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—Me conoces, Luther. Podría estar sonriendo por dentro y nunca lo sabrías.

Y excepto por un factor —pensó Mondrian— podría estar sonriendo. Los embajadores están demasiado asustados por la existencia de las Criaturas de Morgan. Han dicho que las encontremos y las destruyamos. Eso no entra en mis planes. Las necesito con vida.

A: La Anabasis (Oficina del Director) De: La Oficina del embajador solar. Asunto: Instrucciones para la selección y creación de los Grupos Perseguidores.

Item uno: Los Grupos Perseguidores: Como se acordó en la reunión entre los embajadores, el 6/7/38, se establecerá un total de veinticinco grupos. La selección final de cada equipo la determinará la Anabasis en consulta con los embajadores.

ítem dos: Composición de los Grupos de Persecución: Como se acordó en la reunión entre los embajadores, cada grupo contendrá cuatro miembros: un Humano, un Compuesto Remiendo, un Ángel y un Tubo-Rilla. Los miembros de cada especie serán propuestos por esa misma especie. La Anabasis tendrá derecho a rehusar a los candidatos en base a incompatibilidad con otros miembros. Estos rechazos, sin embargo, deberán ser confirmados y aprobados por la oficina del embajador solar.

El capitán Kubo Flammarion frunció el ceño, se rascó la oreja izquierda con una uña sucia, gruñó, y subrayó la última frase que acababa de leer en el documento. Dougal Macdougal, una vez más, intentaba ponerse en medio. ¿Por qué tenían que pasar los rechazos de solicitudes por la oficina del embajador?

Resopló, se frotó la oreja con el lápiz y continuó leyendo.

ítem tres: Selección de candidatos a los Equipos Perseguidores del Sistema Solar. Los candidatos humanos deben ser voluntarios, de menos de veinticuatro años estándar de edad, en buenas condiciones físicas, y libres de compromisos sociales o matrimonio.

Item cuatro: Las especies. Los candidatos humanos deben ser homo sapiens, masculinos o femeninos, sin alterar. Quedan excluidas las formas sintéticas, pan sapiens, delphinus sapiens y las modulaciones Capman.

ítem cinco: Cualificaciones: Los miembros de los Equipos Perseguidores deben tener al menos una educación de Clase Cuatro (que debe conseguirse durante el entrenamiento). Los candidatos serán excluidos si tienen entrenamiento militar previo, o han suspendido pruebas psíquicas de interacción con alienígenas.

ítem seis: Entrenamiento...

Flammarion se detuvo y volvió a leer el punto anterior.

Imposible. ¿Qué demonios intentaba hacer Macdougal? Se encasquetó la gorra sobre la calva y se encaminó a la puerta contigua, la oficina de Esro Mondrian. Dio un golpecito con la palma de la mano en la puerta abierta y entró sin esperar respuesta.

—¿Ha visto esto? —colocó la hoja sobre la mesa, delante de su superior, con la seguridad que da la familiaridad—. Ha llegado hace menos de una hora. Se supone que tengo que reclutar a los candidatos para los equipos perseguidores, ¿no? Eche un vistazo. Macdougal ha puesto tantas condiciones que creo que no vamos a encontrar a nadie aceptable en todo el sistema.

Su cara mustia estaba contraída. Un largo servicio fuera del Perímetro había creado en él tres síntomas permanentes: envejecimiento prematuro, total falta de interés en su higiene personal y una ira permanente contra los procedimientos burocráticos. Durante cuatro años había sido el ayudante principal de Esro Mondrian. Otros se preguntaban por qué soportaba Mondrian su aspecto desaliñado, su actitud poco respetuosa y sus periódicos estallidos de cólera. Mondrian tenía dos buenas razones: Kubo Flammarion se dedicaba totalmente a su trabajo y, aún mejor, sabía dónde enterrar los cadáveres. No conservaba archivos escritos, pero cuando Mondrian necesitaba mover los hilos para arrancar un permiso especial de Transportes o una respuesta rápida de Cuarentena, Flammarion podía remover la suciedad. Algún administrador o secretario recibía una llamada y el permiso aparecía mágicamente. A veces, Mondrian se preguntaba qué extraños hechos sobre su persona había archivado Kubo Flammarion en el interior de su cerebro. Era demasiado inteligente para preguntárselo.

