qué me dices de los Ángeles? ¿Cómo reaccionarán ante todo esto?
—Esa es otra cuestión. No me encuentro muy a gusto con ellos. Por eso me pregunto qué estará diciendo el Ángel con esa Audiencia Cerrada.