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Chan esperó impaciente un nuevo intercambio de palabras. El Ángel, esta vez, parecía menos seguro, y varias veces tuvo que hacerse repetir cadenas de sonidos.

—Según Vayvay, no conseguiremos nunca ayuda de las otras criaturas. Se llaman los mericor. Vayvay no ha comprendido muy bien nuestras preguntas, porque parece ser que los dos animales son la misma especie. Los coromar son el estadio inteligente y alimenticio —¡estáte quieta, S'greela!— del ciclo vital. Viven aproximadamente doce años terrestres, luego se enquistan y experimentan una metamorfosis completa. Antes de cambiar, un coromar es aparentemente asexual, o al menos no tiene impulsos sexuales. Tras la metamorfosis, se convierte en un mericor.

»En este estadio, se aparean. Viven solamente un año, comen muy poco y reducen su tamaño. Según Vayvay, no muestran inteligencia. También tienen pocas habilidades para sobrevivir; por eso se ocultan en el bosque y no se acercan nunca a las capas superiores. Es un deber de los jóvenes coromars descender y cuidar de los mericors maduros y asegurar su supervivencia hasta que dan a luz a una carnada de coromars. Sin esa ayuda, la mayoría de los mericors no viviría lo suficiente para reproducirse —el Ángel se detuvo—. Una interesante inversión de un tema familiar. El niño es el padre del hombre... pero en este caso el concepto es literalmente cierto.

—¿Qué hay de las otras formas de vida en Travancore? —Chan no quería escuchar a Ángel filosofando. Se encontraba totalmente exhausto, y el sentimiento de aturdimiento que había experimentado en el túnel regresaba. Con el cálido Shikari a su alrededor, todo lo que quería hacer ahora era dormir—. ¿Sabe Vayvay de algo más que pueda ayudarnos?

—Ya le he hecho esa pregunta. La respuesta es, desgraciadamente, una negativa definitiva.

El Ángel había extendido lentamente sus peciolos y empezaba a arrastrarse hacia el lugar preferido del Chasselrosa, junto a la salida de la tienda. Shikari y S'greela llevaban un rato en silencio, y el único ruido era el que Vayvay producía mientras masticaba sin parar. Las hojas de la parte superior de Ángel se enderezaban lentamente.

—Los coromars pueden ayudar un poquito, Chan —dijo Ángel por fin—. Vayvay quiere quedarse con nosotros e ir a cualquier parte, a cambio de comida. Pero me temo que todo va a depender de nosotros. Si fracasamos, nadie más puede hacer nuestro trabajo.

Las raíces del Chasselrosa empezaron a plantarse en el parche de tierra oscura que habían traído desde el planeta natal de Sellora. El Ángel emitió un suspiro de placer.

—Chan, no sé si encontraste a Nimrod o a una ilusión mental en el túnel. Pero sí sé esto: somos el mejor equipo que el Grupo Estelar podrá crear nunca. Juntos, derrotaremos a la Criatura fabricada por Morgan..., o no lo hará nadie.

25

LA TIERRA

En el mismo momento en que Chan contemplaba incrédulo la aparición de Leah Rainbow en el túnel abisal de Travancore, Esro Mondrian permanecía ante la puerta del apartamento de Tatty Snipes, en los refugios de la Tierra. Dos veces había levantado la mano para insertar su tarjeta de identificación, y dos veces había dudado y había desistido de hacerlo.

Tatty le observaba a través de la pantalla oculta. Estaba sorprendida. ¿Qué le sucedía a Mondrian? A menudo era pensativo y precavido, pero nunca indeciso.

Al tercer intento, Mondrian completó la secuencia y la puerta se abrió. Dio un paso hacia el interior y miró pensativo a su alrededor. Menos de un año antes, este lugar había sido su refugio favorito. Sabía que podía venir aquí, aislarse por completo del sistema solar y reflexionar y planear. Tatty había respetado su necesidad de intimidad. Sabía cuándo estaba trabajando realmente, cuándo necesitaba relajarse. Nunca se entrometía. Había estado tomando dosis de Paradox, pero ni siquiera entonces él no la había visto hacerlo. Tatty era siempre infinitamente indiscreta.

