Inconscientemente, jugueteaba con el ópalo de fuego de su cuello, donde sus condecoraciones al servicio y el valor, parte obligatoria del uniforme de la Investigación de Fronteras, habían sido reducidas a puntos miniaturizados de luz dorada, que brillaban y resplandecían en las profundidades de la gema.
Brachis lo vio y sonrió.
—Eres un comediante, Esro —dijo—. Estás tan orgulloso de tus condecoraciones como yo de las mías. Pero no lo admites.
Mondrian suspiró.
—He trabajado para conseguirlas, como tú. Tal vez solamente valoro lo que estoy a punto de perder.
Los dos hombres permanecieron en silencio. Sus preguntas no fueron contestadas hasta pasada otra hora. Cuando finalmente la pantalla opaca se aclaró, Esro Mondrian y Luther Brachis descubrieron que en el atrio sólo había ahora ocupadas dos plazas. El Tubo-Rilla y Dougal Macdougal todavía estaban allí, pero el Ángel y el Remiendo habían desaparecido. Y Macdougal parecía como si hubiera visto un fantasma.
El Tubo-Rilla hizo un gesto a Mondrian y Brachis para que se acercaran.
—Hemos llegado a un acuerdo —la voz aún sonaba alegre, pero era un accidente de su mecanismo productor de sonido. Los Tubo-Rillas siempre sonaban así, contentos, pero la nerviosa agitación de sus miembros anteriores decía lo contrario—. Y ya que su embajador parece encontrarse... indispuesto, recae sobre mí el deber de comunicarles el resultado de nuestras deliberaciones.
El Tubo-Rilla les señaló los dos lugares vacíos, y la miserable figura de Dougal MacDougal.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó Brachis.
—Un foco de disputa surgió entre su embajador y el embajador de los Ángeles. Los Ángeles tienen poderosos medios de persuasión, incluso a pesar de hallarse a tantos años luz de distancia. El embajador Macdougal se recuperará en cuestión de horas —el Tubo-Rilla agitó un miembro delantero para descartar el asunto—. Comandante Brachis, comandante Mondrian: atención. Por favor, guarden silencio mientras resumo nuestras deliberaciones y conclusiones. Primero, el tema de su responsabilidad.
Hubo una larga pausa. Mondrian y Brachis se petrificaron.
—Decidimos que ambos son responsables en este asunto —continuó el Tubo-Rilla—. Esro Mondrian por iniciar y aprobar un proyecto con enorme potencial de peligro; Luther Brachis por fallar al asegurarse que el seguimiento bajo su responsabilidad fuese llevado a cabo convenientemente, y permitir con ello la huida de las Criaturas de Morgan. Ambos son culpables en alto grado, pero Mondrian mucho más que Brachis. Su embajador insistió en que deberían ser relevados de sus cargos, despedidos del servicio de seguridad y desprovistos de sus privilegios.
Una vez más, Brachis se llevó la mano al pecho.
—Si pudiera añadir algo en nuestra defensa...
—Aún no —el Tubo-Rilla tenía problemas para conservar el autocontrol. Su modulador vocal empezó a temblar y sacudirse—. Por supuesto, como el embajador Ángel... sseñaló, no podíamos considerar semejante curso de acción. Sería absurdo. En cualquier sociedad civilizada, es el individuo o el grupo que crea el problema quien debe asumir naturalmente... la responsabilidad para ressolver el problema. La causa debe convertirse en la cura. La creación de las Criaturas de Morgan y su subsiguiente huida se derivan de sus acciones y de su inacción. Livia Morgan está... mmuerta. Y por tanto, la búsqueda de las Criaturas de Morgan debe recaer también en sus manos. Sabemos que los humanos tienen códigos de conducta bastante distintos de los del resto del Grupo Estelar, pero en este caso había poco que discutir. Fuimos... inflexibles.
Hubo un nuevo cambio en la figura del Tubo-Rilla. Cuando habló de nuevo, su voz era vibrante y ya no empleaba la pronunciación humana. Dominus tuvo que cortar y suministrar traducción por ordenador.
