Se acercaron más, continuando su trayectoria. La tripulación de la Nave no corría riesgos. La compuerta de entrada que les habían asignado estaba protegida por toda una serie de proyectiles y armas de radiación. Después de posarse en la cubierta, los miembros del Equipo Rubí tendrían que entrar en la Nave uno a uno. Chan iría el primero. Los otros no dejarían la cápsula hasta que tuvieran permiso para hacerlo. E incluso dentro del área de los muelles de atraque, Mondrian podría ordenar la destrucción instantánea de la cápsula y de sus componentes..., incluyendo a Nimrod, que estaba escondido en el primitivo compartimiento de carga de la cápsula.
(El viaje a la Nave era sólo de ida por más de una razón. Con Nimrod a bordo, todos los suministros y combustibles habían sido dejados en Travancore para evitar una anomalía en su masa. La Nave detectaría cualquier discrepancia cuando atrajera a la cápsula para guiarla al amarre y emprendería una acción violenta.)
Al acercarse a la nave, Chan oyó un susurro en su oído. El análisis de Nimrod pasaba del compartimento de carga a través de una cadena de componentes Remiendo, y entonces el Ángel convertía en algo que él pudiera reconocer.
—... mil doscientos metros para posarnos —dijo el Ángel—. Excelente. Si la Nave tiene intención de destruirnos antes de que lo hagamos, ya ha pasado el momento idóneo. La probabilidad actual estimada para que la misión resulte un éxito es de 0,255... ha aumentado desde la última estimación de 0,23... Nimrod cree ahora que Tatty Snipes no está en la Nave. Si es así, la probabilidad de encontrar un contacto afín con el que trabajar se reduce a 0,13. Y en ese caso, la probabilidad total se reducirá desgraciadamente a 0,04...
Chan gruñó para sí. El Ángel se sentía perfectamente feliz manejando los datos e informando acerca de las probabilidades, pero Chan no veía consuelo alguno en las interminables estadísticas. Deseó poder disfrutar del contacto y la cercanía de Bahram. Desgraciadamente, la cabina de la cápsula estaba siendo vigilada por la Nave. Fusionarse ahora sería un suicidio.
—Preparados para posarnos —dijo a la pantalla de comunicaciones.
Hasta ahora, no habían recibido señales visuales de la Nave. La compuerta estaba ya a menos de doscientos metros.
—Procedan —dijo una voz metálica.
—... seguimos controlados por ordenador —susurró el Ángel. La masa del Chasselrosa colgaba boca abajo por encima de Chan en la caída libre de su aproximación balística—. Si intentaran dispararnos ahora, habría algunos daños menores en la Nave. ¡Adelante a toda marcha! Nimrod está seguro de que nos permitirán entrar en la dársena.
—Baja de ahí —dijo Chan—. Nos succionarán dentro de un par de segundos y todos sentiremos la aceleración. Quédate junto a Shikari. No te quiero en mi cuello cuando nos posemos.
Mientras hablaba, hubo una sacudida en el casco. El Ángel retrocedió y se asió a la pared, detrás de Chan. Hubo unos pocos segundos de vibración y un sonido metálico.
—Maniobra completa —dijo el comunicador. Chan se movió lentamente hacia la puerta de la cápsula, mientras los otros miembros del equipo permanecían en la cabina.
Con cuidado ahora. Este es el momento de máximo peligro. ¿Había escuchado esas palabras o se las decía él mismo? Se detuvo en la puerta y esperó.
La cápsula se había posado en una dársena en el cuarto dique. Chan oyó cerrarse las compuertas y el chasquido del casco de la nave cuando la presión del aire se incrementó para nivelarse con el exterior. Entonces abrió la cápsula.
Un estrecho espigón a lo largo del casco llevaba a un conducto de aire en la pared interior. Chan se encaminó hacia él, notando que, incluso después de pasarlo, no estaría en el interior de la nave. Según la reconstrucción que el Ángel había hecho de la geometría de la Nave, habría otra compuerta por la que tendría que pasar, con su propio sistema de control para los intrusos. Si alguien fallaba alguno de los tests, toda la compuerta podía ser lanzada al espacio. La Nave, sin embargo, continuaría operando con casi todo su potencial.
