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S'glya alzó un fino miembro delantero y señaló a su alrededor.

—De aquí. ¿De dónde si no? —Se asomó, aparentemente ajena al abismo bajo ella, y tocó un pozo de medio metro de brillante desarrollo amarillo—. Sospecho que podríamos seguir esta estructura hacia abajo otros cinco kilómetros y descubrir que sus raíces están plantadas en el suelo de Travancore. Y con esta anchura en la base... —la Tubo-Rilla agitó sus miembros superiores—. ¿Quién sabe? Muchos, muchos metros.

El Ángel salió arrastrándose lentamente. Cuando por fin fue alcanzado de pleno por la luz del sol, el Chasselrosa extendió todo su follaje y lo enfocó hacia los rayos matinales de Talitha.

—Hemos realizado... los análisis de confirmación —dijo la unidad traductora después de un par de minutos de baño solar—. A través de los datos de la exploración orbital sabemos ahora la localización de la Criatura fabricada por Morgan.

Ismael sacudió todos y cada uno de sus componentes mientras los otros dos se volvían rápidamente hacia el Ángel.

—¿Dónde está? —preguntó Leah.

—Aproximadamente a tres mil kilómetros de aquí, al noreste. Está en lo más profundo de la vegetación... tal vez en la misma superficie.

—Bien. Entonces de momento estamos a salvo.

—A menos que la Criatura de Morgan haya decidido moverse desde que se llevó a cabo la exploración —dijo el Ángel—. Lo consideramos improbable. ¿Qué propones que hagamos ahora?

—¿Vamos a buscar a la Criatura? —preguntó Ismael.

Leah descubrió que los otros tres la miraban y esperaban expectantes. Cada vez que había una pregunta referida a la persecución o la captura, la pasaban a ella sin dilación.

—No. Definitivamente no. Necesitamos saber más cosas de este planeta. La Criatura lleva aquí meses. No ha tenido nada más que hacer sino explorar Travancore, y es muy inteligente. Llevamos aquí menos de un día. No tiene sentido que empecemos a buscarla hasta que sepamos movernos.

—Más vale prevenir que curar —dijo el Ángel—. Miren antes de saltar.

Los otros tres guardaron silencio, hasta que S'glya, frotándose los lados con los miembros medios, dijo por fin:

—Pero si no buscamos a la Criatura, ¿qué hacemos?

Leah se volvió de nuevo hacia el Ángel.

—¿Puedes determinar a partir de los datos de la exploración orbital a qué distancia estamos del pozo en espiral más cercano?

—Por supuesto —hubo una segunda pausa, seguida por una serie de sonidos rechinantes de la unidad traductora—. Estamos a menos de dos kilómetros.

—Excelente. Es ahí adonde vamos a ir a continuación. Debemos recorrer ese pozo y descubrir cuáles son las condiciones en los niveles inferiores de Travancore. Pensamos que es un bosque vertical, pero eso es pura especulación.

—¿Tenemos que ir todos? —preguntó S'glya, insegura.

Leah dudó. ¿Sería mejor dejar uno de los miembros del grupo en los niveles superiores para un posible rescate? Pero si era así, ¿quién? S'glya tendría que llevar al Ángel, e Ismael era el que podía moverse mejor para explorar las áreas dificultosas.

—Los números son seguros —dijo el Ángel lentamente, mientras ella todavía pensaba.

—De acuerdo. Vamos todos —Leah se calló, todavía sin gustarle la decisión.

—¿Cuándo? —preguntó Ismael.

—No veo ninguna ventaja en esperar. En cuanto estemos listos, cojamos el material y empecemos. ¿De acuerdo?

Sí.

Sí.

—No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy —dijo el Ángel.

Los profundos pozos advertidos durante la primera exploración orbital eran mucho más que simples resquicios en la densa capa de vegetación de Travancore. Examinados de cerca, demostraron ser túneles auténticos con paredes continuas y bien definidas de hojas lisas plegadas en una masa compacta.

—Artificial —dijo S'glya, deslizando una antena táctil sobre las hojas—. ¿Un signo de inteligencia?

—No necesariamente. En la Tierra tenemos insectos que construyen sistemas más complejos que éste y no pensamos que lo sean.