—Ya he visto el documento —dijo tranquilamente—. Y el comandante Brachis ya le ha echado un vistazo. Por una vez, no es culpa de Macdougal. Las condiciones proceden de los otros miembros del Grupo Estelar.

—Sí, pero ¿con qué fuerza protestó Macdougal? —señaló la página—. Aquí está la cuestión. Tenemos que encontrar candidatos sin entrenamiento. ¡Eso excluye a todo el mundo! Todo el mundo en la Federación Solar, hombre o mujer, cumple el servicio estándar.

—Todo el mundo por encima de los dieciséis años, capitán —dijo Mondrian.

—Sí, pero antes de tener los dieciséis están protegidos por el estatuto paterno —Flammarion se enfurecía cada vez más—. No podemos tocarlos antes de esa edad, y entonces se van derechos a la reserva de seguridad. Estas instrucciones hacen que el asunto sea completamente imposible.

—No del todo. Encontraremos los candidatos.

Mondrian volvió la mirada hacia el modelo tridimensional de la Esfera, pensativo, mientras se echaba hacia atrás. El modelo mostraba la situación y la identificación de cada estrella en su interior, coloreadas siguiendo un código de tipo espectral. Las colonias eran magenta, y las estaciones de seguridad estaban marcadas con brillantes puntos azules.

La Esfera tenía ahora un radio de casi cincuenta y ocho años luz, con su centro en el Sol. Marcaba el territorio en que podía cumplirse la transmisión instantánea de mensajes o de materiales. Las sondas principales contenían sus propios Enlaces Mattin. A través de ellas, podía transferirse más equipo, incluyendo otros Enlaces. Cada siglo, las sondas extendían el Perímetro en casi diez años luz. Y en alguna parte, alrededor de ese Perímetro, en la esfera de tres años luz que contenía el poco explorado Estrato Fronterizo, se encontraban ahora las Criaturas de Morgan.

—¿Dónde, por el amor de Shannon? —estalló Flammarion—. ¿Quiere decir que los encontraremos ahí fuera? —había malinterpretado la mirada de Mondrian—. ¿Piensa que podremos encontrar candidatos en las colonias? Yo creo que no. Necesitan toda la ayuda posible para sus propios proyectos.

—Eso es muy cierto, capitán. No me refiero a las colonias.

—¿No? —Flammarion se rascó la barbilla—. ¡Entonces es imposible!

Mondrian se dio la vuelta para mirar otra pared de la oficina, donde una pantalla mostraba a Ceres orbitando alrededor del Sol.

—No imposible. Sólo muy difícil. No olvide que un planeta del sistema solar aún rehúsa formar parte de la Federación. Y la gente de allí siempre parece dispuesta a comerciar con sus servicios... si el precio es adecuado.

Presionó un control de su mesa y la pantalla cambió.

—¡La Tierra! —En la baja gravedad, Kubo Flammarion casi flotaba a fuerza de incredulidad—. ¿Se refiere a la Tierra? ¡No puede hablar en serio!

—¿Ha estado alguna vez allí, capitán?

—Claro, dos veces. Pero hace mucho tiempo, antes del servicio. Y ahora se supone que es aún peor que entonces. ¿Sabe cómo la llama Luther Brachis? ¡El mundo de los locos!

—¿De verdad? —Mondrian le dirigió una mirada larga y extraña. No elevó la voz, pero lo dijo en un tono frío y amargo que requirió atención completa por parte del otro hombre—. El mundo de los locos. ¿Debo asumir que está de acuerdo con él? Veo que sí. Muy bien, capitán. Déjeme decírselo de esta forma. Es usted libre para reunirse con el comandante Brachis para discutir los requerimientos de la oficina del embajador. Si puede traerme dentro de veinticuatro horas una propuesta que garantice el suministro de los candidatos humanos que necesitamos para los grupos perseguidores, la consideraré. Pero, a menos que eso suceda, hará los preparativos —preparativos inmediatos— para que usted, yo y el comandante Brachis visitemos ese «mundo loco». No aceptaré excusas ni retrasos.