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—Ciertamente. Pero, ¿y después qué?

—En cuanto sepamos lo que hace, en qué ocupa su tiempo, buscaremos una forma de sacarlo de la zona protegida donde viven los Caparazones.

—Pero no sabemos qué puede atraer a un Simulacro —protestó S'greela—. Conocemos su apariencia y su estructura, pero no tenemos ni idea de sus actitudes mentales.

—Todavía no..., pero las tendremos —Chan se volvió hacia el silencioso Ángel—. Según la información que recibí antes de que viniéramos a Barján, un Ángel puede utilizar su mente en un «modo imitador» que remeda las pautas de pensamiento de otras especies. ¿Es cierto?

—Con tiempo e información suficientes, lo que sugieres es parcialmente verdad. A menudo podemos duplicar las pautas de pensamiento de otro ser en parte de nuestros propios procesos mentales. Pero no siempre. Por ejemplo, hemos fracasado completamente al intentar replicar cualquier parte de los procesos humanos de agresión.

—Olvida a los humanos. ¿Podrías duplicar los procesos de pensamiento de un Simulacro?

—No. Es imposible. No tenemos suficiente información, y no ha habido oportunidad de entrar en contacto.

—Maldición, Ángel, no pido perfección. Lo que necesitamos es una buena imitación, algo que podamos usar para suponer cómo podría reaccionar un simulacro en una situación específica.

Hubo un largo silencio. El Ángel consideraba un nuevo concepto.

—¿Una imitación imperfecta de su pensamiento? Posiblemente. La necesidad es la madre de la invención. Ya tengo un considerable banco de datos referido a los Simulacros. Podría conseguirse una aproximación general al modelo de sus procesos mentales; quizá lo bastante para comparar las probabilidades relativas de diferentes cursos de acción, sin asignar valores absolutos a ninguno. Pero me llevaría mucho tiempo cumplir el proceso.

—¿Cuánto?

—Si no molestan —dijo el Ángel tras otra larga pausa—, ¿digamos unos tres días? Y durante ese mismo periodo de tiempo podría desarrollar dentro de mí los mecanismos necesarios para aceptar información directa de las subasambleas del Remiendo. Pero para conseguir eso Shikari y yo tendríamos que estar muy conectados.

Chan se volvió al Remiendo.

—¿Puedes establecer ese tipo de conexión?

—Veremos. Desde fuera, no encontramos problemas. Será una experiencia nueva, intrigante y agradable. —El Remiendo empezó a moverse lentamente hacia el Ángel. Cuando pasó junto a Chan se detuvo—. ¿Empezamos ahora mismo, Chan? ¿O prefieres contarnos primero los detalles del resto de tu plan?

21

DESASTRE EN TRAVANCORE

Los primeros en experimentar con el sistema de transmisión del Enlace Mattin habían aprendido muy rápidamente los tres hechos siguientes:

* Conoce tu punto de salida. Habían aparecido viajeros descuidados sin traje en el interior de una sonda extrasolar carente de aire o en la superficie de Mercurio y Ganímedes.

* Cerca no es suficiente. Los viajeros que equivocaban la larga secuencia codificada en un simple dígito tendían a llegar convertidos en montoncitos de masa rosa o largas trenzas de protoplasma.

* Alguien paga siempre.

La transmisión instantánea de mensajes y materiales a través del Enlace Mattin había abierto el camino a las estrellas, pero nunca era barato. Un simple viaje interestelar entre puntos de campo potencial diferente consumiría los ahorros de toda una vida. Enviar material desde la Nube Oort hasta el Sistema Interior requería la energía completa de tres núcleos en el Cosechador Oort.

Esro Mondrian había añadido a estas tres reglas una cuarta de su invención: El acceso es poder. Ciertas coordenadas y secuencias de transmisión se mantenían en estricto secreto, y su conocimiento no se permitía sin una verificación completa de las credenciales. Las coordenadas de la nave que orbitaba Travancore no las conocían ni siquiera en el banco de datos de Dominus. Sólo las sabían tres personas en el sistema: Mondrian, Flammarion y Luther Brachis. Los dos últimos sólo esperaban usar la información si Mondrian moría o quedaba incapacitado.