Colocaron tubos protectores en las paredes del túnel cada veinte metros, para guarecerse de la densa lluvia. Eran muy necesarios. Leah había esperado estructuras casi verticales que descendieran hacia la auténtica superficie de Travancore, pero los pozos eran más parecidos a túneles en espiral que se curvaran en un ángulo constante y moderado. Era fácil caminar por el empinado gradiente sin puntos de apoyo... y la lluvia impondría una carga substancial en el nivel inferior del túnel.

Leah miró por última vez la capa de vegetación de la superficie. Les quedaban diez horas más de luz, pues en Travancore el día tenía treinta y siete horas. Iba en cabeza, seguida de cerca por Ismael, que rehacía su forma constantemente. El Remiendo estaba muy nervioso. Leah había renunciado hacía tiempo a preguntarse cómo conservaba Ismael cualquier continuidad de pensamiento cuando cambiaba constantemente, pero si eso no preocupaba a Ismael, no iba a dejar que la preocupara a ella.

La Tubo-Rilla era la última. Llevaba al Ángel con facilidad bajo los apéndices medios. Cantaba suavemente hasta que Leah le pidió que se callara. No querían llamar la atención, aunque en Travancore tan sólo podían atraer la de la Criatura.

La luz se desvanecía lentamente. A doscientos metros de profundidad se movían en un crepúsculo verde y flotaban en la baja gravedad como si estuvieran bajo el agua. Un vericueto en el túnel, seguida por un tramo empinado, les hizo zambullirse hasta un lugar cubierto por gruesa capa de hojas. El nivel de luz descendió bruscamente y la temperatura se hizo notablemente más alta. Cuando descendieron a cuatrocientos metros, estaban envueltos en una intensa penumbra esmeralda.

Leah se detuvo y se volvió a los otros.

—No puedo ver gran cosa ahora, y no quiero emplear ninguna luz. S'glya, ¿quieres ir tú en cabeza? Ángel puede usar una banda termal para decirme lo que hay delante.

Aún no habían acabado de intercambiar su posición cuando Ismael silbó de repente.

—¡Algo se mueve ahí delante! —dijo el Remiendo.

Todos se volvieron a tiempo de ver un brillo blanquecino en el túnel bajo ellos, que se movió más allá de la pared en espiral. Una docena de componentes se desconectaron del Remiendo y echaron a volar. Pocos minutos más tarde, regresaron, uno a uno, y se unieron al cuerpo principal.

—Forma de vida nativa —dijo Ismael después de unos segundos—. Y grande. De unos diez metros de largo, con forma de serpiente... sin brazos ni piernas. Bioluminiscente. Ese brillo que vimos procedía de una hilera de luces que tiene a los lados. Parece temernos, porque se escapó a toda velocidad. Lo seguimos hasta llegar a una intersección, a unos trescientos metros por debajo.

—¿Es seguro continuar? —preguntó S'glya y todos miraron otra vez a Leah.

—No lo sé —miró el resplandor ante ella—. Pero pienso que debemos seguir. Si damos media vuelta cada vez que encontremos evidencia de una forma de vida nativa, no llegaremos a ningún sitio. Digo que continuemos. S'glya, ¿quieres guiarnos en el descenso?

Continuaron con mayor cautela. Pronto se vieron en la más completa oscuridad. El último vestigio de la luz de Talitha había desaparecido. Siguiendo las sugerencias de Leah, S'glya conectó un finísimo rayo de luz para permitirles ver el túnel unos pocos pasos por delante. Los sensores termales del Ángel podían ver más allá, e informaban de la curvatura del túnel todo lo que la visión le permitía.

La temperatura se había estabilizado a un nivel que Leah encontró sólo soportable y que S'glya agradeció. El equipo continuó en silencio durante más de dos horas, adentrándose más y más en la profunda sima. El aire se hacía más denso y también más húmedo, y Leah podía oler un aroma leve pero agradable, parecido al de la hierba recién cortada. El túnel, a estas profundidades, estaba peor conservado, con grietas aquí y allá en los lados y el techo. Cuando se acercaron a una de las hendiduras mayores, pudieron oír un sonido suave y susurrante, como hojas secas movidas por el viento.