¿Y ahora?

Muchas cosas habían cambiado en los últimos meses. El apartamento ya no era un lugar de paz y tranquilidad. Tatty se había vuelto más independiente. Había roto con la adicción al Paradox (¡Shannon sabía cuánto le había costado!) y ya no aparecía la hilera de pequeñas ampollas púrpura en cada una de las habitaciones del apartamento. Había cambiado gracias a la transformación de Chan en el Estimulador Tolkov. Aunque no hablaba de ello, la experiencia la había afectado profundamente. Peor aún, Tatty se había vuelto impredecible. Mondrian ya no estaba seguro de cómo reaccionaría a sus palabras, qué diría o haría.

Él sabía instintivamente lo que tenía que hacer. Lo que no puede ser controlado o destruido debe ser apartado. Tenía que romper con Tatty. Y no podía hacerlo.

—Las tengo —dijo Tatty cuando la puerta se cerró tras él—. ¿Empezamos?

Mondrian asintió.

—Vamos con ello, princesa.

(Ése era el cambio en ella. Ninguna palabra de afecto o de salutación. Ninguna ternura, ningún contacto amoroso. Pero éste no era el momento idóneo para sentir nostalgia o resquemor... lo que venía a continuación era demasiado importante.)

Ella había advertido su estado depresivo.

—No será tan malo, Esro. Piensa que no será más que una serie de vistas de la Tierra.

—La mayor parte lo será. Pero si Skrynol tiene razón, una de esas escenas puede levantarse y asesinarme.

—¿Cómo te afectará?

—El saltafreud no lo sabe, y yo, desde luego, tampoco —Mondrian señaló la redoma de spray anestésico que Tatty había preparado—. Tenlo cerca, pero no dejes que mis manos lo toquen. Espero no tener que intentarlo. Pero Skrynol dice que la experiencia que perseguimos es muy profunda..., puede que quiera matar, o suicidarme, antes de permitir que salga a la superficie —se sentó en la silla reclinable y se echó hacia atrás. Asintió—. Adelante. Cuando quieras.

Tatty ató sus muñecas a los brazos del asiento. Colocó los electrodos y los micrófonos en las muñecas, las palmas, las yemas de los dedos, la garganta, las sienes y los genitales. Por fin, se sentó donde pudiera ver tanto la pantalla como la cara de Mondrian.

El equipo y las grabaciones estaban dispuestos. Ya que Mondrian no le había dado un orden establecido para la lista de sitios, ella había hecho uno propio. Había visitado los escenarios de su primera infancia sistemáticamente, haciendo una serie de enlaces en zigzag que cubrieron el planeta de polo a polo. En cada escenario, ella había añadido su propia voz a la ilusión de las grabaciones en 3D, y había sumado los sonidos y los olores locales.

Empezó con un campo que era el centro de sus propias pesadillas, tal vez Mondrian compartiría con ella el horror. La Virgen se encontraba en lo que una vez había sido el oeste americano. Era una campana de total devastación, de unos mil quinientos kilómetros de longitud y unos cuatrocientos de profundidad. Los Pechos de la Virgen estaban en Dos Golpes, en el norte. Dos cráteres gemelos de quince kilómetros definían cada pezón. Las anchas caderas, en el sur, estaban formadas por el llano circular derretido en el Error de Malcom. Tatty los había colocado a mitad de camino entre las dos.

—El Ombligo de la Virgen —dijo su voz en el comentario.

Entonces todo fue silencio. El Ombligo era el lugar más árido y desolado de la superficie de la tierra.

En los primeros años después de que el resplandor de la fusión empezara a desvanecerse, los expertos habían hecho sus mediciones y predijeron que las formas de vida terrestres tardarían al menos un milenio en regresar a la Virgen. Se habían equivocado por completo. Las primeras semillas habían germinado y luchaban contra la radiación menos de una generación más tarde.

Y sin embargo, de alguna manera los expertos habían acertado. Hoy, la Virgen bullía con sus propias plantas y animales, pero ningún pájaro cantaba, ninguna abeja zumbaba, ni aullaban los coyotes. La vida en el Ombligo de la Virgen era abundante, pero era totalmente silenciosa, y de algún modo alienígena.