Chan se dio cuenta de que Mondrian le miraba fijamente. El otro hombre se balanceaba muy despacio, como si fuera a derrumbarse de un momento a otro. ¿Estaba tan cansado como aparentaba? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que recibió la noticia de Travancore, y cuánto hacía que no dormía? Pero su mirada era tan fiera como siempre.
—¿Me has oído? —dijo Mondrian con aspereza—. Livia Morgan tenía planeado introducir otras capacidades en algunas de sus Criaturas... incluyendo a Nimrod. La evidencia de Travancore muestra que tuvo éxito. Nimrod puede generar un campo eléctrico que perturba las percepciones de todos los cerebros orgánicos. La Criatura no resulta afectada por este campo.
Mondrian se detuvo. Antes de proseguir, tenía que asegurarse que Chan Dalton creía lo que le decía. Por su expresión, Chan volvía a reafirmar su independencia. Estaba resultando un encuentro difícil. (Tal vez Luther Brachis tenía razón. Olvida las Criaturas de Morgan. Al diablo con Travancore. Destruye el planeta entero, echa la culpa a las Criaturas por la acción, y al infierno con las preocupaciones del Grupo Estelar. Pero a Brachis le importaban un comino las Criaturas. No se daba cuenta de sus necesidades...)
Mondrian obligó a su cansado cerebro a volver al presente.
—¿Planes futuros? —preguntaba Chan—. ¿Qué puede hacer ese campo? ¿Nos incapacita para movernos, o para pensar?
—Según su diseño original, no. —Mondrian cambió a un tono menos tenso, invitando a Chan a comprender y cooperar—. El campo estaba previsto para ayudar a las Criaturas a escapar del peligro. Induciría ilusiones en cerebros orgánicos, les haría ver cosas que no están allí, o imaginar situaciones inexistentes, mientras la Criatura huye. Pero Nimrod pudo usarlas como arma ofensiva.
—¿Y la defensa contra él? (¡El Equipo Rubí iba a ser enviado a Travancore! ¿Por qué, si no, hablaría así Esro Mondrian?¡Ve a Travancore, entonces, destruye a Nimrod, y venga a Leah! La venganza era un concepto puramente humano... por eso Mondrian usaba ese tono. Necesitaba la ayuda de Chan para que guiara a los otros a la acción destructora. Bien, en lo que se refería a Nimrod, Mondrian no tenía por qué preocuparse. Chan estaba dispuesto.)
—No hay defensa posible... excepto atacar o huir. El campo tiene un radio de acción limitado. Si las cosas empiezan a no tener sentido para ti, corre. Si ves cosas cuya existencia sea imposible en Travancore, destrúyelas sin dudarlo. Y recuerda que todas las Criaturas de Morgan son altamente inteligentes. Nimrod no es ninguna excepción. (Y yo no debo olvidarlo tampoco.)
—Huir, o luchar —asintió Chan—. ¿Y los otros miembros del equipo? (Me necesita. Y está muy asustado por algo. Pero ¿qué puede ser? Ya tiene a Nimrod aislado en Travancore; no puede salir de allí, a menos que nosotros mismos lo llevemos al espacio.)
—Confío en que tú mismo se lo expliques. —Mondrian se frotó los ojos—. Ahora, hablemos de logística. Tendréis veinticuatro horas para prepararos y descansar, y entonces os trasladaréis a la nave en cuarentena sobre Travancore. Los miembros del Equipo Rubí descenderán de inmediato a la superficie. No se permitirá el regreso hasta que la Nave reciba señales apropiadas y disponga la recogida. Estas señales serán muy específicas. No podremos arriesgarnos a que la Nave quede expuesta a Nimrod.
—¿Quién decide cuándo la señal es adecuada para recogernos?
Mondrian se puso en pie, rodeó la mesa y se plantó delante de Chan.
—Yo. Estaré allí personalmente, con un grupo seleccionado de la Anabasis. No podríamos emplear el tiempo en nada mejor —dudó, entonces alargó las manos y tomó a Chan por los hombros—. Recuerda tu misión. Si la destrucción de Nimrod depende sólo de ti, no lo dudes. No esperes la aprobación de tus compañeros. Dispara de inmediato... y hazlo a matar.
Había sido uno de los típicos encuentros de negocios de Esro Mondrian: breve y de pocas palabras. No habían pasado veinte minutos desde su llegada, y ahora Chan estaba fuera, mentalmente exhausto. El encuentro real no había tenido lugar verbalmente, sino a varios niveles por debajo, en la pugna inexorable para conseguir el dominio psicológico.
Chan permaneció un momento en la puerta de la sala y luego se encaminó hacia la Entrada al Enlace. Estaba destrozado. Se sentía como si hubiera estado una hora en el interior del Estimulador Tolkov y luego le hubieran tenido sin dormir una semana entera. Le habría alegrado considerablemente saber que Esro Mondrian no se encontraba mejor.
24
TRAVANCORE
Travancore desde cinco mil kilómetros de distancia: un mundo de ensueño, una dulce bola esmeralda con los colores mutados por la densa atmósfera, sus contornos tocados de neblina por una paleta impresionista. Pacífico. Maravilloso. Relajante.
Demasiado relajante. Chan inspiró profundamente, contempló sombrío la jungla sin fin, y se preguntó cómo iba a conseguir acabar con la utópica calma del resto del equipo. Con S'greela diciendo que Travancore le recordaba las pinturas abstractas de los Tubo-Rilla y Shikari alabando las mañanas brumosas de mercantor, ¿cómo conseguiría Chan hacerlos despertar? A veces se referían a él como al miembro más joven del equipo —S'greela tenía noventa años terrestres, y Ángel era aún más viejo—, pero en algunos aspectos ellos eran los bebés.
Se volvió hacia los otros tres.
—¿Qué os parece?
Se disponían a entrar en la cápsula de aterrizaje, dispuestos a dejar la seguridad de la Nave y empezar su descenso a la superficie de Travancore.
—¡Magnífico! —S'greela habló primero y su voz rebosaba entusiasmo—. Un mundo maravilloso. Estamos deseando verlo más de cerca.
Chan sintió ganas de sacudirla.
—Mira, ¿cuántas veces tengo que decirlo? No juzguéis por lo que veis. El Equipo Alfa fue destruido ahí abajo. Si no tenemos cuidado, nos podría pasar lo mismo.