La compuerta se abrió y Chari dio un paso adelante. Sprays descontaminantes lo rociaron de la cabeza a los pies. El sistema de contacto con el personal le encaminó suavemente a un corredor blanco donde había otra compuerta. Chan lo observaba todo con atención, y deseó que hubiera algún medio de poder enviar información a Nimrod. La mentalidad necesitaba más datos para entrar sin ser vista en la Nave.
La puerta siguiente se abrió y le condujo a una zona donde la gravedad no era cero. Debían de estar a unos pocos metros del núcleo donde se producía la energía de la Nave. Chan pensó en lo que allí había e imaginó que podía sentir las fuerzas gravitatorias. Se tambaleó un momento hasta asegurar su equilibrio, y entonces siguió andando por el suelo curvo hasta la otra puerta de la cámara. Después de un segundo de duda, la atravesó.
Estaba en una zona de cuarentena primaria: una habitación larga y hexagonal de treinta metros, dividida en siete partes. La parte central, donde había entrado Chan, estaba rodeada por seis criptas individuales, cada una con sus paredes transparentes y su puerta metálica. Toda la sala era visible desde cada cámara... pero podía tener lugar una explosión de fusión de un kilotón en cualquier lugar de ellas y quedar confinada allí totalmente.
Dos hombres esperaban a Chan al otro lado de la zona central.
Mondrian y Brachis. Chan recordó la predicción de las mentalidades. Eran los dos individuos cuya presencia era más probable en la Nave... ¡y los dos más difíciles de controlar!
Esro Mondrian estaba desarmado. Luther Brachis llevaba un arma de rayos Clase uno, y con ella apuntaba al pecho de Chan.
Solamente Mondrian hizo un gesto con la cabeza, a modo de saludo.
Estaba pálido y macilento, ojeroso.
—Bienvenido, Chan. Según nuestros registros, eres el primer humano que regresa de Travancore. Las primeras exploraciones se hicieron todas con inorgánicos. Perdona que no tengamos una alfombra roja esperándote —consiguió sonreír con estas últimas palabras, pese a la obvia tensión que llenaba la sala—. Nos alegramos de verte, pero tenemos muchas cosas de que tratar. Siéntate.
Tres sillas de respaldo recto formaban todo el mobiliario, y estaban colocadas en diagonal para que cada una pudiera ver la pantalla que cubría la pared. Chan se sentó en una y Mondrian en otra. Luther Brachis permaneció de pie, sin bajar aún el arma.
Chan la miró y se volvió hacia Mondrian.
—No hemos pedido nunca una alfombra roja. Pero en realidad esperaba un recibimiento mejor que éste. Nos enviaron a hacer un trabajo. Lo realizamos por ustedes. Y ahora nos apuntan con sus armas.
Intencionadamente, el tono de Chan era amargo y confuso. Las mentalidades le habían advertido cómo tenía que empezar la reunión en la Nave. Pero también le habían advertido que no podían predecir más allá de los primeros momentos. Chan tendría que utilizar su propia inteligencia a medida que el encuentro se desarrollase.
—No habéis completado vuestra misión —dijo Mondrian tranquilamente—. Fuisteis enviados para destruir una Criatura de Morgan. Según vuestro mensaje, todavía está viva.
—Hicimos más de lo que nos pedían. Gracias al Equipo Rubí, tendrán ustedes una Criatura de Morgan viva y funcionando en un entorno seguro.
Viva, funcionando, seguro. Chan acentuó cuidadosamente estas tres palabras. Le pareció ver una reacción positiva por parte de Mondrian. Brachis no mostró ningún signo de emoción. (¿Otro problema? Brachis parecía ahora más blando, menos dinámico. ¿Le había pasado algo desde que Chan se marchó de Ceres?) Chan deseó que S'glya o S'greela estuvieran presentes. Las Tubo-Rillas eran bastante mejores que los humanos, leyendo los estados emocionales.
—Pueden estudiar los motivos por los que la Criatura se volvió loca —continuó Chan—. Tal vez puedan incluso curarla. Y, pase lo que pase, tendrán información que transmitir a los equipos perseguidores que cacen a otras criaturas.