—A partir de hoy —dijo el Tubo-Rilla— se creará un nuevo grupo dentro de su departamento de Seguridad del Sistema. Su forma será conocida en la historia humana..., una «expedición militar», lo que su especie llama —hubo una pausa infinitesimal en la que Dominus buscó la palabra adecuada—, una Anabasis.
—¿Una qué? —estalló Brachis.
—Anabasis. No es una proposición muy halagüeña —dijo suavemente Mondrian—. Según recuerdo, la anabasis original fue derrotada y retirada. Mejor será que verifiquemos la traducción.
El Tubo-Rilla no prestó atención. Tenía algún problema, pues sus miembros se movían espasmódicamente y su tórax se agitaba.
—La Anabasis —continuó— será dirigida por Esro Mondrian, que tiene la responsabilidad principal del programa que nos ocupa ahora. Será ayudado por Luther Brachis. Su misión será simple: adiestrarán a Grupos Perseguidores para localizar las Criaturas fabricadas por Morgan y... seguirlas hasta sus... escondites.
Ahora ni siquiera el ordenador servía de ayuda. El discurso del Tubo-Rilla se hacía cada vez más fragmentado y desorganizado. La voz se convirtió en un chillido agudo y la gigantesca figura empezó a temblar y a sacudirse.
—Cada equipo perseguidor de la Anabasis contendrá... un miembro entrenado de cada una de las especies inteligentes... del Grupo Estelar... Ángel... Humano... y Tubo-Rilla. Los equipos perseguidores encontrarán a las Criaturas de Morgan y... si es necesario —la voz se convirtió en un chirrido—, las destruirán. Destruirán...
Y de repente el Tubo-Rilla desapareció. El Enlace se había roto. Brachis se volvió hacia Mondrian, perplejo.
—¿Qué demonios pasa aquí?
Mondrian se frotaba la mandíbula, acariciando con los dedos la fina línea de su barba.
—El Tubo-Rilla no ha podido soportarlo. ¡Claro que no! Debí haberlo imaginado. Ninguno de ellos puede. No me extraña que necesitaran una sesión a puerta cerrada con voto secreto.
—Pero ¿por qué? —se quejó Brachis.
Tener que verse bajo las órdenes de su rival Esro Mondrian había lastimado su orgullo.
—¡Piensa, Luther! Conoces tan bien como yo las reglas del Grupo Estelar. Primera Regla: la vida inteligente debe ser preservada y no ser destruida nunca, por ninguna razón. Esto es estricto a nivel individual y aún más estricto a nivel de especies. Y sin embargo, nos ordenan que busquemos a las Criaturas de Morgan y las destruyamos... a las únicas criaturas de su clase en todo el universo. Debe de haber sido una agonía para los embajadores alienígenas llegar a esa conclusión. ¿No has advertido en cómo se transformaron al contemplar las imágenes de la sonda en la Estación Tela de Araña? Nos han dicho hoy que somos la raza más agresiva que conocen..., pero deben de temer que somos bastante menos sanguinarios que las Criaturas de Morgan.
—Pero si no pueden soportar la violencia... ¿por qué insisten en que haya un miembro de cada raza en cada Equipo Perseguidor? ¿Qué sucederá cuando un equipo localice a una Criatura de Morgan y tenga que destruirla? Las otras especies se derrumbarán.
—Sí. Pero eso también tiene sentido para su forma de pensar. ¿Recuerdas la leyenda sobre los antiguos pelotones de fusilamiento, cuando a uno de los tiradores se le daba un cartucho de fogueo en lugar de una bala real? Es el mismo principio. Ninguna especie sabrá con seguridad si fue la responsable de la muerte de una Criatura de Morgan.
Luther Brachis se encogió de hombros.
—No nos comprenden. Nos preocupamos por las especies inteligentes, pero volaría en pedazos a cien de esas Criaturas de Morgan sin pensarlo dos veces, por el bien de la seguridad del Sistema. Ahora no sé si tendré la oportunidad. ¡Maldición, Mondrian! ¿Te das cuenta de lo que has sacado de esto? Lo que siempre has estado buscando. Estás más implicado que yo, así que me ponen a tu disposición. ¿Has visto alguna vez una lógica más absurda? Deberías estar sentado, quejándote de tus problemas, en vez de sonreír de oreja a oreja. Aunque la verdad es que no parece que sonrías demasiado.