El punto receptor de la información de Travancore se guardaba con el mismo celo. El punto de salida del Enlace se encontraba en los Cuarteles Generales de la Anabasis, y en ningún otro sitio. Dougal Macdougal, el embajador solar, había accedido a esto con reticencia, después de recibir presiones directas por parte de los otros miembros del Grupo Estelar.

Lo que el Grupo no había aprobado —lo que nadie fuera de la Anabasis conocía— era la otra decisión de Mondrian con respecto al Equipo Alfa. El miembro humano del grupo había sido equipado con un comunicador personal para enviar sonido e imagen a través de su casco durante el periodo completo que pasara en Travancore. Mondrian tenía la intención de registrar esas señales personalmente, con la única ayuda de Flammarion y Brachis. Juntos, cubrirían por completo las operaciones en Travancore. Leah Rainbow sabía que los datos se enviaban a la nave en órbita del Equipo Alfa, pero no tenía idea de que éstos serían recibidos en directo en los Cuarteles Generales de la Anabasis.

Amanecer en Travancore, noche en Ceres. Esro Mondrian tocó a Kubo Flammarion en el hombro para indicarle su llegada, y se sentó al otro lado de la mesa. Flammarion asintió, desconectó y se quitó el receptor. Lo colocó en su regazo, se frotó las sienes y bostezó.

—Hace una noche tranquila allí. Oí unos cuantos sonidos peculiares fuera de la tienda, y estuvo lloviendo copiosamente durante media hora, nada más. Todos los miembros del equipo están ahora despiertos.

Mondrian, asintiendo, recogió su propio receptor.

—Voy a pasar todo el día con ellos. No me interrumpa a menos que tengamos una emergencia.

Se colocó el casco con mucho cuidado y lo sintonizó. Después de los primeros momentos desagradables de doble flujo de sensaciones, obtuvo el enlace a través de cincuenta y seis años luz. La conexión era excelente. De repente, veía a través de los ojos de Leah y escuchaba con sus oídos. Todo lo que ella viera e hiciera sería experimentado también por Mondrian mientras llevara puesto el receptor.

Ella estaba de pie ahora, en el borde reforzado de su tienda globo, mirando el vivido color esmeralda de la interminable jungla de Travancore. La vegetación bajo la tienda formaba un apretujado entretejido de troncos y enredaderas, con amplio espacio entre ellos para permitir que penetrase la luz del día. El resplandor de Talitha quedaba esparcido y difuso por su disposición irregular, así que Leah podía ver lo que había debajo durante unos cientos de metros. A esa profundidad, una continua capa de anchas hojas ocultaba todo lo demás. Se volvió para mirar de soslayo el sol. Incluso con el brillo de Talitha, la barrera de hojas debía de ser muy efectiva. Habría poca fotosíntesis más allá de los primeros cientos de metros, lo que implicaba un misterio: ¿cómo obtenían los niveles inferiores su suministro de energía?

El Remiendo del grupo, Ismael, y S'glya, la Tubo-Rilla, salieron de la tienda y se acercaron a ella. Después de unos instantes, Ismael revoloteó hasta el borde de la tienda para formar una manta viva en torno a las piernas de Leah.

—Hace frío —dijo S'glya como saludo, e hizo vibrar sus alas, vestigios de otra época.

Leah se volvió hacia ella y señaló:

—¿Es eso una capa sólida de hojas? No puedo ver nada debajo.

—Correcto. Como dije anoche, la vegetación de este planeta está estructurada en capas densas y continuas. Estamos contemplando una de ellas.

—Pero eso significa que las capas inferiores deben estar en la más completa oscuridad.

—Ciertamente. Incluso nuestras señales de microondas se atascaron en el primer par de kilómetros. Estará oscuro.

—Entonces, ¿de dónde piensas que obtiene su suministro de energía?